martes, noviembre 26, 2024
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Arquitectura de nosotros mismo

RICARDO TORRES CASTRO,

El arte es una construcción enmarcada entre el tiempo y el espacio. Del tiempo da razón la música y del espacio, la arquitectura. ¿De dónde 

provienen las cosas? Es la pregunta fundamental que todos nos debemos hacer al inicio de cualquier cosa que vayamos a hacer.

Cuando empezamos nuestras carreras, seguramente nos preguntamos de dónde viene la arquitectura, la gerencia, el derecho, la medicina, la escritura, etc. Cómo fueron apareciendo las ciudades, cómo se fueron urbanizando, cuáles fueron las primeras expresiones arquitectónicas, cómo llegó el comercio, cuáles fueron las primeras empresas, cómo el desarrollo comercial impulsó la construcción de nuevos escenarios y nuevas ciudades.

En el año 454, Pericles, el gran general y líder ateniense, reservó un porcentaje de los tributos para un extenso programa de reconstrucción de la ciudad que resultaba necesario, tras los estragos causados por las guerras. Su objetivo era convertir a Atenas en un lugar de interés para toda Grecia. La ciudad nunca volvería a ser tan espléndida.  

Para finales del siglo VI y comienzos del V antes de nuestra era, se habían realizado una serie de progresos puramente pragmáticos y técnicos en el ámbito de las artes y la arquitectura: se había inventado el frontón triangular, las metopas cuadradas, varias formas de columnas y cariátides (figuras femeninas que sirven de apoyo a los frontones), la planificación urbana y la cerámica decorada con figuras rojas se impuso en Grecia, tras haber descubierto en la tierra minerales que daban esa tonalidad, si se les mezclaba con el agua.

Al mismo tiempo que ocurría esto en Atenas, en otro rincón de Grecia la música fundaba ciudades. El caso de Tebas es el de mayor representación. Es que la música, como la arquitectura, nacieron para dar sentido y orden a la vida. “Todo hombre, salvaje o pensador, a quien se demuestre con cierta lógica y razonamiento que es de todo punto imposible imaginarse la relación de dos actos distintos bajo las mismas condiciones, comprenderá que sin esta representación insensata —que es la esencia de la libertad— no puede imaginarse la vida”.

Hoy podemos juntos narrarnos, contarnos nuestra propia historia, bajo la pregunta ¿cómo fue que llegamos hasta acá?

Nuestra historia, queridos compañeros, no puede ser narrada solo a partir de los hechos. Nuestra historia se narra desde cada uno de ustedes y la idea de libertad que han venido desarrollando.

Ustedes, como yo, han llegado adonde estamos con el proyecto de ser más libres y, como consecuencia, la vida y la sociedad nos han dotado de autonomía, mayoría de edad y carácter para poder ser más libres.

Con la música pasa algo similar: uno no puede reconstruirla cronológicamente para poder entenderla. No. Para entenderla es necesario padecer la experiencia, es decir, entender en qué lugar y en qué tiempo es que la música empieza a tener sentido para los oídos. O sea que uno no hace música ni arquitectura para uno mismo, sino para los demás. 

En la mítica Grecia, Anfión y Zeto, los hijos gemelos de Zeus y Antíope, fueron criados a escondidas entre pastores. Hermes favoreció a Anfión con el regalo de una lira; él aprendió a pulsarla y dominó el arte de la música.

Sin embargo, para Zeto, era incomprensible destinar tanto tiempo a algo que carecía de un fin práctico. Cuando ambos hermanos conquistaron la ciudad de Tebas y se hizo necesario fortificarla, Zeto —que movía las piedras con sus propias manos— vio que Anfión, con la música de su lira, las hacía desplazarse hacia su sitio. Así, el poder de la música hizo edificar las murallas de Tebas. 

El elemento sobrenatural que se atribuye al poder de la música posiblemente tenga que ver con la idea de que ella es capaz de ofrecernos otra explicación del orden de las cosas. En cualquier caso, como la música es regalo de los dioses, esta supera el propio discernimiento humano. 

Si Tebas era edificada con la música, Atenas sí daba razón del primer arquitecto, Ictino, y el constructor Calícrates, quienes construyeron el gran templo del Partenón sobre la plaza que se había dedicado a Atenea, la diosa de la ciudad y de la fertilidad. Algunos detalles constructivos: en el diseño previeron algunas ilusiones ópticas, como las columnas que se inclinan ligeramente hacia adentro y describen una línea convexa, lo que las hace parecer más grandes.

Tan importante es esta construcción que quienes estudian la historia de la arquitectura relacionan siempre las ciudades de Atenas y Tebas como las principales fuentes de la arquitectura antigua, mucho más que el coliseo romano o la misma ciudad de Roma. 

Pero ¿cómo hacer arquitectura de vida si la música no va a estar entre nosotros

Preparando esta columna, me adentré en algunos detalles de Lecorbusier. Se registran dos diálogos importantes, uno con Einstein y otro con Picasso. Coincidencialmente, en los dos diálogos aparece la expresión “la música es la misteriosa forma del tiempo”, expresión que usaría usualmente Borges en sus obras.

Al arquitecto le conmovía la música de Wagner, esa misma que Hitler declaró como la única permitida en la Alemania de su época, en tiempos del terrible Holocausto

¿Qué sentirá un arquitecto diseñando con la música de Wagner? Misteriosa forma del tiempo.

Una arquitectura de vida nos lleva a cultivar los buenos sentimientos que son capaces de edificar, de construir.

No nos dé miedo sentir, amar, apasionarnos por lo que somos. No nos dé miedo mirar a los ojos y confiar; no nos dé miedo hacer arquitectura de nosotros mismos. Somos el proyecto fundamental, el diseño sobre el cual nos debemos inspirar día a día para buscar la excelencia. 

Construirse implica mirarse hacia adentro, en perspectiva, entendiendo el propio espacio y tiempo.

Compañeros: si el corazón les hace una señita, síganlo. Si les sonríe, sonríanle ustedes. Si les habla, créanle, nunca se arrepentirán. Seguramente va a decepcionar a muchos, pero ustedes no se decepcionarán nunca de hacerle caso al amor, de buscar la verdad.

Finalmente, permítanme contarles otra historia de la mítica Grecia.

Orfeo recibe de Apolo la lira y su talento es tal, que no solo desplaza piedras y árboles de su sitio con el tañer y el cantar, sino que es capaz de cambiar el curso de los ríos y de mover los afectos de cualquiera que lo escuche, hombre o fiera.

Orfeo se casa con Eurídice, pero ella, mientras Aristeo la persigue, muere al ser mordida por una serpiente. Él va a buscarla. Con música, logra llegar al valle de los muertos y es capaz, con su música, de convencer a Inframundo y Hades para llevarse a Eurídice, con la condición de que avance siempre delante de ella y no voltee a mirar hasta que estén bajo la luz del sol.

Orfeo camina entre tinieblas, Eurídice lo sigue, alumbrado por el son de su lira, y, al salir, él se vuelve sobre ella, que aún seguía en la oscuridad, perdiéndola para siempre.

La emoción y el misterio de la música logra transgredir el orden establecido. Tanto el mito de Orfeo como el de Anfión nos muestra el punto de contacto que hay entre el cielo y la tierra; entre el tiempo y el espacio.

Los invito a ser como Orfeo, que buscó el amor, porque cuando este lo llamó, no dudo en seguirlo. O habrá que ser como Anfión, que, amando el arte, su música, edificó la muralla griega más espléndida.

La música se lleva en el corazón; ahí se siente, ahí se hace. Dejen que fluya para que puedan hacer las mejores construcciones de ustedes mismos, las mejores empresas, la mejor sociedad. Que cuando lleguen a sus empresas o trabajos, sea para construir.

Dejen fluir la música que hay dentro de ustedes y, cuando en el silencio armonioso de la noche logren sentir la armonía, en ese preciso momento, dejen que sea esa música la que los inspire.

Fuente: Criterio

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