Nicolás Maduro y Joe Biden siempre se han entendido. Aquel cruce de sonrisas y apretón de manos el 1 de enero de 2015 en Brasil marcó el inicio de una relación cordial. Pese a las aparentes diferencias, en el breve encuentro en el Palacio de Planalto, en Brasilia, durante la toma de posesión de Dilma Rousseff para su frustrado segundo mandato, el entonces vicepresidente de Estados Unidos no pareció incomodo cuando el heredero del chavismo lo abordó. Incluso habría bromeado con él, vaticinando lo que sería su futuro político. “Con un pelo así, yo podría ser presidente de Estados Unidos”, le habría dicho Biden a Maduro, según la información que difundió el régimen venezolano. Casi una década después, ambos parecen condenados a un mismo destino.
Con poco más de tres meses de diferencia, Nicolás Maduro y Joe Biden buscan una cuestionada reelección. El primero por pretender mantenerse aferrado al poder por seis años más tras inhabilitar a la indiscutible ganadora de las primarias opositoras, María Corina Machado, bloquear la postulación de quien ella escogió inicialmente como su representante en los comicios, perseguir y encarcelar a dirigentes de la oposición e impedir la inscripción de más de cuatro millones de venezolanos en el exterior en edad para votar este 28 de julio. Y el segundo por insistir en su capacidad para gobernar cuatro años más pese a las secuelas de su avanzada edad expuestas en el debate del pasado jueves, así como también intentar quitarse del medio a su rival, el republicano Donald Trump, mediante procesos judiciales impulsados por fiscales provenientes de las filas de su partido, con la clara intención de influir en la decisión de los electores que acudirán a las urnas el 5 de noviembre.
Ahora, sorpresivamente Maduro anuncia que reanuda el proceso de diálogo directo con el Gobierno de Estados Unidos en respuesta a la solicitud de Washington, faltando poco más de tres semanas para las presidenciales en Venezuela. “Luego de pensarlo durante dos meses he aceptado, el próximo miércoles se reinician las conversaciones con EE. UU.”, informó este lunes en la noche el dictador venezolano. Casualidad o no, esta decisión se anuncia un día después del simulacro de votación en Venezuela –que el chavismo habitualmente usa para medir la capacidad de su maquinaria– y cuatro días después de la desastrosa participación de Joe Biden en el primer debate presidencial, que según la encuesta realizada esa misma noche por la cadena CNN –que organizó el cara a cara–, fue ganado de manera contundente por Trump con 67 % de preferencia de los entrevistados frente a 33 % de Biden.
El destino de chavistas y demócratas
¿Avanzan Maduro y Biden hacia inevitables derrotas electorales? Salvando las distancias en cuanto al sistema de votación, la separación de poderes y las garantías democráticas en cada país, el analista político internacional Víctor Hugo Juárez sostiene en entrevista con PanAm Post que tanto el chavismo como el Partido Demócrata han apostado por un mismo diseño de campaña que parece condenar a ambos al mismo destino. “Es un diseño de campaña muy flojo, que nunca se había visto porque a lo largo de la historia el chavismo ha tenido buenos asesores con buenos planteamientos de campaña electoral alrededor de la figura de Chávez, pero con lo que hay ahorita parece que Nicolás Maduro, Diosdado Cabello y Jorge Rodríguez fueran los directores de campaña de la propia María Corina Machado y del señor Edmundo González”.
Y mientras Biden y Maduro estarían en la acera de los derrotados. Trump y María Corina tendrían todo a su favor para ser los vencedores. “La María Corina de hoy es mucho más parecida al Trump de hoy, con un discurso mucho más maduro, un discurso mucho más centrado, un discurso mucho más ecuánime”, señala Juárez, quien destaca además cómo el exmandatario estadounidense logró evidenciar durante el debate del pasado jueves su fortaleza tanto física como mental y discursiva, y cómo Machado, a pesar de no aparecer en el tarjetón por la inconstitucional inhabilitación, es a los ojos de los venezolanos “la legítima candidata”.
Una cadena de favores
El destino parece llevarlos por el mismo camino. Luego de aquel encuentro en Brasil, los guiños entre Biden y Maduro comenzaron durante la campaña para las elecciones presidenciales de 2020 en Estados Unidos, cuando el Partido Socialista Unido de Venezuela (PSUV) fijó posición a favor del demócrata con publicaciones en su página web y su cuenta de X (antes Twitter) sobre las promesas de Biden para los migrantes venezolanos, por ejemplo. Una vez se instaló en la Casa Blanca, Joe Biden comenzó a revertir de manera progresiva sanciones impuestas al régimen chavista durante la Administración de Donald Trump.
El Gobierno de Biden básicamente le ha entregado a Maduro todo lo que le ha pedido, incluyendo los sobrinos de Cilia Flores, que pagaban condena por narcotráfico, así como la joya de la corona para el chavismo: Álex Saab, el hombre señalado por EE. UU. de ser testaferro de Maduro, quien esperaba juicio en Florida por lavado de dinero. Hoy, a pesar de la supuesta reimposición de sanciones en abril, la Casa Blanca mantiene vigentes licencias individuales a una larga lista de compañías como la española Repsol, la francesa Maurel & Prom (M&P), la estadounidense Chevron, la británica BP y la empresa estatal de Trinidad y Tobago NGC para seguir operando en Venezuela. Bajo estas condiciones se han dado los diálogos entre Caracas y Washington, que hoy Maduro celebra su reanudación.
El miedo a debatir
Para el analista es importante destacar la función de los debates electorales en una campaña que, por ejemplo, en el caso de Venezuela no ocurren desde antes de la llegada de Hugo Chávez al poder, quien “incluso utilizó la figura del debate para proyectarse como político y conseguir un impacto directo en el electorado”, según recuerda Víctor Hugo Juárez. Pero una vez el chavismo se aferró al poder eso cambió. Tanto Chávez como Maduro se negaron a participar en debates electorales. “Estos sistemas totalitarios que buscan restringir las libertades y los derechos humanos básicos no comulgan con esta figura de debatir, intercambiar opiniones y que el público decida, tomando en cuenta que ellos se manejan por la tesis de la hegemonía comunicacional, y su verdad es solo lo que aparece en los medios oficiales”.
Vale recordar que fue María Corina Machado, siendo diputada, quien retó a Chávez a debatir tras reclamarle en plena sesión de presentación de memoria y cuenta en la Asamblea Nacional que “expropiar es robar”, a lo que el fallecido dictador le respondió: “Yo primero le sugiero que gane las primarias, es lo primero que tiene que hacer, porque está fuera de ranking para debatir conmigo”, agregando luego que “águila no caza mosca”. María Corina Machado ganó las primarias del pasado 22 de octubre con más de 92 % de los votos y no encontró ni águila ni mosca para debatir.