viernes, septiembre 20, 2024
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¿Cómo hacemos para que se acabe la penuria?

Paul Sfeir,

Agradezco profundamente a Diario Las Américas y a su directora ejecutiva Iliana Lavastida por esta invaluable oportunidad de llegar con mi opinión hasta sus lectores en todo el mundo hispanoparlante; ahora también los míos.

Los países libres son dinámicos. La sociedad y la política lo son. Unos, los que ejercen el arte de gobernar y los otros, los “gobernados”, son las partes indispensables de la ecuación llamada “Democracia”.

Esa libertad que intenta que todos participemos, respeta incluso a los polos más extremos e intransigentes. Por ejemplo, a ese que todos los días hace lo posible por asfixiarla para perpetuarse en el poder.

Y es que la izquierda latinoamericana sigue siendo ese conglomerado de agrupaciones que mantienen su genotipo deconstructivo y violento. Solo han variado un poco su fenotipo.

La mutación hacia la democracia de la que presumen es falsa. La extrema izquierda solo se hizo un “lifting”. Se estiraron las arrugas, pero siguen siendo tan perversos como antes.

Y hay un vaso comunicante.

No es casual que comenzando por el de Cuba, todos los partidos Comunistas de América Latina pertenezcan al Foro de Sao Paulo, el dueño de la “franquicia” de la extrema izquierda.

El objeto de una democracia falsa como la que pregonan el chavismo/madurismo en Venezuela o el orteguismo en Nicaragua, es el de aniquilar a la verdadera, la que sí garantiza libertades y derechos. Sus crisis internas lo demuestran.

Y si Ud. apreciado lector pensó que no iba a menciona a la tiranía Castro/Díaz-Canel en Cuba, claro que sí, pero ese desastre exige un párrafo para él solo. Esa es una banda criminal que ya perdió todo escrúpulo y cuidado para con las apariencias. La dictadura comunista cubana ostenta un récord mundial en crueldad.

Pero vuelvo al tema. Los grupos que antes aterrorizaban con asesinatos y subversión en nuestra América sólo cambiaron de nombre. Lo que antes era, por poner un par de ejemplos, el movimiento Tupac Amaru (o los “Tupamaros”), o el Movimiento de Izquierda Revolucionaria de Chile (MIR), que usaban armas y bombas para matar a inocentes donde fuera, no tienen diferencias objetivas con lo que hoy hacen los “colectivos” del régimen comunista venezolano, tanto adentro como afuera de su país, o como lo que hacen organizaciones más recientes, como el “tren de Aragua”, que ha sabido combinar sicariato, terrorismo, extorsión y narcotráfico, con lo que ha logrado incluso penetrar a la política.

Y por algo será.

En algún momento de esta historia, Fidel Castro y Hugo Chávez, decidieron que “el trabajo sucio”, eso de atacar cuarteles, hacer atentados o asesinar objetivos incómodos para sus planes, es decir, el trabajo de terroristas y asesinos era más conveniente que lo realizaran otros. Así, hicieron que el crimen organizado les fuera instrumental para sostener el poder (preferiblemente) a perpetuidad, por ser lo único que les garantizaría la impunidad. En pocas palabras, cobijaron al crimen organizado y le permitieron trabajar para ellos. El efecto es el mismo; el terror y la indefensión para desactivar a los ciudadanos.

La palabra clave es “organizado”.

Tras la caída del Muro de Berlín en 1989, punto de partida del desmoronamiento del socialismo/comunismo, en julio de 1990, en Sao Paulo, Brasil, Luis Inacio Lula Da Silva y el dictador comunista cubano Fidel Castro, decidieron darle un carácter “organizado” a un bloque de partidos, movimientos y células de extrema izquierda de América Latina y el Caribe.

Para una reunión siguiente, en 1991, realizada en Ciudad de México, el conglomerado adoptó el nombre de “Foro de Sao Paulo”.

A partir de ahí, Lula Da Silva llega a la presidencia de Brasil en 2003. También, el “foro” accede a la chequera casi inagotable de Chávez en Venezuela quien, además y entre otras, junto a Néstor y Cristina Kirchner en Argentina, impulsan una iniciativa mediática de desinformación y concientización marxista que comienza a operar desde Caracas para toda América Latina en 2005, y que se llama TeleSur.

Esta articulación latinoamericana y caribeña de partidos y movimientos políticos de la extrema izquierda que dice “luchar en oposición al neoliberalismo y al imperialismo, comprometida con una propuesta de integración regional, la reafirmación de la soberanía y de la autodeterminación”, no es más que la mampara que oculta a agrupaciones y gobiernos de izquierda y progresistas, que además de la corrupción indetenible y el ansia de la perpetuidad, tienen entre sus actuaciones, graves conspiraciones en contra de gobiernos legítimos de la región.

Actos de subversión y rebeldía civil para desestabilizar gobiernos democráticos en toda America Latina, se hicieron más frecuentes y violentos con la aparición del Foro de Sao Paulo. Y ya, incluso, no nos sorprende ver a oriundos de otros países atentando contra el nuestro.

En el caso chileno, con el avance de las investigaciones, ha quedado claramente establecido que la sublevación de octubre de 2019 fue cometida por agrupaciones subversivas y delictuales (conocidas como “octubristas”), amparadas por la extrema izquierda chilena y apoyada por la extrema izquierda latinoamericana, y que tenían como objetivo el derrocamiento del gobierno democrático de Sebastián Piñera (+). Hoy ellos son gobierno en Chile.

El modus operandi y muchos de los actores documentados del estallido criminal chileno, coinciden con el de otros países que también pasaron trances subversivos similares (Perú, Ecuador, Colombia, EEUU) y donde las caras de los promotores se repetían, y se trataba de frecuentes asistentes a reuniones o cumbres “foristas”.

Esta estructura tiene recursos e influencia para trasladar a sus soldados a donde sea necesario y actúan en bloque continental. Pero poco ayuda esa idea de que “lo que ocurre en mi país es único y lo más importante. Lo demás no nos interesa”. A eso lo llamo “chilecentrismo” porque soy chileno. Pero lo sufrimos todos en América Latina. Ud. puede aplicarlo a su país de origen; “cubacentrismo”, “colombocentrismo”, “venecentrismo”, “argecentrismo”, etc.

En los países que visito estimulo a quienes me escuchan sobre en la importancia de saber qué ocurre en nuestro vecindario regional. Y es que los ataques en bloque solo podemos enfrentarlos de forma eficiente en bloque.

Cuando nos enteramos de que bandas narcoterroristas y asesinas como las Fuerzas Armadas Revolucionarias de Colombia (FARC) y/o el Ejército de Liberación Nacional (ELN) también de Colombia, y ambos con células actuando en otros países, han participado con frecuencia en reuniones del Foro de Sao Paulo, debemos advertir un tremendo peligro regional.

Estas situaciones generadas por factores de extremo se deben combatir de manera colaborativa e implacable, con una mirada de “borde”. Desde todo el perímetro democrático. Una mirada seria que permita interpretar qué ocurre. Ese lugar desde donde las personas normales llaman con toda razón buenos a los buenos, malos a los malos, corruptos a los corruptos, terroristas a los terroristas y comunistas a los comunistas.

¿Se va a acabar alguna vez esta penuria? Sí. Pero falta que muchos todavía descubran “por dónde se mata la culebra”.

Hasta la próxima.

Paul Sfeir

Fuente: Diario Las Américas

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