MIAMI.-Mientras la Reserva Federal (Banco Central) volvía a subir la tasa referencial de interés en 0,25% y la ubicaba por encima del 5% contra la inflación, el First Republic Bank se convertía en el cuarto banco en irse a la quiebra en medio de una crisis, que lejos de terminar, puede agravarse en los próximos meses en EEUU.
Ahora el Banco Central se encuentra entre las redes de la inflación, la crisis bancaria y un gobierno en Washington, cuyas políticas económicas han puesto a Estados Unidos (EEUU) en una posición adversa en extremo.
El impacto de las subidas de las tasas interés es ahora mucho más visible en la economía y de cierto modo, algo aterrador. Las consecuencias ya se ramifican hacia diferentes regiones del planeta, como ocurrió en el 2008.
Las crisis del gobierno
Por un lado, la situación interna con una posición intransigente del presidente Joe Biden y la extrema izquierda frente a las negociaciones con los republicanos para elevar el techo de la deuda y por el otro, la también fallida política exterior con una guerra empantanada en Ucrania y costeada por los contribuyentes norteamericanos (+150.000 millones de dólares, además del enorme gasto con fines partidistas en decenas de países y organizaciones extranjeras).
Pero, además, Washington se ocupa también del conflicto en Sudán, en Taiwán, y enfrenta las constantes amenazas de Corea del Norte e Irán, junto al agravamiento de las tensiones en diversas regiones del planeta que China aprovecha para sacar la mejor tajada.
El gobierno de Biden le ha facilitado a China la adjudicación de líder mundial negociador frente a EEUU que, ante la opinión pública internacional, es el belicista consumado.
El enfrentamiento de la administración de Joe Biden a la industria de combustibles fósiles y el conflicto armado en el llamado “granero del mundo” intensificaron los problemas dentro y fuera de EEUU, un movimiento desestabilizador económico y político similar a los gobiernos de George W. Bush y de Barack Hussein Obama.
Crisis bancaria
Las autoridades financieras estadounidenses tomaron posesión el 1ro de mayo del First Republic Bank, después de la quiebra del Silvergate, Silicon Valley y el Signature, una crisis sin precedentes en la historia de EEUU que la Casa Blanca le resta importancia y la dio por concluida y “controlada”; sin embargo, es ya muchísimo peor que la del 2008, cuando [sólo el Washington Mutual] declaró su insolvencia y fue absorbido también por JPMorgan Chase.
Varios otros bancos regionales se encuentran en fila para una posible quiebra.
Los bancos regionales estadounidenses sufrieron fuertes pérdidas en Wall Street 2 de mayo y eliminaron las esperanzas de que la solución de los problemas del First Republic Bank terminarían con la crisis.
Hasta grandes bancos como Citigroup y Bank of America cayeron en Bolsa, pero las mayores pérdidas ocurrieron en los mismos bancos regionales que están presionados desde marzo por la pérdida de depósitos. Entre ellos, PacWest Bancorp (-24%), Western Alliance Bancorporation (-16%), Zions Bancorporation (-11%) y KeyCorp (-9%).
En esta ocasión, y a la caza del mejor beneficio y poder, JPMorgan Chase volvió a la carga y se queda con el First Republic, convirtiéndose en un [imperio financiero], algo quizás impensable menos de 20 años atrás.
Por su parte, el First Republic, con sede en la ciudad de San Francisco, se convirtió en el segundo banco más grande que colapsa en la historia de EEUU, tras revelar una pérdida de más de 100.000 millones en depósitos desde el tercer mes de este año.
A finales de marzo, los activos del First Republic eran de 233.000 millones de dólares. Su caída representa la segunda mayor destrucción de una entidad financiera en EEUU, excluyendo a bancos de inversión como Lehman Brothers, y después del hundimiento del Washington Mutual.
El banco no logró presentar un plan de rescate satisfactorio y sus acciones siguieron en picada; las autoridades intervinieron y solicitaron ofertas a potenciales compradores.
El imperio financiero
Como parte del acuerdo alcanzado en la madrugada del 1ro de junio, el regulador del estado de California nombró a la Corporación Federal de Seguros de Depósitos (FDIC) como el síndico de First Republic, que se vendió de inmediato a JPMorgan Chase.
El acuerdo significa que JPMorgan recuperó todos los depósitos del First Republic casi todos sus activos, según un comunicado de la FDIC.
La agencia federal estima que tendrá que pagar alrededor de 13.000 millones de dólares para cubrir las pérdidas del First Republic. Ese mismo día las 84 sucursales del banco reabrieron bajo el control de JPMorgan Chase, el mayor beneficiado en esta crisis y en la del 2008.
«Nuestro gobierno nos invitó a nosotros y a otros a dar un paso al frente, y lo hicimos», dijo Jamie Dimon, director ejecutivo de JPMorgan, en un comunicado.
«Esperemos que esto ayude a estabilizar todo», señaló Dimon, quien es ahora “el emperador” en Washington del sistema financiero estadounidense y la figura central entre los bancos, el Tesoro, la Casa Blanca y la Reserva Federal.
En el primer trimestre de 2023, JP Morgan Chase incrementó sus ganancias en un 52% (12.600 millones de dólares) respecto a igual período de 2022, cuando también los dividendos ascendieron de forma significativa en comparación con el año anterior.
La facturación del mayor banco estadounidense en volumen de activos, convertido en el mayor imperio financiero de EEUU, subió un 25%, una cifra récord en el primer cuarto de año.
“A río revuelto” …
En medio de la tormenta, las grandes instituciones financieras estadounidenses se están haciendo de oro con la crisis bancaria y utilizan sus conexiones políticas para beneficiarse, en particular JPMorgan Chase y su presidente ejecutivo, Jamie Dimon, sobre el que muchos afirman que cimenta su legado como el más poderoso de Wall Street. Otros indican que es el “verdadero presidente en las sombras de la Reserva Federal”.
Dimon dirige las decisiones financieras en EEUU junto a Larry Fink, de Black Rock (la mayor gestora de fondos del mundo con activos de casi 9 billones de dólares), este último en un segundo plano por intereses de la propia firma.
JP Morgan no sólo se ha llevado grandes depósitos de fondos, sino que se queda con la mayoría de los clientes de empresas de tecnología consolidadas y de diversos sectores, además de las compañías que decidieron salir de pequeños y medianos bancos u otras entidades prestamistas.
Dimon ha gestionado personalmente estos “rescates” con el Departamento del Tesoro y la Reserva Federal para tranquilizar los mercados, cuando él mismo afirma que la crisis continúa.
Los grandes fondos en los que invierten en gran medida estos gigantes financieros consiguieron en marzo, en medio de la crisis, hacerse con un cofre de 7.200 millones de dólares en apuestas contra las acciones bancarias; es decir, la crisis es para “los de abajo”, y no para “los de arriba”.
De esa cifra, 1.300 millones de dólares proceden de apuestas contra Silicon Valley Bank, $848 millones contra First Republic y otros $684 millones contra Credit Suisess.
Sólo con estos tres bancos, ‘los de arriba’ se “pusieron las botas” en apenas dos o tres semanas. Y de cara a los próximos meses, estos fondos de cobertura prevén mayor turbulencia en el sector bancario.
El “rescate” inútil
En abril, la Reserva Federal estadounidense también autorizó la compra de las filiales estadounidenses de Credit Suisse por parte de UBS Group AG, bajo un plan de salvamento del segundo banco suizo.
El embargo y venta del First Republic por parte del gobierno se produce dos meses después de la liquidación de Silvergate Bank, uno de los bancos favoritos entre las criptomonedas, y la rápida desaparición del Silicon Valley Bank (SVB), después de que asumiera un riesgo excesivo de tasa de interés.
Para evitar otro colapso bancario, las autoridades llegaron a un acuerdo liderado por JPMorgan Chase con 11 bancos importantes en marzo para propiciar un salvavidas de 30.000 millones de dólares al First Republic, pero esos fondos fueron totalmente insuficientes para salvarlo.
Al cierre de Wall Street el 28 de abril, First Republic tenía un valor de apenas 654 millones de dólares en comparación con los más de 20.000 millones a principios de año y de los 40.000 millones en su punto máximo en noviembre de 2021.
A primera vista, el First Republic parecía bien posicionado porque contaba con una clientela pudiente que depositaba grandes sumas.
Sin embargo, la serie de incumplimientos bancarios inquietó a los clientes y la mayoría de los préstamos del First Republic eran hipotecas de tasa fija, que perdieron valor por las tasas de interés.
Signature Bank, con sede en Nueva York, también cerró días después de que lo hiciera Silicon Valley Bank.
El Departamento del Tesoro en su afán de disipar las preocupaciones ofreció declaraciones inmediatas, al igual que hizo cuando la quiebra del Silicon Valley, cuyo dueño ahora es el First Citizens BancShares.
«El sistema bancario sigue siendo sólido y resistente, y los estadounidenses deberían sentirse confiados en la seguridad de sus depósitos y en la capacidad del sistema bancario para cumplir su función esencial de proporcionar crédito a empresas y familias», remarcó un portavoz del Tesoro.
El origen real
La crisis del sector bancario se desató después de que la Reserva Federal emprendiera acciones agresivas, sumamente tardías, para contrarrestar la alta inflación. Esas medidas revaluaron los bonos del Tesoro, junto con el desplome de las acciones de las grandes empresas de tecnología en el mercado bursátil y sus despidos masivos.
Pero el origen verdadero del problema ha sido la plataforma económica de la administración Biden, con la misma agenda del expresidente Barack Obama y con una incidencia mayor de planes de la rama demócrata más radical (“progresistas”).
Los signos de la desaceleración de la mayor economía mundial son diversos desde 2022, entre ellos un déficit comercial récord de 948.100 millones de dólares, 11 meses consecutivos de caída de las ventas de viviendas, una inflación que a mediados de año llegó al 9,1%, la actividad manufacturera en 5 meses consecutivos de fuerte contracción y una deuda pública superior a los 31.4 billones, entre otros parámetros.
En el primer trimestre de 2023, el cuestionable “crecimiento” económico fue de apenas de 0,3% respecto al trimestre anterior, y de 1,1% en ritmo anual.
La mayoría de los bancos regionales (medianos) sufrieron la erosión de sus ingresos netos por intereses: la diferencia entre los intereses que ganan al prestar dinero y los que pagan a los ahorristas que depositan. Muchas de estas entidades, apostaron a empresas emergentes, gran parte de ellas en el sector de tecnología donde el impacto económico en el 2022 hizo mella y los despidos masivos suman más de 100.000 en los últimos seis meses.
Decenas de miles de cuentas se han mudado a los grandes bancos en la búsqueda de mejores garantías de depósitos, con respaldo del gobierno en caso de problemas por la magnitud de sus operaciones, y con mayores márgenes de maniobras y recursos para sortear contratiempos. Este es otro de los factores que han impulsado la crisis bancaria.
El panorama puede acarrear «un endurecimiento de las condiciones de crédito para hogares y empresas, que ralentiza la actividad y el empleo», declaró el 20 de abril Patrick Harker, presidente de la rama de la Fed en Filadelfia.
El Tesoro, la Reserva Federal, algunos analistas y la prensa de izquierda parcializada dirán que la crisis bancaria se ha detenido o no tiene forma de avanzar, pero nada más lejos de la realidad, como mismo ocurrió con la inflación “temporal” o el “avance” de la economía; la “unidad” y el “control de la frontera sur” en el país.
El impacto de las subidas de las tasas interés es ahora mucho más visible en la economía
Las mayores pérdidas ocurrieron en los bancos regionales, presionados por merma de depósitos
En medio de la crisis bancaria, las grandes instituciones financieras se están haciendo de oro