Tuvo «pequeñas confrontaciones» con «una persona que dirigía el Ministerio de Interior» en esa misma provincia porque dicha persona cuestionaba públicamente decisiones judiciales.
«Algunos oficiales, compañeros de contrainteligencia, me avisaron de que me cuidara porque (…) me estaba marcando los pasos», relata. Le impuso un «seguimiento secreto» con el que pudo presentar a González como «una persona no confiable para la actividad judicial». «Algo falso porque yo nunca me declaré anti nada, solo exigía que hubiera Justicia».
El pulso lo ganó el dirigente provincial: «Pedí que se me liberara porque yo en esas condiciones no podía seguir trabajando». Así, se extingue la relación laboral con «una medida disciplinaria de revocación», si bien no pierde su «cualidad ética», de modo que «podría haber seguido ejerciendo como jurista o abogado».
A quienes alcanzan cargos de cierta relevancia se les prohíbe salir de Cuba durante cinco años, pero él quedó liberado a los pocos meses y optó por partir a Perú, donde unos amigos que ya vivían allí le habían asegurado que podía encontrar trabajo. Casi asentado en Lima, da el salto a México porque la Universidad Autónoma estaba interesada en artículos suyos y le propuso publicar. González sostiene que «estar vigilado» no le empujó a dejar Cuba. «Fue una decisión personal».
Desde el extranjero comienza a «ver un grupo de cosas raras». A través de la prensa y las redes sociales observa que «Cuba constantemente está siendo denunciada por violaciones de los Derechos Humanos», le llegan noticias «sobre la manera en que la policía detiene a periodistas, artistas, disidentes». «Veo un grado de confrontación entre el ciudadano y el Estado que cuando estaba ahí no lo veía».
González se ampara en que la única información a la que accede el cubano es a través de «fuentes oficiales». «Cuando estás metido en un sistema en el que no puedes contrastar la información ni llegar a conclusiones personales, pierdes la capacidad de tener cualquier tipo de impulso o reacción frente a esas cosas», esgrime.
«Pequeño despertar «
El exjuez avisa de que en Cuba «la gente se está agotando». «Muchos siguen acompañando el proceso (revolucionario), porque tiene una base justa, pero también veo que muchas personas llegaron a su límite».
González considera que «las carencias económicas son lo que más golpea el malestar ciudadano».
«La esencia del problema» es el bloqueo de Estados Unidos, sostiene al tiempo que reconoce que hay una especie de «autobloqueo». Los ‘cuentapropistas’, por ejemplo, se quejan de que «no se puede hacer negocios porque un día te dan unas libertades y otro te las quitan».
A ello se suma que «ya en Cuba el favoritismo empieza a tomar camino», de modo que «algunas personas acceden a ciertos servicios y privilegios y una mayoría del pueblo (…) que trabaja desde la mañana hasta por la tarde está privada de esas cuestiones».
Normalmente, «la gente comenta estos problemas en voz baja, porque si les dices que lo manifiesten tienen temor», y se limita a «sobrevivir sin buscarse problemas».
Sin embargo, la incipiente apertura de Cuba al mundo con el gobierno de Raúl Castro rompió la «burbuja» en la que vivían los cubanos, ahora con posibilidad de viajar a otros países y con acceso a Internet, creando «un caldo de cultivo que empieza a caminar».
«El ciudadano, cada día que pasa, se une a grupos opositores o denuncia abiertamente y lacera la imagen del sistema político, y eso genera una reacción. Hay una especie de pequeño despertar en Cuba».
La respuesta gubernamental ha sido «un incremento de la represión», por lo que a González le preocupa que en Cuba se repitan las imágenes de enfrentamientos en las calles que han tenido lugar en Chile, Bolivia o Venezuela.
«Puede que algunos cubanos no lo vean como un problema, pero hay una generación de jóvenes que también aspira a esas cosas y no tiene temor a hablar, denunciar y reunirse en algún momento y salir a conquistarlas», advierte.
Diálogo nacional
«Ahora que estamos a tiempo, antes de que la situación se salga de control», aboga González, las autoridades cubanas deberían lanzar un proceso de diálogo nacional, «sin interferencias ajenas», en el que todos, los disidentes incluidos, puedan exponer sus demandas «sobre la base de mejorar el sistema, nunca suplantar o eliminar el sistema».
González está convencido de que este cambio tiene que producirse desde el seno del Gobierno y del Partido Comunista de Cuba (PCC), si bien es consciente de que «todo el mundo se constriñe de dar el paso por un temor instituido que tiene que ver con el papel que desempeñan las fuerzas ocultas de la contrainteligencia».
«Hay millones de cubanos (…) que son partidarios de no ceder porque tienen el temor de que, por ejemplo, pasemos de una democracia socialista a una democracia capitalista (…), y gozan de la legitimidad y el respaldo del Gobierno, el Partido y las fuerzas ocultas», explica.
Esto choca con «otro grupo de millones de personas» que creen que debería haber algunos cambios, entre ellos opositores, aunque también «cuadros» del aparato estatal que «están cargados de valores y quieren que el país avance».
«Hay posiciones muy radicales del Estado y de la oposición y cuando dos cabezones no se entienden surge el conflicto», ilustra. En su opinión, «un Gobierno que vea que eso puede ocurrir» tiene la obligación de prevenirlo: «Es como tener un hijo y no ponerle las vacunas».
González cree que su doble cara, como exmiembro del régimen y cubano en el exterior que ha visto la «realidad», le permite dar ese paso. En su entorno, le llaman «soñador» y le aconsejan que «no regrese», algo que no se plantea porque sus padres y su hija siguen en Cuba.
«No tengo miedo», declara, apostillando que su intención no es «levantar el ánimo de los cubanos» para que se movilicen, sino avisar a las autoridades para que tomen medidas.
«Decían que el hombre no podía llegar a la Luna y llegó», recuerda González, aunque no considera que este sea un reto de tales dimensiones: «Si todos dejamos de pensar que esto es un sueño y todos nos unimos a este proceso de intercambio (…), si todos aportamos nuestro granito de arena sin asumir posturas radicales, yo creo que Cuba está en condiciones de escuchar».
Fuente: Diario las Américas