RIO DE JANEIRO— Los brasileños vivieron una intensa jornada electoral presidencial el domingo 2, entre Jair Bolsonaro y Luiz Inácio Lula da Silva, dos rivales con visiones opuestas de Brasil: 43.2% para el actual presidente brasileño y 48.43% para el expresidente, que apuesta por retomar las riendas del país sudamericano tras haber sido acusado de corrupción.
De esta manera, ambos irán a segunda vuelta el 30 de octubre porque ninguno de los dos obtuvo el 50% más uno que pide la constitución brasileña.
«Unas elecciones limpias deben ser respetadas», dijo Bolsonaro tras votar en Rio de Janeiro, y deseó que «venza el mejor».
Con cerca del 20.94% de abstención, 1.59% de los votos en blanco y 2.82% anulados, el gigante sudamericano afronta otra jornada electoral de envergadura.
¿Mayor participación?
Los colegios electorales cerraron a las 17H00 locales (20H00 GMT), aunque quienes ya estaban en la fila a esa hora pudieron votar, acorde a los informes periodísticos..
Pese a que todavía no se conoce la tasa de participación en este país, donde votar es obligatorio so pena de una multa inferior a apenas un dólar, se observaron largas filas en todo el país.
El presidente del Tribunal Superior Electoral, Alexandre de Moraes, destacó el clima de «absoluta tranquilidad» y dijo que no «es posible afirmar», como era señalado en las redes sociales, que las largas filas se deban a problemas de biometría.
Aldeyze Dos Santos, una ama de casa de 40 años, dijo al votar en Brasilia que apoyó a Bolsonaro, defensor de valores como la familia y el no al aborto, «porque es quien está a favor de lo que dice la Biblia».
En las zonas recónditas de la Amazonía, bajo presión por la deforestación masiva durante el gobierno de Bolsonaro, los indígenas también acudieron a las urnas.
«Es importante luchar por la democracia y votar a quienes valoran y respetan los pueblos indígenas», dijo el vicecacique Raimundo Cruz da Silva, de la etnia Kambeba, que vive en una comunidad a 60 km de Manaos, capital amazónica, y votó a Lula.
Polos opuestos
Bolsonaro, de 67 años, mantiene un sólido apoyo entre el electorado de clase media, evangélico, el agronegocio y los sectores más conservadores.
Lula, que fue presidente de 2003 a 2010, vuelve al ruedo político con 76 años sin poder sacudirse la mancha de la corrupción, aunque sus condenas en el escándalo Lava Jato fueron anuladas por un juez.
Excarcelado en 2019, tras pasar 19 meses en prisión, Lula cuenta con el apoyo de las clases populares, y trata de seducir a sectores moderados.