martes, septiembre 24, 2024
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Cuba: Barbarroja, una pieza del régimen castrista

En ocasión del que hubiera sido su cumpleaños 89, el lunes 14 de marzo, CubaNet publicó una reseña biográfica del controvertido comandante Manuel Piñeiro Losada, más conocido como Barbarroja. El personaje de marras fue viceministro primero del Ministerio del Interior (MININT) y jefe fundador de la Dirección General de Inteligencia (DGI), brazo armado del castrismo en el mundo.
A solo tres días de cumplir 65 años y luego de participar en una recepción en la Embajada de México, Barbarroja murió en circunstancias desconocidas al estrellarse su automóvil contra un árbol la noche del 11 de marzo de 1998.

“Cuando llegué a la clínica con nuestra hija Camila, estaba semiconsciente y en menos de una hora inesperadamente murió”, diría su esposa, la psicóloga y escritora chilena Marta Harnecker.
Amado Quesada Serrano, quien fuera chofer de Barbarroja y por más de veinte años permaneciera junto a él, no estaba junto a su jefe el día de su muerte. Dijo que “no sabía siquiera que (Piñeiro) había llegado” a La Habana procedente de Santiago de Cuba, donde había participado en la conmemoración del 40 aniversario del Segundo Frente Oriental del Ejército Rebelde, del que Barbarroja fue jefe de operaciones en 1958. El hombre que dirigía los hilos del espionaje castrista en las principales ciudades del mundo desde su despacho en el piso 13 del edificio de la calle Línea sufrió heridas mortales por necesidad, en solitario.
Temprano en los años sesenta, haciendo él mismo de oficial operativo con el seudónimo de Petronio, Barbarroja había hecho infiltrar a supuestos desertores en las organizaciones anticastristas radicadas en Estados Unidos. Uno de esos casos fue el del comandante Tony Santiago, muerto en circunstancias desconocidas. Así y todo, pronto Fidel Castro se percató de que su régimen no sobreviviría si sólo combatía a sus adversarios sin crear otros frentes. De esa forma, creándolos donde no los había o fomentándolos donde ya existían, decidió exacerbar los sentimientos antiestadounidenses a nivel internacional. En ese rol de brazo ejecutor de la estrategia de Fidel Castro — primero como jefe de la DGI y luego en un órgano paralelo, el Departamento América del Comité Central del Partido Comunista de Cuba (PCC)— el comandante Barbarroja reclutó el mismo, o hizo reclutar agentes de inteligencia, guerrilleros, simpatizantes, colaboradores de los más dispares estratos sociales en toda América, en África, Asia, el Oriente Medio y en países de Europa con interés operativo para el régimen de La Habana, al punto que cuando hacían descender el féretro de Piñeiro en el Mausoleo de las Fuerzas Armadas en el Cementerio de Colón, Fidel Castro, junto a sus acompañantes, según trascendió, murmuró: “Se murió una enciclopedia”.
Y ciertamente la información que Piñeiro recolectó y la que tuvo acceso es enciclopédica y no tiene comparación con el desempeño de los generales Joaquín Méndez Cominches, Manuel Fernández Crespo, Jesús Bermúdez Cutiño y Eduardo Delgado Rodríguez, quienes, en ese orden, le sucedieron en la dirección de inteligencia con técnicas y oficiales formados por Manuel Piñeiro con ayuda de la Stasi y personalmente de Markus Wolf.
Los secretos que Barbarroja se llevó a la tumba no son pocos y algunos particularmente incómodos. Como dice CubaNet en la reseña La historia de Barbarroja, fundador del represivo G-2, “a pesar de haber sido fundador del aparato de inteligencia de la Seguridad del Estado cubano G-2, los medios oficialistas no recuerdan al comandante Manuel Piñeiro Losada, alias Barbarroja, otro de los tantos enigmas de la dictadura castrista”, porque quizás, dentro de todos esos secretos, salvo la muerte del presidente Kennedy, los vínculos del régimen con el tráfico de drogas y asesinatos de adversarios políticos, el mayor misterio tenga que ver con la construcción de un mito revolucionario a través de la muerte del Che Guevara en Bolivia.
Cuando el 8 de julio 2014 entrevisté a Félix Ismael Rodríguez Mendigutía, el agente de la CIA que condujo la captura del Che Guevara y el último cubano que vio vivo al guerrillero argentino, le pregunté: ¿Qué vio en los ojos del Che Guevara antes de morir? Félix me respondió: “Amargura. Derrota. Era un hombre que se sentía amargado y obviamente traicionado”.
Al reiterar la pregunta, ¿usted cree que el Che Guevara se sintió traicionado por Fidel Castro?, sin titubear, Félix Rodríguez respondió: “Oh, sí. Y Benigno (Dariel Alarcón, compañero del Che desde la Sierra Maestra) también lo cree. Obviamente, a mí no me lo iba a reconocer porque yo era su enemigo”.
El exagente de la CIA define el estado de incomunicación y la falta de apoyo externo que sufrieron los guerrilleros de forma lapidaria: “Cuando ellos vienen a Bolivia el gobierno cubano los estaba enviando a la muerte. Al Che Guevara lo dejaron en Bolivia a la buena de Dios. Ellos estaban en Bolivia sin comunicación. Recibieron un radio roto y, por si no fuera suficiente, con el pretexto de que se le había vencido la visa, le retiraron al oficial de enlace que los canalizó a su llegada, pero que luego lo retiraron de esa operación”.
En esa operación, por encima del jefe de la DGI sólo estaba Fidel Castro, por lo que cabe preguntar: ¿Podía Piñeiro sin consultarlo con Fidel Castro retirar al oficial de enlace con el Che en Bolivia dejándolo «a la buena de Dios»? Evidentemente no, pero esa es una pregunta sin respuesta. Ese es uno de los tantos secretos que Barbarroja se llevó a la tumba.
Fuente: Diario las Américas
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