LA HABANA. – Cuando hay marea baja, Daniel, un pescador furtivo residente en el poblado de Santa Cruz del Sur, provincia Camagüey, a unos 550 kilómetros al este de La Habana, junto con su hijo mayor prepara el chinchorro y los avíos de pescar y al filo de la madrugada se lanza al mar en una improvisada chalupa de poli espuma. Antes del amanecer, desembarcan en un manglar, limpian el pescado y salen a venderlo por la zona.
“He trabajado como un mulo toda mi vida. ¿Y qué tengo? Nada. Vivo en un bajareque miserable (vivienda improvisada, maltrecha) y mis únicos ‘lujos’ son una cafetera, un televisor de los antiguos y una olla arrocera. Cuando era joven creía en Fidel Castro. La revolución es como una sanguijuela. Te chupa tus fuerzas y luego te aparta a un lado como un objeto desechable”, afirma Daniel.
“Estuve en la guerra de Angola, fui trabajador destacado en este municipio camagüeyano y siempre escuchaba el mismo disco rayado del esfuerzo, el sacrifico y la lealtad a Fidel, al partido y a la revolución. Uno se cansa de tanto teque (palabrería sin sustento). Voy a cumplir 60 años y solo tengo dos mudas de ropa y un par de zapatos. Para criar a mis tres hijos he tenido que ‘janearmela’ durísimo. Cuando estuve en una cooperativa, pescábamos toneladas de camarones y langostas. Toda la producción era para exportar. El pueblo que se joda, que coma perritos (salchichas) o un trozo de pollo. Un día me empapelaron y me acusaron de robar mariscos. Me hicieron un favor. Desde entonces pesco por mi cuenta y riesgo”, confiesa.
Desde hace cinco meses, en la zona donde Daniel vive los apagones son de diez a catorce horas diarios. “Lo que pesco en la noche tengo que venderlo en la mañana, pues por los apagones se puede descomponer. A veces cambio una sarta de parguitos por ropa de uso, café o un pedazo de carne de puerco. En Santa Cruz del Sur el trueque es normal. Igual que beber alcohol, el deporte local”, reconoce.
Solo en televisión
Daniel asevera que el descontento de la gente va más allá de los extensos apagones. “Son muchas las dificultades sin soluciones. Cuba nada más funciona en los periódicos y los noticieros de televisión. La lista de problemas es larga. En el puesto médico no hay ni duralgina (píldora para aliviar dolor). Si te vas a inyectar tienes que llevar la jeringuilla. No hay medicamentos en las farmacias y las bodegas están desabastecidas. La gente aquí no se ha muerto de hambre gracias a la pesca y el trasiego clandestino de carne de vaca”, dice y añade:
“Y lo peor, pasan los años y no prosperamos. Cada vez somos más pobres y sin futuro. A mí nadie me envía un dólar de Estados Unidos. No tengo intención de emigrar, el tema de moda en el pueblo. Hace unos días, un socio dijo: ‘miren lo del 11 de julio, vieron por qué en La Habana no quitan la luz, porque esa gente a la primera se tira pa’ la calle y comienzan a sonar los calderos’. Entonces acordamos armar jaleo”.
El peor enemigo
En la noche del domingo 9 de octubre, decenas de santacruceños del sur salieron a protestar para reclamar el restablecimiento de la electricidad y servicios básicos de calidad. “Hubo fuertes críticas a los gobernantes. Ellos administran el país como si fuera su finca. ¿A quién vamos a culpar? ¿A los yanquis? ¿Al bloqueo? No. Ya esta gente (el gobierno) se quitó la careta. El peor enemigo de los cubanos es el gobierno. Se gastan el dinero del pueblo en sus vacilones y en la construcción de hoteles. En Santa Cruz hace años que no se edifican escuelas ni obras sociales. Como la mayoría, tenía miedo salir a protestar. Me puse un pulóver en la cara para que no me vieran, aunque la oscuridad era tremenda”.
Según Daniel, la gente coreó la conga “Pongan la corriente, pinga” y gritó “Díaz-Canel, singao”, “Abajo los ‘barriga llena’” y “Libertad”. En eso, un panzudo y oportunista del partido en Santa Cruz del Sur, vino con la muela jorobada, diciendo que esos no son formas de quejarse, que confiáramos en la revolución, que no deja a nadie desamparado. Tremenda mentira. Yo no abandoné a la revolución. La revolución fue la que me abandonó a mí y la que ha dejado desamparados a los cubanos pobres”.
Una olla de presión
En las últimas dos semanas, en la Isla se han registrado alrededor de 60 protestas. Cuba ahora mismo es una olla presión a punto de estallar.
También en la noche del domingo 9 y el lunes 10 de octubre, hubo protestas en Bejucal, provincia Mayabeque, y Caibarién, en Villa Clara. Las protestas tienen un denominador común: exigen soluciones a las múltiples necesidades básicas, piden la renuncia del actual gobierno y reclaman libertad.
Carlos, sociólogo, alega que “al igual que el 11J, los que en estos momentos protestan están sumamente disgustados por la mala gestión de los servicios públicos y la falta de soluciones del gobierno a la crisis económica, al déficit de alimentos y a la inflación. Pero el hartazgo va más allá. La gente quiere otro gobierno, otro modelo de país. Reclaman democracia”.
En las manifestaciones no hay un perfil específico. Protestan en barrios pobres y mayoritariamente negros y mestizos como Mantilla o El Cerro. Pero también en barrios conocidos por su apoyo al régimen como Nuevo Vedado y El Vedado, donde los ciudadanos descontentos suenan cazuelas vacías. Es difícil augurar si las actuales protestas populares podrían marcar el inicio del fin de la dictadura castrista. Van por ese camino.