sábado, noviembre 2, 2024
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China intensifica su infiltración en el Medio Oriente

Mookie Tenembaum,

China intensifica su presencia en Oriente Medio y consolida una estrategia que combina la diplomacia, los intereses económicos y la seguridad. Esta intervención es parte de un plan más amplio para asegurar su posición como una superpotencia global, especialmente en un momento de creciente competencia con Estados Unidos, particularmente en el ámbito de la inteligencia artificial y la tecnología avanzada.

El punto de partida más reciente de este plan fue el rol de Pekín en un acuerdo de paz entre Hamas y la Autoridad Palestina. China se presentó como un mediador neutral, ganándose elogios como un agente de paz.

Sin embargo, detrás de esta fachada de pacificación, Pekín persigue objetivos claros y pragmáticos: establecerse como un actor indispensable en la región y promover sus propios intereses estratégicos y económicos.

Uno de los elementos clave es el acceso a recursos energéticos, particularmente el petróleo. China firmó acuerdos con países del Golfo Arábico, como Arabia Saudita y los Emiratos Árabes Unidos, que no solo garantizan el suministro de petróleo, sino que también le otorgan a Pekín una influencia significativa en la región. Estos acuerdos no se limitan a la energía; incluyen inversiones en infraestructura y tecnología, como parte de la Iniciativa de la Franja y la Ruta. Este megaproyecto fortalece la economía china y crea dependencias estratégicas, asegurando que los países de la región vean a China como un socio indispensable.

Un caso especialmente revelador es la colaboración de China con los Emiratos Árabes Unidos en el campo de la ciberseguridad y la inteligencia artificial. Este acuerdo abre nuevas avenidas tecnológicas para Pekín y provocó una reacción de Estados Unidos. Esta colocó a los Emiratos en una lista negra para evitar que tecnología sensible llegara a manos chinas.

Este incidente subraya cómo Pekín utiliza todas las vías posibles para avanzar en tecnología, un área crítica para su ambición global. Además, refuerza la percepción de que las relaciones de China no son de igual a igual, sino que se basan en una estructura de poder asimétrica, donde Pekín busca dominar.

Esta dinámica de poder desigual se refleja también en las relaciones de China con otros países, no solo en Oriente Medio sino también en África. Pekín ha sido criticado por establecer relaciones económicas que, aunque aparentemente beneficiosas, en realidad colocan a los países receptores en una posición de dependencia. Estos acuerdos a menudo implican préstamos a largo plazo con términos que favorecen desproporcionadamente a China, llevando a una relación que se asemeja más a la de un amo y un siervo que a una verdadera colaboración de socios.

Otro aspecto de la estrategia de Pekín en Oriente Medio es su postura en conflictos regionales. En Yemen, por ejemplo, China mantuvo diálogos con todas las partes, abogando por una solución pacífica. Sin embargo, al mismo tiempo, ha seguido vendiendo armas a la región, exacerbando la inestabilidad. Este enfoque dual permite a Pekín jugar a ambos lados del conflicto, maximizando su influencia sin comprometerse completamente con una sola facción.

Además, la participación de China en las negociaciones para revivir el acuerdo nuclear con Irán destaca su papel como un jugador clave en la diplomacia internacional. Al involucrarse en estas negociaciones, Pekín por un lado asegura sus propios intereses estratégicos en Irán, y por otro desafía la hegemonía de Estados Unidos en la región. Esta intervención es coherente con la política exterior china, que busca redefinir el equilibrio de poder global en su favor.

Entre tanto, la relación de China con Israel, particularmente en el ámbito de la tecnología y la ciberseguridad, subraya un enfoque pragmático que prioriza los intereses estratégicos sobre las alineaciones ideológicas tradicionales. Pekín estableció fuertes lazos tecnológicos con Israel, lo que le permite acceder a tecnología avanzada, vital para su desarrollo en inteligencia artificial.

La intervención de China en Oriente Medio es parte de una estrategia deliberada y multifacética para expandir su influencia global. Al posicionarse como un mediador y un socio económico indispensable, Pekín busca establecer una red de dependencias que le asegure un papel central en el futuro de la región. Esta estrategia está orientada a asegurar recursos y tecnología, así como a redefinir las relaciones de poder globales

La narrativa de China en Oriente Medio es, por lo tanto, una historia de ambición, control y la búsqueda de dominación en un escenario global cambiante.

Las cosas como son.

Fuente: Diario Las Américas

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