domingo, noviembre 17, 2024
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Crisis política en Nicaragua, ¿un callejón sin salida?

MIAMI  El gobernante sandinista Daniel Ortega se ha atrincherado con el respaldo de las Fuerzas Armas y un cerco de leyes aprobadas por la oficialista Asamblea Nacional con el propósito de consolidar su permanencia en el poder, dejando a la oposición tres únicas opciones: cárcel, exilio o muerte, una situación que está agudizando la crisis sociopolítica iniciada en 2018.
El último blanco sobre el que ha puesto sus ojos Ortega es la iglesia católica, contra la cual ha intensificado la represión. Es la única voz que Ortega aún no ha logrado apagar, que aboga por la paz y una salida a la crisis en la que el dictador ha sumergido al país.

La labor de los líderes de la iglesia católica ha desatado la furia de Ortega y su esposa y vicepresidenta Rosario Murillo a quienes llama “curas hijos del demonio”. Tres sacerdotes y un obispo están presos, a otros les impide salir de sus parroquias y permanecen en condición de secuestrados, mientras las tradicionales procesiones religiosas son impedidas de realizar.

Hasta dónde va a llegar

El analista político y exdiputado nicaragüense Eliseo Núñez, sostiene que “Ortega va a llegar hasta el momento en que la iglesia católica claudique ante él y se comprometa a que no va a hablar de la situación que atraviesa el país, es lo que quiere, y si no lo logra con cuatro sacerdotes y un obispo preso, lo seguirá haciendo”.

“Si la iglesia católica va a claudicar -es algo que dudo mucho- creería que no lo haría; sin embargo, el costo que va a pagar por eso es altísimo”, apunta Núñez.

La crisis del país luce en un callejón sin salida reconoce Núñez, y todo apunta a que Ortega busca imponer el fracasado modelo político cubano en Nicaragua, llevando al país al unipartidismo y controlar la vida de los nicaragüenses a través de los aparatos represivos y de Inteligencia.

Tras las protestas de abril, Ortega aprobó una serie de “regulaciones” como la La Ley de Agentes Extranjeros, la Ley de Ciberdelitos, la Ley de Soberanía, conocida como Ley 1055, la reforma al Código Procesal Penal, la Ley de cadena perpetua para los “delitos de odio”, así llama Ortega las acciones de la oposición. En total se trata de una decena de leyes represivas que aprobó tras las protestas de abril dirigidas a los que critiquen el modelo por el que Ortega lleva al país. Más de 190 opositores, entre ellos siete exaspirantes presidenciales, sentenciados a largas condenas que oscilan entre los 8 y 13 años de cárcel.

Escalada de una crisis

Para Núñez, Ortega ha ido escalando la represión, inicialmente contra líderes políticos, ONG, medios de comunicación independientes, y estima que su último paso es contra la iglesia católica.

“El problema no son las leyes porque estas pueden ser derogadas en el momento que cambien las condiciones del país, el problema radica en la implementación de esas leyes, es decir, la capacidad que tiene Ortega para imponerlas a través de las armas. La crisis si luce en un callejón sin salida porque Ortega apuesta por llevar las cosas a un punto que solo sea posible salir a través de la violencia”, aseveró Núñez.

“Luce sin salida porque no veo voluntad para ir por la vía violenta, no la tenemos, porque Ortega proviene precisamente de una solución de este tipo, cuando aplicas una solución con ese mismo patrón, los que llegan al poder tendrían el mismo modelo de Ortega que es autoritario y con más herramientas que las que tuvo [el régimen de Anastasio] Somoza, por ejemplo”.

Nicaragua ha vivido dos guerras en menos de medio siglo. La primera contra el régimen de Somoza dirigida por guerrilleros y el respaldo de Cuba, que tras derrocar a Somoza instauró una dictadura de izquierda que conllevó a otra guerra de liberación contra el sandinismo. Se estima que ambas guerras causaron más de 100.000 nicaragüenses muertos.

Pero Nicaragua no ha logrado librarse del sandinismo, Ortega llegó al poder en enero de 2007, 16 años después de la derrota electoral de 1990, porque gracias a la “amnistía” del régimen sandinista, ratificada posteriormente por el nuevo gobierno de Violeta Barrios de Chamorro, miles de crímenes han podido permanecer impunes. Los alzados fueron desarmados, pero el sandinismo continuó armado y con el control de Ejército y la Policía.

“Ortega lleva a la sociedad nicaragüense, a la oposición y a la comunidad internacional hasta el punto en que no pueden hacer nada más, y los mecanismos diplomáticos no sirven de mucho”, acotó Núñez.

Diálogo

En algunos círculos políticos principalmente vinculados al sandinismo disidente se empieza a hablar de la viabilidad de un diálogo con el régimen, esto luego de que El Vaticano manifestó “preocupación” por la crisis en Nicaragua y la persecución contra la iglesia católica, y pidió buscar “caminos de entendimiento basados en el respeto” y lo que llamó “confianza recíproca”, que no existe.

“La Santa Sede no puede dejar de manifestar su preocupación al respecto, mientras asegura su deseo de colaborar siempre con quienes apuestan por el diálogo como instrumento indispensable de la democracia y garante de una civilización más humana y fraterna”, dijo el observador permanente de la Santa Sede ante la Organización de Estados Americanos (OEA), Juan Antonio Cruz, durante una sesión extraordinaria del Consejo Permanente realizada el pasado 12 de agosto para abordar la crisis en Nicaragua.

Sobre el tema, Núñez sostiene que no se opone a ese mecanismo, pero “un diálogo en estas condiciones que, para ir a capitular ante Ortega, es un absurdo”, sostiene.

Ortega ha manifestado no estar interesado en el diálogo que anunció para después de las elecciones de noviembre de 2021. Para algunos analistas, el dictador no está interesado en dialogar con la oposición que tras descabezarla no tiene nada que ofrecer; también consideran que el diálogo lo buscaría Ortega con Estados Unidos, su principal aliado comercial, algo que ya el régimen hizo en mayo, tras la invasión rusa a Ucrania, pero luego se retractó.

“Lo que Ortega quiere es que regresemos al país, que aceptemos sus condiciones que son no hablar, ni decir nada, dejar que él haga lo que quiera y dejar que él le herede el gobierno a su familia. A cambio de eso nos hace el favor de no encarcelarnos, no matarnos o exiliarnos, pero nada más, el resto de las cosas siguen iguales. ¿Qué punto de presión hay para obligarlo a que haga algo diferente?”, cuestionó Núñez.

Solución

“La manera de hacerle frente a esto es construir una oposición creíble, que Ortega no pueda destruir tan fácilmente y esto es el reto que se tiene y es algo que se puede hacer porque en ese momento la gente va a tener alternativas, actualmente la gente solo mira a Ortega que no lo quiere, y al otro lado no mira nada”.

Fuente: Diario las Américas.

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