ENRIQUE GARCÍA-MÁIQUEZ,
Iré rápido porque ya lo he escrito antes y repetirme me da alipori, sobre todo cuando son obviedades. Pero ellos se repiten y a mí qué remedio me queda, si no me leen o, si lo hacen, es peor porque no lo entienden. El malhadado Bendodo ha metido en el mismo saco a Vox y a Bildu. Éstas son sus palabras exactas: «Podemos, Vox, Bildu, Esquerra, Junts… los que dicen que suman, pero sólo dividen y restan, todo eso es lo que hay al otro lado de la orilla. El único partido que ahora es capaz de defender el espacio de la moderación es el Partido Popular».
Como esto es ofensivo, podré responder a Bendodo sin miramientos: lo que dice es, ay, una tontería en catarata. Primero, porque le legitima gratis a Sánchez su punto más flaco: los pactos Frankenstein. Segundo, porque deslegitima los pactos del PP con Vox, que ya los tiene. Tercero, porque se complica pactar con Vox el Gobierno de Feijoo en cuanto tenga que hacerlo —estadísticas advierten—. Cuarto, porque eleva el precio de la negociación con Vox, que es de esperar que llegue a la mesa con cara de pocos amigos. Quinto, porque cuando haya que pactar irritará a los votantes que le aplaudan ahora el mensaje antiVox. Sexto, porque humilla a los afiliados y simpatizantes del PP que le aplauden esto y que mañana le aplaudirán igual el pacto con Vox, echando por los suelos el principio de no contradicción que debe regir en toda inteligencia que se precie. Séptimo, porque Bildu no ha condenado los asesinatos de ETA, que considera pasos necesarios para su privilegiado estatus de ahora. Octavo, porque Vox ni ha amparado ningún delito ni se sale del orden constitucional ni siquiera para reformar el texto, como legítima, legal y lógicamente quiere hacerlo. Noveno, porque Bendodo estuvo con Moreno Bonilla en un gobierno andaluz apoyado en los votos de Vox sin ningún reparo moral. Y décimo, porque saca al PSOE y al PNV de su saco de desprestigio con las más aviesas intenciones (guiño, guiño) postelectorales.
Se extrañarán de que no haya incluido en mi decálogo de calamidades de Bendodo el simple hecho de que miente. Desde luego, esa identificación de Vox con Bildu es mentira. Y, sin duda, para cualquier discurso político resulta muy perjudicial que se le vean las costuras de su falsedad. Pero la cuestión es que tal vez Bendodo no mienta en el sentido estricto del verbo. Porque mentir es decir lo contrario de lo que se piensa con intención de engañar. Y Bendodo se cree lo que dice. Lo que le salva de ser un mentiroso, aunque lo que afirma no sea verdad.
Está tan convencido de ser el centro centrado que todo lo que no sea él le parece el imperio del mal. Si uno se fija, en su discurso está repitiendo con total seriedad —creyéndoselo— el chiste de Ramón en Hermano Lobo: «O nosotros o el caos». La respuesta del pueblo ya la conocen: «El caos, por favor, el caos», que es lo que se responde ante una alternativa tan tramposa.
¿Cómo es posible? El egocentrismo (y el egocentrismo del centrista es doble) ciega. La vanidad te hace invidente, como ve todo el mundo, menos uno. Con Bendodo lo prueba un hecho indubitable. No nos extrañaría que un político mintiera, si le conviniese; pero esta patraña no le conviene al PP de ninguna de las maneras. Todo el mundo reconoce, sin embargo, que Bendodo es astuto hasta el maquiavelismo. Si comete este error de bulto contra el utilitarismo político más elemental (ya pactó en Andalucía con Vox, su partido ha pactado con Vox en Castilla y León y Feijoo tendrá que pactar con Vox) es porque está ciego de extremo centrismo hasta perpetrar (repitiéndose) el viejo chiste de Ramón.