domingo, noviembre 24, 2024
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COVID-19 será el fin para emprendimientos privados en Cuba

 Los nasobucos (mascarillas) para protegerse del virus mortal que llegó de China, amortiguan las voces en una charcutería privada en Santos Suárez, Diez de Octubre, municipio al sur de La Habana. A las siete de la mañana, tres mujeres y dos hombres, con sus mascarillas artesanales, comienzan a preparar 2.500 módulos de embutidos, masa para hamburguesas y croquetas precocinadas, de pollo y jamón. El humo de los cigarrillos se esparce por toda la habitación.
El defectuoso aire acondicionado no logra atenuar la inusitada ola de calor primaveral que asola a Cuba. Colgado en la pared del salón un televisor trasmite un noticiero matinal al cual le han quitado el audio pues nadie presta atención. Diego, el dueño del negocio, y los dependientes están concentrados en cortar lonjas de jamón viking (jamón York) con una lasqueadora eléctrica y envolver en nylon las bandejas que luego repartirán por toda la ciudad.

En 2011, Diego abrió la charcutería, enfocada en un mercado con alto poder adquisitivo. “Cuando la abrí, la estrategia era vender embustidos de calidad. El sector estatal ofertaba embustidos de muy mala calidad con productos químicos tóxicos a la salud. El estado vendía la libra de jamón viking a 30 pesos, era cualquier cosa menos jamón. Nuestro propósito era vender jamones y embutidos caseros de calidad. Una libra de jamón embuchado, una mezcla de jamón viking con pierna de cerdo, costaba 60 pesos. Además de embutidos y chorizos vendíamos masa para hamburguesas, pollo marinado, recortería de embutidos para preparar potaje de frijoles colorados, chícharos, judías o garbanzos, pasta de bocaditos y croquetas, entre otros productos”, explica y añade:
“Las cosas marchaban bien. Pero a principios de 2019, cuando el Estado introdujo un nuevo impuesto a los criadores particulares de puerco, que los obligó a pagar un 50 por ciento más de gravamen, la producción dejó de ser rentable y comenzó a subir el precio de la carne porcina en el mercado. El gobierno inició una guerra contra los criadores privados de cerdos, decomisando y sancionando a varios de ellos. Entonces le puso un precio fijo a la carne de cerdo y los embutidos y tuve que subir entre un cinco y un diez por ciento cada producto. Un día vinieron los inspectores de la ONAT [Oficina Nacional de Obligación Tributaria] y me obligaron a ‘topar’ el precio. Las ganancias eran mínimas. Pero este año, cuando la carne de cerdo comenzó a subir (la libra ronda los 75 y 80 pesos), mi negocio dejó de ser rentable. Estábamos en esa batalla cuando llegó el coronavirus y le puso la tapa al pomo”.
Hace dos semanas, Diego desmontó el salón de venta de la charcutería. “El embutido que me queda lo estoy vendiendo por módulos a través de WhatsApp. Preparé dos opciones, A y B, una a 470 pesos (unos 18 dólares) y otra a 600 pesos (cerca de 25 dólares). Tengo más de 4.000 clientes y las ventas han sido impresionantes. Probablemente para el próximo fin de semana no tenga más materia prima para confeccionar embutido”, detalla Diego.
Rey es propietario de una cafetería de entrepanes, jugos y comida rápida en la esquina de Acosta y Poey, también en el municipio Diez de Octubre. Un negocio gastronómico de precios módicos. Las personas que esperaban en la parada el transporte público aprovechaban para desayunar o tomar café. Decenas de trabajadores estatales y privados así como estudiantes de secundaria y preuniversitario, compraban almuerzo en su cafetería.
Un plato de pollo estofado, arroz congrí, boniato hervido y ensalada de col y tomate costaba 25 pesos, o un peso convertible. Pero mucho antes de que llegara el COVID-19 a Cuba, Rey se vio obligado a reducir el menú debido al aumento de precio de muchos productos y el crónico desabastecimiento estatal. “Ofrecía más de cincuenta platos y vendía cerveza fría. Ahora solo tengo seis o siete platos, entre ellos arroz salteado con perrito (salchicha). Es que resulta el arroz está perdido y los embutidos, el pollo y otros alimentos los venden racionados en las tiendas por divisas. Estoy aguantado para no cerrar a ver si pasa esta racha mala, pero los números no cuadran. Para mantener a mi familia he tenido que meter manos a los ahorros. Si dentro de un mes sigo sin obtener ganancias, tendré que cerrar”.
En 2018, en las tres cuadras que van desde la Avenida de Acosta y la Calzada Diez Octubre hasta la calle Saco, funcionaban más de diez negocios gastronómicos. Las paladares La Fondita y Villa Hernández, la pizzería Heredia y las cafeterías Los Ortiz y Don Sabroso, estaban siempre llenas. “En un día malo vendía 15.000 pesos (600 dólares)”, recuerda el dueño de Don Sabroso. Actualmente, no sobrepasa los 6.000 pesos en una jornada promedio.
En un artículo reciente publicado en CiberCuba, el periodista Carlos Cabrera conversó con el economista y profesor Ángel Rodríguez Pita, quien desde La Habana monitorea la situación de los cuentapropistas. «El coronavirus y algunos errores del gobierno han provocado la destrucción de 136.400 empleos privados en Cuba, muchos de los cuales no volverán a recuperarse. El escenario es muy complicado, porque hemos llegado a él por tres vías: la crisis económica y financiera anterior a la epidemia, el cierre de fronteras ante la expansión del coronavirus y los errores del gobierno, que aplicó mal la legislación», aseguró Rodríguez Pita.
Para el economista Elías Amor Bravo, también consultado por el periodista de CiberCuba, el peor escenario es la destrucción de tejido productivo, por «nada volverá a ser como antes: el botero que pierde su carro, la peluquera que cierra su peluquería, el dueño de la paladar o del bar que echan el cierre de sus negocios». Todos esos cubanos perderán su sustento y volverán a depender el Estado, o no tendrán más remedio que elegir la libertad en el exilio y «el resultado, como quiera que se mire, es malo».
Aunque los emprendedores privados están haciendo lo indecible para no tener que cerrar, ya muchos han tenido que despedir empleados y disminuir considerablemente las ofertas a la población. “Pero el desabastecimiento es tremendo. La harina, fundamental en la confección de pizzas, no se encuentra ni en los centros espirituales. Si la policía te coge con un saco de harina comprado por la izquierda en una panadería puedes parar en el Combinado del Este [la cárcel]”, dice el dueño de una pizzería que vendía las veinticuatro horas y en estos momentos abre cuatro o cinco horas diarias.
Negocios particulares o cooperativos, como la pizzería Heredia, cerró hasta nuevo aviso. Oscar, dueño de una cafetería, cree que es cuestión de tiempo que cerrar definitivamente. “Es que no hay nada, ni en las tiendas del Estado ni en el mercado negro. Y lo peor es que cuando termine la pandemia no se vislumbran mejoras. Contrario a los gobiernos de otros países, el gobierno cubano no tiene previsto entregarnos estímulos económicos que nos permitan soportar esta etapa de epidemia y de crisis económica».
Humberto, dueño de un bar, considera que el gobierno se lavó las manos como Poncio Pilatos y nos ofreció no pagar la licencia si cerramos el negocio. Pero la mayoría de los dueños de pequeños emprendimientos de gastronomía y hospedaje en Cuba no tenemos suficientes ahorros. Cuando esto pase, nos quedaremos con una mano delante y otra atrás. Difícil que podamos reabrir nuestros negocios sin ayuda financiera”.
Noel, propietario de una casa que alquila a parejas, opina que “todo el mundo sabe que la mayor parte del dinero que permitió abrir cientos de negocios en Cuba llegó del exterior, sobre todo de Estados Unidos. Era la época de las supuestas reformas económicas de Raúl Castro, que provocaron que muchos cubanos les proporcionaran dinero a sus familiares en la Isla para abrir un negocio. Incluso numerosos cubanos emigrados se repatriaron y abrieron negocios. Pero al gobierno nunca le interesó que florecieran. Siempre les pusieron zancadillas, con altos impuestos, inspecciones constantes e incumpliendo su promesa de abrir un mercado mayorista. Los pocos negocios rentables estaban ubicados en el eje turístico, en Habana Vieja, Centro Habana, Vedado y Playa. Pero después del coronavirus, el turismo se verá afectado por tiempo indefinido, así que los otrora rentables se verán perjudicados. Los únicos negocios que sobrevivirán son aquellos que están en manos de parientes de pesos pesados del gobierno”.
El resto, se verá obligado a cerrar. O funcionar por la izquierda.
Fuente: Diario las Américas
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