MIAMI — Miles de dominicanos se vienen movilizando en marchas pacíficas cada vez más frecuentes para alertar a sus autoridades y a la comunidad internacional sobre lo que consideran un “grave riesgo” para la soberanía y estabilidad del país antillano: la desmesurada inmigración de población haitiana hacia República Dominicana.
El exdiputado, exministro de Energía y Minas y escritor dominicano Pelegrín Castillo tiene por cierto que el “traslado masivo y sostenido” de una “población depauperada” tiene como objetivo su “asentamiento permanente en el territorio nacional”, en medio de un “peligroso proceso de balcanización [fragmentación del territorio]”.
Según Castillo, China, Rusia e Irán no son ajenos a ese fenómeno y estarían “dispuestos a convertir a la región, otra vez, en escenario de los pulsos geoestratégicos que se desarrollan a escala planetaria” para tratar de demostrar, en su opinión, que los Estados Unidos “ya no controla su región contigua”.
¿Cuál es la situación actual respecto al éxodo masivo de haitianos hacia su país?
Entré República Dominicana y Haití no existen problemas migratorios, esa es una forma errónea de describir el problema. Lo que existe es un problema internacional con serias implicaciones de seguridad interior y exterior. Propiamente no es migración, es traslado masivo y sostenido de una población depauperada para su asentamiento permanente en el territorio nacional. En una nación insular pequeña, existen cerca de cuatrocientos asentamientos en desarrollo, lo que está provocando una pérdida de la cohesión territorial y social, un peligroso proceso de balcanización [fragmentación del territorio]. Y es que en República Dominicana hay más haitianos por kilómetros cuadrados que norteamericanos en Norteamérica.
Haití es uno de los países más pobres del mundo. ¿Cómo ha sido la respuesta de la comunidad internacional frente a los pedidos de ayuda para esa nación?
Es muy penoso lo que sucede. Desde 1992 a la fecha se han enviado 10 misiones internacionales a Haití, con diferentes propósitos, y Haití está peor que nunca. En 2010, tras el terremoto, se pensó que por fin se haría un esfuerzo de rescate y reconstrucción, un mini Plan Marshall [programa estadounidense dedicado a la reconversión económica de Europa tras finalizar la Segunda Guerra Mundial], pero todo resultó en un fiasco escandaloso. En República Dominicana muchos creemos que eso se debe a que los poderes internacionales y los organismos como la ONU y la OEA han preferido forzar la ‘solución dominicana’ a los problemas de Haití, asignándole el rol de Estado pivote o tapón y zona de amortiguamiento. La experiencia de tres decenios demuestra que, con ese esquema, ni Haití sale a camino y nosotros somos arrastrados al abismo de un conflicto insular que puede alterar la paz y la estabilidad de la región. Claro que hay minorías poderosas que ganan, pero la nación pierde en todos los sentidos. Por eso llegó la hora de cambiar el esquema y que se vaya a un auténtico esfuerzo de rescate y reconstrucción de Haití en Haití. Pero en cambio vemos con preocupación que se está implosionando Haití con los grupos paramilitares que emplean métodos terroristas, para provocar un traslado masivo y forzado de poblaciones hacia la parte oriental de la isla. En el 2019 se trabajó desde organismos internacionales un plan de crisis de flujos masivos de migrantes que serían convertidos en refugiados. Esa ‘operación especial’ es un crimen internacional sofisticado y perverso.
¿China, Rusia e Irán tienen intereses en Haití?
Está claro que China, Rusia e Irán, que están presentes en la región Gran Caribe y tienen sus mejores aliados en Cuba, Venezuela y Nicaragua, están dispuestos a convertir a la región, otra vez, en escenario de los pulsos geoestratégicos que se desarrollan a escala planetaria. Ya los chinos lo han venido haciendo con el doble rasero con que proceden para impedir aperturas de oficinas de intereses de Taiwán. Concretamente, estas potencias rivales de Estados Unidos quisieran demostrar en esta guerra híbrida que estamos presenciando que los estadounidenses ya no controlan su región contigua, lo que los geopolíticos llaman su ‘Mediterráneo americano’, que en palabras de Mao son un ‘tigre de papel’. China aceptó llevar el tema al Consejo de Seguridad de la ONU a petición de un grupo de dirigentes opositores haitianos, que le dirigieron una carta a los presidentes [de China] Xi Jinping y [de Rusia Vladimir] Putin. Actualmente, en Haití, desde la declaración de Hincha Papaye del 2019, hay muchos grupos radicales que trabajan para lograr lo que llaman una transición con ruptura, que no es más que una revolución anticolonial y antioccidental, de vuelta a los orígenes, que implique una ruptura con las potencias y un realineamiento internacional.
¿Qué tanto ha crecido la comunidad haitiana en República Dominicana?
Ha crecido demasiado, ha desbordado los límites que la República Dominicana puede gestionar. Una de las mayores riquezas de nuestro país es que ha sido siempre una nación multirracial, abierta a la amalgama y la integración, con un enorme proceso de mestizaje, pero en el caso de estos flujos masivos y descomunales de haitianos, que además ejercen un efecto acumulativo, nos aproximamos a unos escenarios de conflicto preocupantes. Las autoridades nos informaron recientemente que entre un 20% y un 25% de las infracciones violentas involucran a un haitiano como victimario o como víctima, con frecuencia en conflictos entre ellos mismos.
¿Cómo ha sido el manejo dado por los gobiernos recientes en su país al tema haitiano?
El Gobierno del presidente Luis Abinader ha cambiado sustancialmente el discurso de política exterior. Diría que en sentido correcto, ha enfatizado que no hay solución dominicana a las crisis de Haití, que no se trata de un problema migratorio, sino de seguridad nacional y que la comunidad internacional, en especial Estados Unidos, Francia y Canadá no deben desentenderse del destino de Haití, y mucho menos esperar que República Dominicana encare sola ese desafío tan complejo. Sin embargo, las políticas internas de migración y control, que deberían respaldar ese discurso que goza de amplia aprobación, son débiles, vacilantes, ambiguas. Al presidente Abinader le hemos dicho que debe acompañar el discurso con acciones enérgicas y justas, ya que la política internacional es implacable. Desde el Instituto Duartiano y las organizaciones de la marcha patriótica RD, que involucran a entidades y líderes de los más diversos sectores, sabemos que hay que unificar al pueblo con sentido patriótico, movilizarlo y trasformar la conciencia colectiva e individual de los dominicanos con relación al desafío histórico más peligroso y complejo para la existencia de la República, desde su fundación en 1844.