La contraofensiva de Ucrania en Kursk marca un antes y después en la guerra que desató Rusia. Moscú también es vulnerable a una incursión y su capacidad de respuesta parece quedarse, hasta ahora, en sólo la retórica belicosa del presidente, Vladimir Putin, quien opta por fingir tranquilidad ante la toma de al menos de 74 localidades por las fuerzas ucranianas, que abarca 1000 kilómetros de territorio ruso.
Putin parece concentrarse en mantener una fachada de normalidad. De hecho, apela a mostrar que cumple su agenda ejecutiva con la intención de desestimar el impacto de la incursión ucraniana en las regiones transfronterizas. En ese sentido, el mandatario ruso mantiene reuniones programadas con gobernadores regionales, el Consejo de Seguridad e incluso, programó un encuentro con el presidente de la Autoridad Palestina, Mahmoud Abbas y hasta un viaje a Azerbaiyán. Todo ello, sin mencionar la crisis.
Así es Putin. Espera que terceros cumplan con el grueso de las labores que encomienda. Es estrategia. Escurrirse le sirve para apropiarse del mérito de las acciones o evitar la vinculación de su imagen al revés de estas.
Estrategia conocida
Operar sobre la base del miedo y el castigo por la ofensiva de Ucrania es la mayor pericia del jefe de Estado ruso. La tendencia del mandatario es frecuente. De esa forma enfrentó el fracaso de Rusia al comienzo de la invasión a Kiev, el ataque del jefe mercenario del grupo Wagner, Yevgeniy Prigozhin, contra el comando militar regular ruso y el asedio de extremistas islamistas en los conciertos Crocus City Hall.
Guardar silencio para bajar el perfil es la orden. “Siempre es el mismo estilo. A Putin le gusta mantener todo en secreto. Cuando aparece públicamente, no dice mucho. Prefiere no alarmar”, subrayó a Infobae Tatiana Stanovaya, fundadora del grupo analítico con sede en Francia R. Politik.
Sin embargo, a Putin les cuesta disimular su estado real de ansiedad. Su alteración nerviosa es visible en las apariciones televisivas, así se percibió la intempestiva interrupción que realizó al gobernador interino de Kursk, Andrei Smirnov, por revelar la toma de 28 aldeas y 2000 desaparecidos.
“Es Putin en forma clásica, escondiéndose de una crisis”, recalcó Mark Galeotti, experto en seguridad rusa con el Royal United Services Institute con sede en Londres.
Mentiras del Kremlin
Moscú también es una máquina de mentiras en medio de la ofensiva de Ucrania a la cual contribuye el jefe del Estado Mayor, Valery Gerasimov. Si bien el alto funcionario está a cargo del comando operativo de la guerra en Ucrania, sus balances carecen de veracidad, al afirmar que el contingente “enemigo” había sido neutralizado.
A más de una semana del comienzo de la arremetida de las fuerzas a cargo de Zelenski, la capacidad ofensiva para sorprender tácticamente a Moscú resalta como no ocurría desde la Segunda Guerra Mundial.
¿Qué pasará después de la incursión de Ucrania en Kursk? El mundo está en vilo, especialmente, en la Unión Europea prevalece la incertidumbre sobre el bombeo de petróleo ruso por el ramal sur de Druzhba, que atraviesa Ucrania y abastece a Hungría y Eslovaquia. Ambos países reciben el 60 % de su suministro por esta vía y, además, compran el 85 % de gas natural a Rusia a través de Ucrania, para recibirlo por el gasoducto TurkishStream que cruza Turquía y Serbia.
Frente a la tensión, Ucrania tiene tres caminos. El primero es resistir y mantener el control sobre el territorio ocupado en Rusia, lo que requeriría un refuerzo significativo de la logística militar, incluyendo la incorporación de más tropas y el suministro de armamento. Otra opción sería retroceder ligeramente para consolidar las zonas conquistadas, o replegarse por completo, protegiendo sus fuerzas mientras deja al Kremlin en suspenso ante la posibilidad de un ataque similar en otro frente en cualquier momento.