La certidumbre es quizás el bien más valorado por el ser humano, pues le permite controlar el entorno en el cual se desarrolla, afianzando el paradigma de pensamiento moderno del control sobre la heteronomía, es decir, la certidumbre confiere seguridad al humano de controlar su medio ambiente, su entorno, su pensamiento, su existencia en si solidifica la racionalidad y desde luego produce un lenguaje apropiado con las formas del pensamiento claro que le permiten decodificar sus realidades separando la falsedad o contradicción de la veracidad o tautología, la claridad de pensamiento insufla gradientes de escala geométrica al espíritu permitiendo valorar el fin de las virtudes, y por ende la progresividad del ser humano.
Al escindirnos de la capacidad por controlar el entorno y confundirnos, se atrofia la capacidad de convencimiento y en su lugar la dificultad por tener un pensamiento claro se diluye, entonces la población al no lograr ser convencida es confundida y a través e la manipulación de un lenguaje enrevesado, producen un estado de confusión mental que impide que amplios grupos de la población se vean impedidos de llegar a conclusiones válidas.
En el caso de Venezuela no se limita este proceso al reprochable acto de inventar neologismos para la dominación, sino que se apela a la contradicción y reedición del relato, parafraseo y reinterpretación para agobiar a una población pobre de materialidad, de lenguaje y de alma. Este acto censurable se advierte en torno a la antinomia de los logros laborales de un gobierno obrero, no existe salario y el dignificado lumpen es defenestrado a la subsistencia de una bolsa de comida agravada con un conjunto de bonificaciones rimbombantes y huecas de significado, incapaces de asegurar la subsistencia pero eficaces en la generación de altos niveles de confusión y de entropía, con ello nadie sabe lo que devenga, y la sociedad entra en un proceso de lumpenización que es difícilmente reversible, sembrando las bases de la pobreza material, pues se pierde el cabo hacia el control autonómico de los medios de vida.
Con un lenguaje oscuro y contradictorio, asistimos a una feria de falsedades que van desde tímidos anuncios de ajuste salarial, hasta imposibles propuestas de reivindicaciones que jamás se hacen efectivas; la confusión promueve la entropía y le imprime un cariz de antifragilidad a un régimen que se alimenta del caos; la confusión instrumentalizada impide que la gnosis se asiente en niveles de claridad de pensamiento y la sociedad toda culmine extraviada, desanimada y sea ella misma quien avale los procesos de deconstrucción de la verdad y de depauperación de la lengua.
Somos una sociedad absolutamente confundida, en el medio de una torre de Babel cacofónica en donde a diario los mensajes de confusión se replican por miles, las reinterpretaciones desde los propios ministerios de esta distopia tropical se encargan de vigilar y censurar, y una población inerte hipnotizada les permite que sean auscultados y consume de manera complaciente los neologismos que permiten morigerar la responsabilidad de la ruina de un país entero bajo la máxima de: “Venezuela se está arreglando”.
Como ciudadano y profesor universitario le temo mucho más al reduccionismo que a la perversidad del control total, el reduccionismo es abyecto y contrahecho en maldades, hace nimio lo censurable, potable lo reprochable y conduce a la sociedad a esta postración del espíritu.
Como corolario final, la angustia se torna acuciante, fustiga la razón, nos aniquila la capacidad de tener certidumbre; hasta la elemental y metódica ratio técnica es abolida por una nueva, más expoliada de contenido y plena de neologismos y de intersticios seudotécnicos, que lejos de dar certeza imprimen mayor confusión, ya no se trata de pensar en el líder u orador con talante democrático que tome el habla, se trata de aceptar esta orfandad de liderazgos, esta sustitución de realidades por mitologías y realismos mágicos y esta sociedad de relativas moralidades, cada vez más angustia se suma, cada día más desencanto se agrega cuando se advierte la modelización de un homo saucius, como producto final del naufragio de la educación y su toma por la gansterilidad, promoviendo vicios que deponen a las virtudes, ninguna sociedad que permita la escalada del totalitarismo en sus diseños curriculares y el expolio de su personal docente a la miseria es una sociedad condenada al fracaso y que demuestra un alto grado de correlación entre homo saucius y daño antropológico.
No solo las ergástulas, las policías y los medios de coacción generan temor y miedo, que por cierto son sentimientos absolutamente esclavos que inmovilizan al ser humano lo someten al paroxismo, para ser sumergidos en estos giros de una escuela abordada y lograr el triunfo de la confusión contradictoria sobre la racionalidad elemental que presupone claridad,
“Cuanto más siniestros son los deseos de un político, más pomposa, en general, se vuelve la nobleza de su lenguaje”.
Fuente: El Nacional