miércoles, noviembre 13, 2024
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Cuando se ilegaliza a Dios

MIQUEL GIMÉNEZ,

Siempre que me piden que recomiende algún autor cito a Chesterton. Fue él quien dijo que si eliminábamos a Dios, lo que quedaba era lo antinatural. Ése es el origen del mal y bien que lo vemos a diario en todos los órdenes. La nueva religión que siempre han intentado crear los dictadores como Hitler, Stalin o Mao se ha impuesto en nuestras vidas de manera sutil, pero implacable. Se ha sustituido el calendario natural, histórico, religioso, que de manera secular gozábamos por otra cosa horrenda. Y como la forma define el fondo, hay toda una serie de festividades creadas por ese pensamiento globalista que solo tienen por fin desterrar cualquier resto de Dios, de lo espiritual, de la religiosidad. Pero, cuidado, hablamos del Dios católico, del Dios que murió en la cruz, porque las otras religiones son mimadas y aun promocionadas por la izquierda woke. La Natividad de Cristo, la Semana Santa o Todos los Santos han ido a parar al rincón de lo facha, de lo carcomido, de los trastos viejos que uno acaba por tirar porque estorban y crían polvo. Ahí tienen ustedes, por vía de ejemplo, a Halloween, tradición importada que tiene su origen en el Samhain celta que nada tiene que ver con nuestras costumbres ancestrales.

Los nazis, ya que de dictaduras hablamos, pretendieron sustituir la Pascua navideña por una festividad llamada Julfest en la que cualquier amago de cristianismo era furibundamente rechazado. Todo el calendario festivo en el Tercer Reich estaba consagrado a la nefanda ideología racista nazi y orbitaba alrededor del Führer. Algún día habrá que hablar largo y tendido de esa tendencia constante en la historia. Se rinde culto a ritos paganos, se demoniza a la Iglesia y a los creyentes, se prohíbe el culto y en su lugar se injerta en la masa un nuevo modelo que siempre es excluyente, anulador de la igualdad entre todos los seres humanos y, volviendo a Chesterton, antinatural. Porque el impulso en todo ser humano es la tendencia a la trascendencia divina. Desde que el hombre es hombre, ha mirado al cielo en busca de esa fuerza regidora de todas las cosas. Pero vivimos en tiempos donde uno puede salir en televisión y decir que es adorador de Satán con la mayor de las normalidades o que defiende la pedofilia o denigrar al Santo Padre sin ningún problema. Ah, pero si usted dice ser católico, si va a misa, si dice que reza el rosario, si bautiza a sus hijos o si solicita la extremaunción en sus últimos momentos en este mundo le apostrofarán como un ser nefasto para la sociedad, como seguidor de una religión malvada, cruel y poco menos que abominable.

Dios, que es piedad y amor, debe suspirar ante esos orates que defienden todo tipo de aberraciones. Pero no deberíamos quedarnos impasibles. Quienes creemos tenemos la obligación de dar testimonio, defendiendo que no se puede ilegalizar a Dios, eliminando lo que de angélico tiene el ser humano y le redime de ser una simple bestia. Ése es el desafío más perentorio hoy en día.

Fuente: La gaceta de la Iberosfera

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