¿Usted se acuerda del rostro de Cristina Fernández de Kirchner? Bueno, recuérdelo porque lo más probable es que no lo vea por un rato, al menos hasta después del balotaje de noviembre. Salvo que “la jefa” quiera marcarle la cancha al candidato peronista para no perder vigencia y termine dándole el abrazo de oso. Pero, si de Sergio Massa dependiera, CFK y todo su séquito deberían desaparecer de la faz de la Tierra, al menos hasta después que se cierren los comicios.
Todo quedó muy claro cuando el ministro de Economía salió ayer al escenario para dar el discurso triunfal de la remontada épica. Por lo que dijo y por lo que no. ¿Qué manifestó? Que va por la seducción de los votantes de los otros espacios, hasta por los de Patricia Bullrich. Esto quedó en evidencia cuando hizo referencia al “orden”, eje central de la candidatura de la exministra de Seguridad. ¿Qué se guardó? Todas las menciones al kirchnerismo. Ni siquiera invitó a subir a Axel Kicillof, ganador de la reelección en la provincia de Buenos Aires.
Pero la ausencia del bonaerense no fue la única muestra del proceso de “deskirchnerización” pública incipiente. Tampoco estuvo en el escenario el candidato a vicepresidente, Agustín Rossi. ¿Alguien vio alguna vez a un postulante a la Presidencia subir al escenario luego de ganar una elección sin su compañero de fórmula? Inédito, insólito, pero predecible. Rossi “huele” demasiado a K, ya que fue ferviente diputado, así como ministro de Néstor y Cristina. Bueno, ayer en el stand up unipersonal de Massa, al “chivo” ni se lo vio.
Si uno carece por completo del contexto, y se le borra de la memoria (como Massa quisiera) la existencia del kirchnerismo, diría que ayer se impuso el clásico peronista tradicional de centro derecha. Eso es lo que el fallido ministro de Economía desea instalar. Sin embargo, no hay que olvidarse que Massa es Cristina y Cristina es Massa.
Nada de esto es nuevo. Ya se instaló con éxito (desafortunadamente) esta estrategia en 2019 con Alberto Fernández. El supuesto hombre “moderado” que venía a dar la vuelta de página en el peronismo, dejando al kirchnerismo en un rol secundario. Esto no pasó y el Frente de Todos terminó siendo el cuarto gobierno kirchnerista. Aunque CFK diga que el presidente no la escucha, el fracaso total de esta gestión se explica perfectamente con el recetario K de estatismo exacerbado y oscurantismo económico.
La campaña de Massa contra Milei es absolutamente predecible: mandará a guardar a todos los kirchneristas, utilizará todos los recursos disponibles de los aliados internacionales, ya sean los Lula o los chinos y se paseará por todos los canales disfrazado de cordero, mientras se sigue incrementando el déficit de una bomba que estallará a fin de año. Massa le dirá a todo el mundo lo que quiere escuchar y sacará a la cancha su expertise de político profesional. Del lado de enfrente estará un debutante en la política, que trae en su maletín la receta adecuada para sacar al país del pozo. Será una lucha desigual, claro, pero todavía no está el final escrito.