El dictador cubano, Miguel Díaz-Canel, tildó de «enemigos» de Venezuela a quienes denunciaron el fraude electoral del régimen de Nicolás Maduro en Venezuela. «Los que cantaron fraude antes de las elecciones; los que descalifican sin argumentos el triunfo de Nicolás Maduro; los golpistas (…) están en el bando de los que odian y destruyen, el de los enemigos de Venezuela y de nuestra América», afirmó.
Y felicitó a Maduro: «Conversé con el hermano Nicolás Maduro para transmitirle calurosas felicitaciones a nombre del Partido, el Gobierno y el pueblo cubanos por el histórico triunfo electoral logrado tras una impresionante demostración del pueblo venezolano. Le reafirmé la solidaridad de Cuba», aseveró el pasado 29 de julio.
Hugo Chávez intensificó las relaciones y lazos con Cuba. «Es el mar de la felicidad. Hacia allá va Venezuela», afirmó en marzo del año 2000. En diciembre de 2012, Chávez designó a Maduro, quien se «formó» en la isla en los años 80 y se hizo «confiable» para el régimen de La Habana, como sucesor.
Hoy son múltiples los testimonios que recogen el protagonismo de los oficiales cubanos en la represión,
planificación, inducción y ejecución de crímenes de lesa humanidad en Venezuela. Entre sus técnicas de tortura exportadas está la perforación de uñas en manos y pies para pasar los cables de las descargas eléctricas, el uso sistemático de bolsas de plástico para asfixiar a los torturados, colgar en grúas durante los interrogatorios, la intoxicación con sustancias psicotrópicas desconocidas, etc. Cuba opera en el diseño de toda la arquitectura represiva del régimen de Maduro, tal y como recoge el informe El papel de Cuba en la represión y tortura en Venezuela.
El pasado mes de marzo, el Instituto CASLA, defensor de la libertad y los derechos humanos, formalizó una solicitud formal en la Corte Penal Internacional para investigar la intervención de Cuba en la comisión de los crímenes de lesa humanidad en Venezuela.
En su informe del mes de septiembre, Prisiones Defenders cifró en 1.105 los presos políticos en Cuba. «Hemos verificado que 62 de los 1.105 prisioneros políticos padecen trastornos de salud mental clínicamente diagnosticados. Tienen dificultades de adaptación y son más vulnerables a padecer las consecuencias psicológicas y emocionales provocadas por el aislamiento familiar y social», señaló. «329 padecen graves patologías; 117 mujeres, todas sometidas a tratos discriminatorios y abusivos», agregó.