sábado, noviembre 23, 2024
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Cuba: la ‘coyuntura’ de Díaz-Canel acrecienta la crisis

LA HABANA, CUBA — Frente al edificio donde vive Guzmán, 69 años, ex combatiente de la guerra en Angola, en 17 entre 10 y 12, en la barriada habanera del Vedado, se abrió un elegante comercio privado. «Una libra de filete de res cuesta 3 mil pesos (12 dólares al cambio en el mercado informal), un juego de sala con dos butacas 200 mil pesos (800 dólares) y una caja de bombones vale una millonada. Casi todos los dueños de esos negocios son parientes o hijos de mayimbes (personas relacionadas con el régimen)”, afirma Guzmán.

“El país se hunde y la partía de sinvergüenzas que nos gobiernan se la pasan diciendo mentiras y hablando mierda. Los que creíamos en Fidel y arriesgamos nuestras vidas peleando en otros países, ya no contamos. Solo somos útiles como propaganda política o para que nos pongan una medalla de calamina en alguna conmemoración”, se queja Guzmán.

En esa zona del Vedado proliferan numerosos negocios privados que van desde fotógrafos y organizadores de fiestas de quince años, diseñadores de muebles hasta boutiques de ropas de marca.

“Quisiera que hubiera elecciones y pudiéramos escoger al presidente. Estoy a favor de cambios que mejoren nuestras vidas. Pero no puedo estar de acuerdo con esos inventos que han empobrecido aún más la vida de los cubanos. Ninguna medida de Díaz-Canel ha funcionado. Ni la Tarea Ordenamiento, ni las 63 medidas para aumentar las producciones agrícolas ni la apertura de las MIPYMES. Solo han beneficiado a los que reciben remesas o viven del robo y el invento. Los jubilados y los trabajadores estatales tienen que ver las cosas detrás de los cristales”, apunta Guzmán.

La crisis económica en la Isla no acaba de tocar fondo. Cuando parece que las cosas no pueden ir peor, se desciende un escalón más bajo. La gente no ve mejora. Y el precio de los alimentos no para de aumentar.

Según el VI Informe sobre el Estado de los Derechos Sociales en Cuba, considerando los ingresos totales del hogar, el 88% de la ciudadanía vive en situación de extrema pobreza y el 62% dijo tener problemas a la hora de comprar lo más esencial para sobrevivir.

En esa encuesta, un 78% manifestó que por falta de dinero o por la escasez de alimentos se había saltado alguna comida diaria, solamente el 5% había conseguido medicinas en las farmacias y el 15% tomó medicamentos vencidos.

La crisis en Cuba va más allá de lo económico. Es sistémica. Y afecta a todos los estamentos de la sociedad, empezando por la elaboración de alimentos, descapitalización de las industrias, abrupto retroceso en la agricultura, ganadería, avicultura y la pesca y terminando con un brutal descenso en educación, salud pública y asistencia social.

No hay que ser un especialista para percatarse que debido a las pésimas políticas implementadas por el régimen, el país está al borde del colapso. El embargo económico y financiero de Estados Unidos, originado por los impagos del gobierno revolucionario de Fidel Castro a las confiscaciones de propiedades estadounidenses, dificultan la obtención de créditos y la integración en mecanismos como el FMI o el Banco Mundial.

Pero un alto porcentaje de la debacle actual en Cuba es responsabilidad de quienes la gobiernan.

Después de una etapa más o menos exitosa en los primeros años de la llamada revolución cubana -gracias al subsidio soviético que multiplicó por cinco el Plan Marshall a Europa después de la Segunda Guerra Mundial-, la ineficaz gestión de dirigentes y funcionarios terminó sepultando la agricultura y las producciones ganaderas, porcinas, avícolas y pesqueras. El 90 por ciento de las cosechas agrícolas han caído a la mitad o más. La industria azucarera, orgullo de la nación durante varios siglos, es incapaz producir siquiera las 600 mil toneladas destinadas al consumo interno.

Si las autoridades no aplican profundas reformas económicas, el desastre en Cuba es inminente. La prolongada crisis ha impactado con severidad en los valores y la moral de las personas. En los primeros diez meses de 2023 habían ocurrido 71 feminicidios, veinte más que en España con una población de 48 millones de personas. También han aumentado los robos con fuerza en viviendas ocupadas, asaltos y crímenes violentos.

Yilena, enfermera, confiesa que “son tantos los problemas que he pensado en suicidarme. No hay tranquilidad por ninguna parte. Apagones, escasez de agua, caótico servicio del transporte público, hospitales sin medicamentos básicos, escuelas sin maestros y con una enseñanza de muy baja calidad. Sin contar la lucha diaria en busca de comida. Por eso la gente está emigrando. Cuba se ha convertido en un manicomio”.

Norberto, campesino, está convencido que la crisis alimentaria es inducida por el gobierno. «Díaz-Canel es el máximo culpable de tantos disparates. Si en vez de exportar dos mil millones de dólares en comprar alimentos, ese dinero se invirtiera en producir alimentos en el país, otro gallo cantaría. ¿Tú sabes por qué el Estado no lo hace?», se pregunta y el mismo responde: «Porque GAESA gana más dólares con la reventa de comida procesada que invirtiendo en la agricultura”.

Los números le dan la razón. El régimen de La Habana invierte 16 veces más en la construcción de hoteles que en la agricultura, salud pública o educación. Gustavo, economista, opina que «esa es una de las causas de que Cuba vaya en picada. Si apenas inviertes en producir alimentos, infraestructuras públicas, salud, educación y asistencia social para más de 700 mil cubanos desamparados, simplemente el país se hunde. La pregunta que se hacen todos los expertos es ¿cuál es la razón para implementar una estrategia tan disparatada?”.

Gloria, ama de casa y madre de tres hijos, cree que el régimen actúa de esa manera por maldad. «Nos usan como si fuéramos animales de laboratorios, para realizar ensayos con nosotros”, dice mientras muestra su refrigerador vacío, solo con pomos de agua. “No tengo nada que darle de comer a mis hijos. Tengo que salir a la calle a conseguir una bolsa de pan y tres huevos y prepararle un pan con tortilla a cada uno. Es un crimen lo que está haciendo el gobierno con la gente, sobre todo con los niños».

Guzmán, el ex soldado que peleó en Angola, espera que con la venta de un centenar de jabas de nailon y algunas cajetillas de cigarros en la esquina del nuevo comercio privado, pueda comprar un paquete de croquetas. La carne de res no está a su alcance.

Fuente: Diario Las Américas

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