miércoles, diciembre 25, 2024
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Biden entra en su tercer año de mandato con resultados nefastos

MIAMI- Cada vez más economistas coinciden en que el 2023 será otro año fatídico para la economía de Estados Unidos (EEUU) y para la mayoría de los más de 335 millones de norteamericanos.

Este es el nefasto resultado de los dos primeros años de mandato del presidente Joe Biden, quien entra en el tercero con peores augurios y un país tan o más dividido que en años anteriores.

Uno de los nuevos retos del mandatario es lograr un acuerdo bipartidista para subir el límite de la soberbia deuda pública del país, que asciende a 31,4 billones de dólares, o ceder en las exigencias de los republicanos para hacer reducciones radicales de gastos federales. La bancada roja se opone a seguir endeudando a los estadounidenses.

Los demócratas tienen mayoría en el Senado, pero la Cámara Baja la controlan ahora los republicanos.

Biden y el presidente de la Cámara de Representantes, Kevin McCarthy, tienen varios meses para llegar a un acuerdo, mientras el Departamento del Tesoro implementa sus medidas de emergencia para mantener al gobierno en funcionamiento, al menos hasta junio.

El jefe de la Casa Blanca se niega siquiera a dialogar con los republicanos, una posición que deberá cambiar y que deja mucho que desear.

En el campo de la política, el presidente Joe Biden se enfrenta ahora al escrutinio público y «posiblemente judicial» de varias decenas de documentos confidenciales, clasificados y ultrasecretos (top secret) hallados en oficinas y residencias privadas de la familia, que datan desde la época en que era vicepresidente durante el gobierno de Barack Obama.

La diferencia entre los documentos hallados en la mansión del expresidente Donald Trump en Mar-a-Lago, mediante el inédito y bochornoso allanamiento y registro por 9 horas, y los encontrados en poder de Biden, es que el presidente de EEUU tiene [plena autoridad bajo la ley y la Constitución para desclasificar informes (Top Secret) sin que medie institución o testigo, sin obligación alguna de informar ni reportar a nadie]; en cambio, el vicepresidente, [no].

El mayor escándalo de información confidencial y secreta del gobierno federal lo protagonizó la exsecretaria de Estado, Hillary Clinton, con la eliminación de más de 36.000 emails desde un servidor del gobierno instalado en su residencia privada. Sin embargo, el Buró Federal de Investigaciones (FBI) trató el caso únicamente como un hecho «poco responsable» y un «error cuestionable»… Y todo ha quedado ahí.

La persecución política contra Trump y los conservadores ha sido uno de los puntos centrales de la plataforma en Washington desde el 20 de enero de 2021. El propósito fundamental: inhabilitar al expresidente y desmembrar su sólido respaldo como líder del Partido Republicano, además de debilitar la credibilidad de la derecha con la complicidad de los grandes medios de prensa de izquierda. Hasta el propio Biden, en varias ocasiones, ha utilizado términos peyorativos sobre los conservadores.

McCarthy agradeció personalmente el decisivo apoyo de Trump en su elección como líder de la Cámara Baja, que culminó luego de 14 votaciones tras las demandas fundamentales de un grupo de 20 legisladores opuestos a continuar con las concesiones a la extrema izquierda en el Congreso.

La mayoría republicana en la Cámara de Representantes aprobó una comisión para investigar a la familia Biden, fiscales federales, al Departamento de Justicia y al Buró Federal de Investigaciones (FBI) para indagar sobre posibles implicaciones en hechos y acontecimientos que contravienen las leyes del país y la Constitución.

Mientras, el secretario de Justicia de Estados Unidos, Merrick Garland, nombró a un fiscal especial para investigar sobre los documentos clasificados encontrados a Biden.

Garland dijo que «designó a Robert Hur como fiscal especial autorizado a investigar a cualquier persona o entidad que haya violado la ley» en este caso.

La economía en un hoyo
La agenda de Biden, en la cual la extrema izquierda ha tenido un peso sustancial, ha puesto al país en una situación extremedamente peligrosa y en clara desventaja frente a su gran adversario y enemigo: China.

Las políticas económicas del gobierno de Joe Biden han causado más desestabilización y caos en el país que la pandemia originada en China en el 2020, cuando diversos países -entre ellos grandes potencias- se paralizaron durante varias semanas, algunos por meses. En ese momento, muchos creyeron que llegaría la peor y más extensa recesión mundial.

El cierre de los oleoductos desde Canadá y la guerra contra las petroleras estadounidneses dispararon el precio de los combustibles, lo que desencadenó la desorbitante y persistente inflación, agudizada con la inacción de la Reserva Federal y el Tesoro durante más de un año.

Biden y ambas instituciones reguladoras restaron importancia la tema y le dijeron en múltiples ocasiones al país y al mundo que la inflación sería «temporal» y no había «nada de qué preocuparse»; que las advertencias de los republicanos formaban parte de «una campaña política para desestabilizar».

Antes de la guerra en Ucrania, el precio del petróleo en EEUU ya había brincado en dos ocasiones la barrera de los 100 dólares, mientras que en Europa desde hacía semanas el costo del barril de crudo se mantenía por encima de ese rango. La inflación en EEUU era de 7,5% en febrero de 2022.

La invasión rusa [sólo recrudeció la espiral de precios] creada por la administración Biden desde su arribo a la Oficina Oval.

El 2022 culminó en EEUU con la mayoría de los índices económicos en negativo, como era de suponer tras 11 meses de la mayor escalada de precios en las últimas cinco décadas, que montó la inflación en 9,1% en junio y en el 2023 aún se mantiene por encima del 6%.

Tras esos registros, la Reserva Federal (Fed o Banco Central) fue forzada a llevar la tasa de interés referencial de 0-0,25% a 4,25%-4,50%, con la tendencia de poder llegar a casi 6% en dependencia del comportamiento de los niveles inflacionarios en los próximos trimestres.

En junio, el precio promedio de un galón regular de gasolina pasó de los 5 dólares, mientras que en estados como California los consumidores estadounidenses pagaron hasta más de 7 y 8 dólares por cada galón.

Durante décadas, los estadounidenses se acostumbraron a gastar por encima incluso de sus posibilidades reales, utilizando el crédito como método de acceso y luego pagando altas cuotas de intereses mensualmente. Este elemento, visto por los analistas como muy favorable, ha sido voraz para el bolsillo y las perspectivas de vida de las familias estadounidenses. Sin embargo, para las cadenas minoristas, negocios y productores es la fuente cada vez más creciente de solventes ingresos.

Esta ha sido una de las razones por las que, a pesar de una escalada de precios muy corrosiva para el nivel de vida de la mayoría de los norteamericanos por dos años, el consumo ha dado muestras de subsistencia tenaz. Sin embargo, los más recientes indicadores revelan que esa resistencia es cada vez menor y el panorama económico en 2023, según los pronósticos, debe ser peor a los 24 meses precedentes.

Las grandes empresas y bancos se preparan
Los despidos masivos de los grandes consorcios de tecnología, la caída de la producción industrial y la contracción desde hace meses de la manufacturera; la reducción de las ventas minoristas en noviembre y diciembre (la época dorada del año) por un visible menor consumo en casi todos los sectores, conforman lo que parece la cúspide de la crítica situación que sufre la mayoría de los estadounidenses, desde la llegada a Washington de la administración Biden.

Como se esperaba, a pesar de las celebraciones de fin de año y de las promociones, las ventas minoristas bajaron más de un 8%, respecto a igual lapso del año anterior.

Y aunque el precio de la gasolina, de los autos y las viviendas en venta bajaron respecto a la gran escalada en 2021 y durante casi todo el 2022, el resto de los productos -como los alimentos- continuaron su imparable ascenso.

El precio de los alimentos creció 0,4% en diciembre, mientras que el de la gasolina caía 4,5%, un factor que incidió directamente en que la inflación se ubicara ahora en 6,5% desde el 9,1% en junio, según la Reserva Federal.

Sin embargo, algunos economistas discrepan del actual nivel inflacionario y consideran que el dato no concuerda con la realidad. Y es precisamente eso lo que observan los principales bancos estadounidenses y las grandes tecnológicas frente a un fuerte desgaste financiero [por dos años] de millones de familias estadounidenses.

Los bancos preparan el terreno para enfrentar la eventualidad de que sus clientes no puedan pagar sus deudas en 2023. Por eso, JPMorgan Chase separó 1.400 millones de dólares, Citigroup $640 millones, Bank of America, $403 millones y $397 millones tiene listo Wells Fargo.

Bajo apoyo a Biden, Supremo y caos en inmigración
En 2022, la Corte Suprema de EEUU pasó el poder de decidir sobre el aborto a cada estado y eliminó la ley vigente desde 1973 conocida como Roe vs. Wade, un gran revés para la izquierda que siempre ha defendido el tema en oposición al ala conservadora.

“Sostenemos que Roe deben ser anulado. La Constitución no hace referencia al aborto, y tal derecho no está protegido implícitamente por ninguna disposición constitucional”, dictaminó el Máximo Tribunal.

Biden, de forma inédita, desafió la sentencia del Supremo en Washington y pidió al Congreso aprobar una legislación contra el dictamen. El tema fue una de las banderas de la Casa Blanca en las elecciones legislativas de noviembre en 2022, cuando los demócratas perdieron la mayoría en la Cámara de Representantes.

Acerca de las encuestas sobre la gestión del inquilino de la Casa Blanca, las grandes cadenas de televisión y el resto de la prensa de izquierda, ni las mencionan. Ha sido el mandatario con menor respaldo popular y excesivos gastos de presupuesto en temas internacionales, que en su mayoría [no] representan prioridad ni beneficio inmediato para la primera potencia del planeta.

Antes de las elecciones legislativas de noviembre, el nivel de aceptación de los estadounidenses al trabajo de Biden se encontraba como promedio entre el 28% y el 35%. A pesar de eso, los republicanos no pudieron conquistar el Senado como esperaban. Esta vez, como el 2020 durante las presidenciales, también hubo denuncias de irregularidades en algunos estados respecto a la transparencia electoral.

La Cámara de Representantes, bajo control republicano, ha comenzado a frenar la agenda de la Casa Blanca y forzó al gobierno a «cerrar» finalmente la frontera, después de 24 meses de un caos sin precedentes en la historia de Estados Unidos, con el arribo de más de cinco millones de inmigrantes de Centroamérica, México, Venezuela, Cuba y Haití, fundamentalmente.

La política de Puertas Abiertas de Biden convirtió a la frontera sur del país en el lugar predilecto y de negocios para las bandas criminales que operan a un lado y a otro mediante los asesinatos, extorsiones, violaciones a mujeres y menores, tráfico humano y de drogas, entre ellas el temido y mortal fentanilo, que entre el 2021 y 2022 ha sido la causa principal de muerte de más de 200.000 estadounidenses, la mayoría jóvenes y adolescentes.

No fue hasta ahora, con el comienzo de investigaciones por parte de los republicanos sobre la negligencia y los peligros de seguridad nacional fomentados por la Casa Blanca y el Departamento de Seguridad Interior (DHS) en la frontera sur, que llegó la reacción de Biden. La derecha pidió incluso la renuncia del jefe de Seguridad Nacional, Alejandro Mayorkas.

Sólo en 2022, las autoridades de Inmigración arrestaron en el borde con México a más de 7.000 traficantes de personas y otros miles por contrabando de estupefacientes, entre diferentes cifras por delitos graves.

A partir de enero de 2023, la Casa Blanca decidió no permitir la entrada al país de haitianos, nicaragüenses, cubanos ni venezolanos por la frontera y puso en práctica un nuevo programa de arribo legal con requisitos y una cuota de 30.000 visas mensuales repartidas entre los cuatro países.

Gobierno unilateral, récords y Afganistán
Biden comenzó su gobierno de forma autoritaria cuando en apenas tres semanas firmó más de 75 órdenes ejecutivas para revertir todo el trabajo de cuatro años de los conservadores y en especial del expresidente Donald Trump.

Semanas después emprendió la caótica salida de las tropas estadounidenses de Afganistán, en la cual murieron 13 patriotas estadounidenses.

La retirada sin un plan premeditado y concebido, como había acordado el expresidente Trump con el gobierno afgano, le entregó inmediatamente el poder de Kabul a los talibanes y echó por tierra [en apenas horas] las más de 2.400 muertes de soldados y oficiales norteamericanos; el trabajo de defensa, los enormes gastos militares, asesoramiento e inteligencia de EEUU durante 20 años. En armamento militar, recursos y tecnología los talibanes se apropiaron de más de un billón de dólares.

Bajo el pretexto de la pandemia, los demócratas aprobaron una Ley de Emergencia que les permitió pasar de forma unilateral diversas legislaciones, sin el más mínimo intento bipartidista. Incluso el propio Biden desestimó varias veces el papel de la oposición dentro del Congreso federal y dijo: «No nos interesa en absoluto el voto republicano, trabajaremos de forma unipartidista para lograr nuestros objetivos y cumplir nuestra agenda».

La unidad prometida por Biden y la izquierda durante la campaña electoral y un gobierno bipartidista quedaron en la «gran promesa» o en la [gran mentira].

Durante el 2021 y 2022, el gobierno de Biden generó la mayor escalada de precios en los últimos 50 años, un elemento que se sumó a los récords negativos del mandatario como la mayor deuda pública del país de 31.4 billones de dólares.

Por su parte, el déficit comercial en 2021 se disparó un 27% en 2021, respecto al año anterior con la llegada y picos de la pandemia de COVID-19. El dato se ubicó en los859.100 millones de dólares, según la Oficina de Análisis Económico (BEA, en inglés). En el 2022, fue aún superior y un récord inimaginable: 878.680 millones de dólares.

Entre los escasos logros del jefe de la Casa Blanca, figura el bajo desempleo, después de que su predecesor Trump creara más de 6 millones de puestos de trabajo durante sus cuatro años de mandato, para elevar la cifra de empleos disponibles hasta los 11,9 millones durante el vórtice de la crisis de falta de trabajadores desde el 2021.

Todavía permanecen unos 10 millones de puestos que las empresas no han podido cubrir, pero los masivos despidos de las transnacionales de la tecnología para prevenir el temporal económico en 2023, acrecientan el problema.

Luego de presentar su descabellado plan de presupuesto de más de 6 billones de dólares, Biden enfrentó la oposicion de varios senadores y un grupo de legisladores de su propio Partido que lo consideraron «irresponsable y poco beneficioso para el país». Despues de meses de litigio y en busca de acuerdos, logró la llamada Ley de Reducción de la Inflación por 1,8 billones de dólares, que lo menos que reduce son los niveles inflacionarios y la Ley de Infraestructura por 1,2 billones de dólares. En total sumaron la mitad de la propuesta inicial.

Para impulsar la fabricación de vehículos eléctricos y otros frentes contra las petroleras estadounidenses, la Casa Blanca destinará unos 400.000 millones de dólares en subvenciones, lo que ha provocado una airada protesta y la amenaza de acciones directas por parte de la Unión Europea que considera injusta la medida y que pone a los fabricantes del Viejo Continente en una posición competitiva de notable desventaja.

El fiasco y las concesiones a las dictaduras
Otro de los grandes fiascos de Biden fue su visita a Arabia Saudita para pedir un incremento de la producción mundial de petróleo para bajar los altos precios, luego de que sus acciones regresaron a EEUU a la dependencia energética, un cáncer que había extirpado Trump.

La respuesta del príncipe heredero saudita Mohamed Bin Salman fue respaldar la reducción de 2 millones de barriles diarios de crudo, lo opuesto a la petición de Biden que demostró el fracaso de su visita, seriamente cuestionada por los demócratas junto a su poco diplomático y ético saludo de puños.

Similar al gobierno de Barack Obama, Washington regresó a la estrategia de concesiones a las dictaduras de Cuba, Venezuela y Nicaragua.

En Cuba, abrió nuevamente la embajada en La Habana y autorizó a la Western Union a reiniciar sus operaciones de transferencias financieras y remesas a la isla, el oxígeno que necesita el ahogado régimen.

En Venezuela, dio luz verde a la petrolera Chevron para extraer y procesar combustibles fósiles en territorio venezolano, como lo había hecho antes de las sanciones impuestas por el gobierno de Trump a la narcodictadura de Nicolás Maduro. El objetivo, supuestamente, fue sentar a negociar a la oposición y al desgobierno en una mesa de diálogo. Una [estrategia que jamás] ha dado ningún fruto positivo para el pueblo venezolano durante varias rondas de «negociaciones» en años anteriores.

Por su parte, Norcorea sigue lanzando misiles en un tono desafiante a EEUU y poniendo en peligro la seguridad en la región coreana. China, en estos dos años tras la pandemia, ha arreciado su guerra fría y sus reales intenciones de destronar a Norteamérica, y en el mismo punto se encuentra Irán y su apoyo a organizaciones terroristas. El prometido acuerdo nuclear oscila ahora en otra galaxia, mientras los iraníes enriquecen uranio a más del 60%.

Rusia ha ganado tanto o más dinero que antes con las ventas de petróleo y gas, después de la guerra en Ucrania y ha hecho gárgaras con las sanciones de Biden. También ha fortalecido sus nexos con China y la India en un bloque que se torna geopolíticamente más peligroso que nunca.

Por su parte, la guerra en Ucrania se ha convertido en el barril sin fondo para los contribuyentes norteamericanos y luego vendrá la recuperación del país, si los republicanos no logran frenar el flujo constante de fondos. Biden acaba de anunciar el envío de más de 120 millones de dólares para comenzar a reparar la red eléctrica del llamado «granero del mundo», y se sabe que es apenas el comienzo.

Como es de suponer, Biden arranca su tercer año de mandato sin la mínima intención de cambiar su agenda económica y política, con el advenimiento de un enfrentamiento directo a la oposición y con mucho menos ánimo de negociaciones en el Congreso.

El posible anuncio de su precandidatura a la Presidencia en el 2024 junto a la de Trump no ha caído muy bien entre congresistas y analistas políticos demócratas. Pero antes de llegar al 2024, Biden se mueve sobre un camino [sumamente escabroso e incierto], el mismo que ha impuesto y dictado -desafortunadamente- para los más de 335 millones de estadounidenses.

Fuente: Diario Las Américas

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