ENRIQUE GARCÍA-MÁIQUEZ,
No sorprende a nadie que la «ambientalista Greta Thunberg» haya sido arrestada por la policía por altercados a favor de Palestina y Hamás en Suecia. Pero que la previsibilidad del hecho no nos prive de un análisis de la cuestión.
Las conexiones entre los fanáticos del cambio climático, la extrema izquierda y el radicalismo pro-islámico son evidentes y ubicuas y, por lo visto, a Greta no les molestan en absoluto. No las esconden. Cualquiera de los muchos asesores de imagen y de marketing que asisten muy probablemente a la joven sueca podría haberle dicho que hace un flaco favor a la lucha contra el cambio climático que éste se asocie indisolublemente con el terrorismo de Hamás. Son cosas tan evidentes que cualquiera lo ve. Un asesor medio podría haberle dicho a la Srta. Thunberg: «Mira, Greta, tus simpatías pueden estar con Palestina, por supuesto, pero tú eres un icono del cambio climático y es un tema tan esencial que nos produce hasta ecoansiedad, así que, por el bien de los casquetes polares, no te señales en una causa muy discutible que divide al mundo y en la que podemos perder muchísimos apoyos».
¿Es posible que Greta oyese ese consejo y le diese lo mismo? No. Esto es a sabiendas. Se quiere crear un magma ideológico espeso donde todo vaya confundido con todo: lo eco, lo trans, lo in, lo Hamás, el decrecimiento, el animalismo, la no propiedad y lo esotérico. Así, a bulto. Y unos a otros se prestan sus iconos mediáticos que van de acá para allá defendiendo todo el paquete en su conjunto. A nivel global y de forma más sutil, esto es el mismo muro al que nuestro presidente Sánchez ha hecho mención alguna vez. Dividir en dos a la población, sin posibilidad de fisuras y que la más pequeña y menos cool —la nuestra— sea la pagana —en el sentido de pagar y en el sentido de estar fuera de la fe woke— de la otra, triunfante y dogmática.
La trampa es doble. Por un lado, a los que le compren a Greta, por ejemplo, el alarmismo climático se les echa encima todo un entramado ideológico que te lleva a envolverte, al final, en una bandera palestina. Por el otro lado, si no compras algo del paquete te pones, por tanto, en contra de todo lo que se le añade, incluso de sus aledaños. Por no querer ni izquierdismo woke ni filo-islamismo ni ecoansiedad, parece que te obligan a abjurar de un sano y necesario conservacionismo y de un amor leal a la naturaleza y al entorno.
Pero no es así. Contra esas mezclas interesadas, que Greta Thunberg abandera también, hay que tener mucha calma y mucha finura intelectual para no caer en la trampa ni por un lado ni por otro. El conservacionismo, la atención al campo y el ecologismo sensato son más necesarios que nunca. Por la misma naturaleza, que agradecerá nuestro cuidado y que también lo necesita contra los que quieren sembrar el paisaje de molinos y placas solares; y para evitar el tocomocho ideológico. Que no nos hurten ninguna causa justa a base de gritar más y de mezclarlo todo.