MIAMI- La destitución de Kevin McCarthy como presidente de la Cámara de Representantes pudiera dar un giro a las desacertadas líneas económicas y políticas de Joe Biden junto a la extrema izquierda, pero también atentan contra la estabilidad y unión de los republicanos.
Algunos representantes y senadores conservadores manifestaron inconformidad con la destitución de McCarthy debido a las implicaciones que conlleva.
El expresidente Donald Trump se preguntó en su red social Truth Social “por qué los republicanos seguimos en guerras internas en vez de unirnos y luchar contra la destrucción de EEUU por parte del gobierno de Joe Biden”.
El 55º presidente de la Cámara fue despojado del cargo en una votación provocada por representantes de su propio partido, en medio de luchas internas de cara a las elecciones presidenciales de 2024.
El presidente de la Cámara Baja es el tercero en la línea de sucesión del presidente.
Demócratas sacan provecho
Cuando muchos demócratas se aprovecharon de la situación para votar contra McCarthy, queda claro que las consecuencias de removerlo del cargo en los momentos actuales puede verse como una decisión impulsiva y hasta cierto punto irresponsable.
A pesar de que el conservador californiano no contaba con el respaldo de un importante grupo de republicanos y le era muy difícil encontrar el balance entre el sector moderado y el más exigente dentro del Partido, al final representaba estabilidad de poder y fuerza republicana.
Como mismo hizo concesiones frente a los demócratas, también los obligó a reducir gran parte de los excesivos gastos de la administración Biden en asuntos sin relevancia para la mayoría de los estadounidenses.
Los nuevos demócratas o extremistas dentro del bando azul, mediante medidas radicales y unilaterales desde la llegada de Biden a la Casa Blanca, pusieron contra la pared a la minoría republicana en la Cámara Baja antes de las elecciones de medio término, lo que causó impotencia e ira entre los conservadores.
El propio presidente Biden llegó a decir que no le “importaba el voto de los republicanos y mucho menos lo necesitaba para ejecutar sus planes”. En este punto, un grupo de conservadores le pagan al mandatario con la misma moneda e intransigencia conque ha desarrollado su mandato, bajo las premisas influyentes de la ultraizquierda en el Congreso.
Muchos no han olvidado las decenas de órdenes ejecutivas, sin precedente en la historia de EEUU, en los primeros días de Biden en la Oficina Oval para revertir casi todos los logros del expresidente Trump. Y luego sus mandatos obligatorios como la vacunación por el COVID-19 o SARS COVID-2.
Un comienzo así levantó muchas preocupaciones y ronchas dentro del sistema político estadounidense y entre decenas de millones de ciudadanos que vieron una seria amenaza para el orden constitucional y la democracia norteamericana.
Amparados -sin justificación real- en una legislación constitucional de emergencia por la pandemia de COVID-19, cuando la enfermedad ya había rebasado sus picos y se encontraba en declive, la entonces presidenta de la Cámara Baja, Nancy Pelosi, presentó la propuesta que permitía aprobar múltiples legislaciones, fondos y acciones con una minoría simple.
A partir de ese momento, los demócratas se aprovecharon y tiraron contra las cuerdas a los republicanos, que quedaron prácticamente marginados en el Congreso, excepto para votaciones no permitidas bajo esa ley de emergencia.
La revancha republicana
Tras las elecciones de medio término en noviembre de 2022, los conservadores retomaron el control de la Cámara Baja y gran parte de ellos intentan revertir los planes de la izquierda y la extrema izquierda, pero no cuentan con la mayoría en el Senado, lo cual hace más complicadas las previsiones.
Tres elementos esenciales incidieron en la destitución de McCarthy, quien llegó al puesto luego de varias votaciones y la promesa de ser firme ante la controversial y errada agenda de Biden, o se enfrentaría a la salida del cargo con la petición de un solo miembro demócrata o republicano.
Primero, en vez de detenerse el caos y el enorme gasto en la frontera sur, aumentó; segundo, el descomunal subsidio a Ucrania para enfrentar la invasión de Rusia, lejos de disminuir, se incrementó. Tercero, no fue hasta varios meses después y bajo una presión notable, que McCarthy decidió ordenar una investigación por corrupción y riesgos para la seguridad nacional contra la familia Biden, en especial contra el Presidente y su hijo menor, Hunter Biden. ¿El objetivo? Revelar lo que esconden o encubren el Departamento de Justicia y el Buró Federal de Investigaciones (FBI) para luego buscar el “impeachment” a Biden o la salida del poder mediante un juicio político.
McCarthy era visto por seguidores del expresidente Trump como una persona no confiable, después de las reiteradas críticas al entonces jefe de la Casa Blanca por los sucesos del 6 de enero de 2021 en el Capitolio en Washington y su presunta vinculación.
Varios meses después de entrevistas en las grandes cadenas y de conocerse elementos que contradecían las aseveraciones de la izquierda sobre el papel de Trump en la revuelta frente al Capitolio, bajo la percepción de un fraude masivo electoral en estados clave, fue que McCarty dio marcha atrás y viajó expresamente a Mar-a-Lago para pedir disculpas al exmandatario.
Esta acción, no obstante, quedó fuera de la aceptación de un grupo de senadores y representantes federales republicanos en el Congreso, algunos de ellos recién elegidos y opuestos de manera rotunda a las crisis causadas por la administración Biden, como el caso de Matt Gaetz, legislador por Florida y Marjorie Taylor Greene, representante de Georgia.
Concesiones “eliminan” a McCarthy
Las concesiones hechas por McCarthy para lograr finalmente un acuerdo con los demócratas y Biden para evitar el cierre de gobierno terminaron en su destitución.
Debido al impacto que puede tener en su gobierno, Biden llamó a los republicanos a buscar lo antes posible un sustituto para el expresidente de la Cámara Baja.
Un retraso próximo al 17 de noviembre, fecha en que vencen los fondos recién aprobados, significaría poner aún más contra la pared la ayuda a Ucrania y los demás planes partidistas y de subvenciones de la izquierda, que han desangrado el dinero de los contribuyentes.
Si el nuevo presidente republicano de la Cámara Baja resulta ser más severo que McCarthy, es muy probable que a mediados de noviembre, si los nuevos demócratas no ceden, se paralice el gobierno.
En medio de una campaña desaforada por buscar fondos para fines partidistas enmascarados en proyectos sociales, los demócratas y la extrema izquierda en el Congreso alimentan crisis como la inflación, los bancos, suministros, dependencia energética, la industria inmobiliaria y la frontera, todo con el fin de obligar a aprobar más dinero y vertirlo en el enorme gasto que proponen “supuestamente” para “solucionarlas”, luego de ser creadas por ellos mismos.
Este juego político entre los regímenes socialistas figura como típico, pero dentro de la democracia estadounidense salta todas las alarmas. Y eso es lo que divisan congresistas y decenas de millones de estadounidenses desde hace casi tres años bajo el gobierno de Biden.
Como ya resulta conocido y sin citar textualmente la frase original del escritor, político y analista estadounidense, Harry Browne, la ideología de izquierda o socialista te fractura las piernas, luego te vende las muletas para sacar provecho financiero y a la vez creas que te ayuda de manera humanitaria
A las puertas delOtro posible cierre
A mediados de noviembre se buscará otra vez aumentar el techo de la deuda de EEUU, que ya supera los 32 billones de dólares.
Un cierre del gobierno y el aumento de la deuda podrían causar, entre otras consecuencias, un nuevo análisis de las agencias calificadoras sobre la nota crediticia de Estados Unidos, que ya fue disminuida a principios de agosto por Fitch Ratings de triple A (AAA) a Doble A Más (AA+).
Los inversionistas extranjeros confían en la seguridad del sistema financiero de EEUU, pero una nueva reducción de la calificación crediticia pondría en riesgo nuevas inversiones y otras podrían retirarse del mercado estadounidense. Es poco probable que esto último ocurra, pero en el centro de las circunstancias actuales a nivel mundial, cualquier cosa puede suceder.
Una rebaja de la nota crediticia también implica un impacto en la estabilidd y fortaleza del dólar estadounidense, algo funesto para la economía de Norteamérica bajo la actual administración Biden con sus fallidas políticas económicas y en política exterior.
Al mismo tiempo congela los salarios de funcionarios y agentes federales con un alto costo para la seguridad nacional, pero para algunos republicanos el precio a pagar es necesario cuando se trata de una ultraizquierda que desestabiliza al país y lo destruye a pasos agigantados.
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