Ahora la Reserva Federal anuncia tres subidas de las tasas de interés en el 2022, cada una de 0.25%, además de reducir gradualmente el programa mensual de compra de activos de $90.000 millones a $60.000 millones hasta su eliminación en marzo del mismo año, entre otras medidas para intentar contener la presión inflacionaria.
El pronóstico de elevar las tasas de interés tres veces en el 2022 contrasta con la previsión anterior, emitida en septiembre, de subirlas una sola vez. La tasa clave de la Fed, actualmente casi en cero, incide en los préstamos individuales y a las empresas, hipotecas, tarjetas de crédito y los llamados bienes duraderos como los electrodomésticos, equipos pesados e industriales, vehículos, etc.
No obstante, las medidas de la Reserva Federal no siempre tienen un impacto inmediato. Incluso, con las tres subidas, las tasas se mantendrían por debajo del 1%.
Reacción tardía de la Reserva Federal
La Reserva Federal indicó que, aunque la inflación ha superado en casi tres veces su pronóstico del 2%, probablemente no empezará a aumentar las tasas de interés hasta que se cumpla su objetivo de “máximo empleo”, algo que aún se mantiene sin una previsión de plazo.
A pesar de la reacción del Banco Central frente a la [grave situación económica], las medidas anunciadas no parecen suficientes para contener con celeridad la inflación y la espiral de precios.
Las acciones de la Reserva Federal contrastan con la decisión unilateral demócrata de subir en 2,5 billones de dólares el techo de la deuda estadounidense junto al cuestionado programa de gastos de la administración Biden, que incluyen $1,2 billones de la Ley de Infraestructura más $1.87 billones del proyecto de ley de gastos sociales, pendiente de aprobación en el Senado federal.
La Casa Blanca también anunció que destinará casi 9.000 millones de dólares a aumentar los préstamos para las empresas propiedad de minorías y para los consumidores de bajos ingresos, a través del Programa de Inversión de Capital de Emergencia.
Las intenciones del gobierno de Biden
Pero la lista de derroche de dinero del contribuyente norteamericano parece no tener fin a pesar de la recesión, el freno de la recuperación económica, la inflación, los altos precios; la escasez de empleados y de productos y la inseguridad que ha regalado el gobierno de Biden en sus primeros 11 de meses de gestión con sus apuestas de cambio climático y plataforma social, impulsada por el ala radical socialista de Bernie Sanders dentro del Partido Demócrata.
Lo que ocurre con el gobierno de Biden es que se ha plegado a las exigencias de la extrema izquierda para aplicar un programa socialista de gigantesco gasto dentro de la economía capitalista occidental estadounidense; y… en el [peor momento]. Esa es gran parte de la respuesta al descalabro de respaldo popular a su gestión (entre 35% y 37%), según las encuestas.
En su intento fallido de tratar de desarticular las bases sólidas estructurales y conservadoras de la economía de EEUU, el resultado de [desastre] no espera al final. Surgen señales e indicadores de aviso importantes por medidas inefectivas como las aplicadas a la industria del petróleo, el regreso a la dependencia energética exterior y a los precios del mercado internacional; las órdenes de vacunación obligatoria con decenas de miles de despidos y renuncias; excesivas e innecesarias ayudas federales, por sólo citar algunas.
Si de forma consciente se protagonizan las causas, pero además se decide hacer caso omiso a las consecuencias, entonces los indicativos comienzan a generar caos y crisis insostenibles. Es precisamente a lo que se enfrenta ahora la administración Biden y que soslayan los medios liberales de prensa.
Las crisis creadas por la actual administración
Los más de 10 millones de puestos de trabajo vacantes en el país -cifra que se incrementó durante casi dos años de pandemia- el alza de los precios del combustible causados por el cierre de los oleoductos desde Canadá y las limitaciones a la extracción nacional de crudo emprendidas por la administración Biden junto a la escasez de materias primas y suministros desde el exterior, dispararon los precios de los productos de consumo y los costos de producción en casi todos los sectores de la economía.
Los precios de los alimentos en general en el 2021 subieron más de un 12%, y en el caso de los cárnicos y embutidos más de un 18% [como promedio], un alza que se sumó a la del 2020 durante los picos de pandemia, y que se mantuvo.
La escasez de “microchips” o semiconductores en el 2021 hizo caer la producción de vehículos en más de un 40% y los fabricantes, en algunos casos como Toyota, se vieron obligados a cerrar por algunas semanas plantas de ensamblaje en EEUU, lo que disparó el precio de los vehículos usados por la falta de inventario nuevo en el mercado automotriz.
Los directivos de Toyota instaron a Washington a “no jugar a la política” refiriéndose a que el proyecto de ley mal llamado hasta ahora ‘US. Build Back Better’ (Reconstruir Mejor a EEUU) otorga un crédito fiscal de 4.500 dólares por cada vehículo eléctrico fabricado en EEUU por [trabajadores sindicalizados].
«No juguemos a la política con el medio ambiente, el trabajador del automóvil estadounidense, ni el consumidor estadounidense», dijo en un comunicado la compañía Toyota. «Esto no es justo. No es correcto».
Toyota cuenta con 10 fábricas de automóviles en el país y emplea a 36.000 trabajadores.
Las políticas impositivas de Washington
Este es sólo un ángulo de las políticas impositivas de la actual administración, que en su mayoría desestimulan la producción y el desarrollo tradicional estadounidense.
Las acciones de la administración Biden, influenciadas por presiones de la extrema izquierda, socavan las estructuras de la economía estadounidense tomando dinero del erario público sin ninguna garantía de retroalimentación de esos fondos y revierten las funciones espontáneas del capitalismo occidental para implantar el control del estado, muy similar al sistema socialista de China.
A pesar de las supuestas discrepancias entre la Casa Blanca y Pekín, que la prensa liberal intenta vender a los estadounidenses, la realidad es que el presidente Joe Biden y la mayoría de sus asesores y miembros de su gabinete son [afines a directrices del sistema económico chino].
“China no es un enemigo de EEUU como lo ha hecho ver Trump”, expresó Biden durante su campaña electoral. Y aunque ha mantenido presuntamente la misma línea dura de la anterior administración contra el régimen asiático, su plataforma estratégica hasta el momento se inclina cada vez más hacia un mayor control del estado sobre la sociedad, la política y la economía estadounidense.
Lo han confirmado sus más de 75 órdenes ejecutivas en menos de un año de mandato y la continuidad de esa forma de gobierno.
Las lamentables consecuencias
La pandemia ha sido el mejor pretexto para desactivar el voto republicano mediante legislaciones de emergencia nacional en ambas Cámaras del Congreso, que le han permitido aprobar leyes de manera unipartidista.
Los mandatos de vacunación obligatoria y las prioridades, alejadas de la situación actual que viven los estadounidenses, ratifica la fórmula de una desacertada extrema izquierda.
Es casi improbable que por este camino veamos estabilidad económica y acciones concretas que cierren las crisis creadas bajo esta administración y sus altos gastos en sectores totalmente improductivos, que dependen de las subvenciones federales alimentadas con los impuestos de los contribuyentes.
La deuda ya supera los $30 billones con la subida del límite, aprobada por los demócratas y las tibias medidas que plantea la Reserva Federal contra la inflación no adelantan un panorama beneficioso para los estadounidenses en el 2022.
El Tesoro y la Reserva Federal han actuado de forma tardía frente a los indicadores inflacionarios, por lo cual un freno también tomará bastante tiempo. Mientras, los estadounidenses, sin importar su afiliación política, seguirán pagando las consecuencias de las desacertadas políticas económicas de la administración Biden.
Fuente: Diario las Américas