A pesar de que el número de migrantes que entró de manera irregular a Estados Unidos en junio bajó 24 % en comparación con el mes anterior, según el más reciente balance de la Patrulla Fronteriza (CBP, por sus siglas en inglés) divulgado este martes, la actual Administración demócrata no puede ocultar una alarmante cifra de cruces que se le ha salido de las manos. Desde que Joe Biden asumió la Presidencia el 20 de enero de 2021, la migración irregular en EE. UU. equivale a la población total de Nicaragua, considerando que han ingresado al país sin la documentación requerida un total de 6,6 millones de personas.
Luego del fin del Título 42 el pasado 11 de mayo se esperaba un repunte en la migración. Sin embargo, las estadísticas muestran una disminución de 275.245 en mayo a 211.575 en junio. En lo que va del año fiscal 2023 la cifra total de migrantes irregulares ya se ubica en 2.310.987 faltando aún tres meses para cerrar este periodo, lo que indica que muy probablemente superará el total registrado durante el año fiscal 2022, que cerró en 2.766.582.
El récord en un mes se registró en diciembre del año pasado con 302.423. En 2021 la cifra fue de 1.956.519, pero los números comenzaron a repuntar desde febrero, justo después de instalarse Biden en la Casa Blanca. Desde ese mes hasta el cierre del año fiscal en septiembre el balance fue de 1.588.840. Y si se suman los tres años contados desde el mes siguiente a la llegada de Biden al poder la cifra asciende a un total de 6.666.355 cruces irregulares. Para tener una idea de la magnitud basta comparar con la población de Nicaragua, que tiene 6.850.000 habitantes. Con Trump la cifra era tres veces menor. En el año fiscal 2020 los cruces irregulares fueron 646.822.
Cifras por nacionalidad
Los mexicanos encabezan la lista de migrantes que han entrado a EE. UU. durante el mandato de Biden con 1.887.963 cruces. En segundo lugar aparecen los hondureños con 625.069 y en tercero los guatemaltecos con 598.515. En este periodo también destaca el ingreso a territorio estadounidense de manera irregular de 439.253 venezolanos, 420.986 cubanos, 334.010 nicaragüenses, 276.400 colombianos y 207.638 haitianos.
Para intentar frenar estas cifras, el Gobierno de Joe Biden anunció en enero de este año un programa de reunificación –cuyo futuro se definirá en un juicio que comienza el 24 de agosto– para ciudadanos de Cuba, Haití y Nicaragua, que se había empezado a implementar unos meses atrás para venezolanos. Para poder aplicar a esta modalidad es necesario cumplir con una serie de requisitos como tener un patrocinador en EE. UU. Desde la entrada en vigencia del parole humanitario los migrantes de estas nacionalidades que intenten ingresar a territorio estadounidense por la frontera son objeto de deportación. Esto ha provocado una disminución progresiva excepto en el caso de haitianos.
Biden: ¿El buen tipo?
Las promesas de campaña de Joe Biden y Kamala Harris –que apenas asumieron el poder comenzaron a derogar leyes migratorias implementadas por Donald Trump– incentivaron la migración irregular ante la percepción de que el mandatario demócrata les daría un trato distinto a los indocumentados y los dejaría entrar, como se leía en las camisas de cientos de personas que se agolparon en la frontera recién comenzaba el gobierno demócrata.
En su primera rueda de prensa, Biden minimizó la crisis fronteriza que se avecinaba. “Creo que debería sentirme halagado de que la gente venga porque soy un buen tipo, y que esa sea la razón por la que esto sucede, porque soy un hombre decente, o como se haya manejado. Por eso vienen, porque Biden es un buen tipo”, señaló en ese momento el mandatario.
Posteriormente, Harris, encargada de lidiar con la situación en la frontera, cambio el discurso: “No vengan”, dijo desde Guatemala en junio de 2021 en el marco de una gira por la región para intentar frenar la migración. Todo indica que ya era muy tarde. Los migrantes han desbordados los refugios, los estados más afectados como Texas y Florida han optado por enviarlos a las llamadas “ciudades santuario” –tradicionalmente gobernadas por demócratas– y la vicepresidente Kamala Harris ha sentido el problema que no ha podido resolver hasta en el frente de su casa.