viernes, noviembre 15, 2024
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Condenas para inocentes 

JAUME VIVES,

Hace pocos días arrancó el juicio contra Brian Raimundo Céspedes Mendieta, un monstruo boliviano de veinticuatro años, que violó salvajemente a una niña de dieciséis. Los detalles de la violación son tan escabrosos que es mejor no describirlos.

Brian Raimundo Céspedes Mendieta no sólo violó a esa pobre niña de dieciséis años, sino que tiempo atrás había sido condenado a dos cursos de educación sexual por abusar sexualmente de su hermana de siete años. A dos cursos de educación sexual. A dos cursos, han leído bien.

A la joven de dieciséis años la dejó al borde de la muerte, suerte tuvo de que la encontraran, cubierta de sangre y en estado de shock, unos camioneros que la socorrieron.

La fiscalía pide para el violador cuarenta y cinco años de cárcel: treinta por intento de asesinato y quince por violación. Aunque la ley no contempla que pueda cumplir íntegramente esta pena, en caso de que sea condenado.

Brian no lo sé, pero la sociedad sí necesita que la condena sea muy larga, tanto como para que, cuando salga de la cárcel, ya no controle sus esfínteres ni sepa cómo se llama. En su defecto, también valdría una castración química o física, otra opción interesante sería mandarlo a una cárcel de su país, y que sus compatriotas le pagaran la fiesta y la comida para el resto de su vida.

Pero el valor que le damos a la vida de una niña de dieciséis años es tan bajo que Brian estará algunos años en prisión a pensión completa y, antes de llegar a los cincuenta, volverá a ejercer de depredador en nuestras calles.

La condena de dos cursos de educación sexual por abusar sexualmente de su hermana de siete años no fue para Brian, en realidad fue para esa pobre niña de dieciséis. Y la condena que ahora le impongan, siempre que no sea encerrarlo de por vida o anularlo sexualmente, será en el fondo una condena para su próxima víctima.

La ley no está para que juguemos a jueces y abogados. La ley está, principalmente, para proteger a la sociedad de los ataques de los malos. Y también para castigarlos y para que, en la medida de lo posible, paguen por el mal causado. La función de la ley no es obsequiar a los delincuentes con castigos simbólicos, sino imponerles castigos eficaces y ejemplarizantes.

¡Ojalá la condena que el juez imponga a Brian Raimundo Céspedes Mendieta no sea otra vez una condena para su próxima víctima!


Fuente: La gaceta de la Iberosfera

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