LA HABANA.- El 4 de enero de 1989, Fidel Castro inauguró Expo Cuba, un laberinto de pabellones destinados a ferias y exposiciones en un espacio campestre al sur de La Habana, colindante con el Parque Lenin y el Jardín Botánico Nacional.
La estrategia de los mandarines verde olivo era tener una muestra permanente donde exhibir los cacareados “logros del proceso revolucionario” en un mastodóntico lugar con una superficie total de 60 hectáreas.
Desde luego, sobraba espacio. La economía cubana ya cancaneaba. Y la posterior desintegración de la URSS en el otoño de 1991 provocó pérdidas millonarias en subsidios que llegaban de Moscú y destaparon las carencias de la industria local.
Ricardo, un jubilado que trabajó por diez años en una empresa de importación de alimentos, recuerda que Expo Cuba se transformó en un parque de distracciones para niños y un sitio donde en los años más duros del Período Especial, la gente podía comprar pollo frito y confituras. “Pero tenías que llegar en bicicleta para tener derecho a comprar diez africanas (chocolates) y dos postas de pollo frito. Eso fue en 1995, cuando por falta de combustible los bueyes sustituyeron al tractor como arado”.
Lo que fue
En 2022, Expo Cuba muestra un deterioro evidente. A finales del mes de septiembre una brigada estatal comenzó a reparar algunos pabellones del recinto ferial. “Llovía más adentro que afuera. Por todos lados había goteras. Los trozos de chapa de la celosía del techo estaban sueltos. Y los tubos de acero que sostienen la estructura completamente oxidados”, cuenta un operario que trabajó en su rehabilitación. Como el presupuesto era insuficiente, “se buscó rescatar el pabellón central y algunos cubículos adyacentes con una mano de pintura antioxidante”.
El lunes 14 de noviembre reabrió Expo Cuba para inaugurar la 38 Feria Internacional de La Habana con la participación de 62 países y unas 400 empresas nacionales y foráneas. Esa mañana acudió la crema y nata de la nomenclatura cubana para intentar vender ilusiones. Miguel Díaz-Canel, presidente designado a dedo por el autócrata Raúl Castro, sostuvo encuentros con jefe de delegaciones de Emiratos Árabes y Nicaragua.
Luego recorrió los pabellones de Brasil, China, Rusia y Estados Unidos. Díaz-Canel, a una pregunta de la agencia AP sobre las posibilidades de vínculos económicos entre Cuba y Estados Unidos, dijo que “nosotros nunca hemos puesto una barrera, ha sido el ‘bloqueo’ el que ha puesto las barreras. Nosotros llevamos tiempo insistiendo en que está abierta la inversión extranjera también para las empresas norteamericanas y para los cubanoamericanos, y ahora lo importante es encontrar caminos y las modalidades de negocios en las cuales podamos ir avanzando”, recalcó el mandatario soslayando las seis décadas de prohibiciones para que los emigrados cubanos pudieran invertir en su patria.
Lo dicho y lo cierto
Un empresario español consultado no es tan optimista. “Llevo quince años haciendo negocios en Cuba y siempre que se inaugura la Feria Internacional de La Habana es igual: muchas promesas del gobierno para pagarnos la deuda, cartas de intenciones para futuros negocios, pero luego la realidad es completamente diferente. A las empresas españolas el Estado cubano les debe más de 350 millones de dólares. Después de la pandemia y con una crisis económica a la cual no se le ve salida, lo único que nos queda es rezar y confiar en las buenas intenciones del gobierno”.
Según el empresario español, los despropósitos de las instituciones de comercio exterior en Cuba son “una antología de disparates, burocratismo y corruptelas. Cuando haces negocios en la isla hay que pagar una comisión por cualquier cosa para que se te abran ciertas puertas. Si sacara la cuenta del dinero que he gastado en comidas, bebidas, fiestas y regalos para consolidar un trato te aseguro que fuera millonario”.
Un sector del empresariado extranjero en Cuba no puede entender cómo un país pobre y de escasa productividad tiene tantas normativas absurdas y pone tantas trabas a las inversiones foráneas.
“Sí, invertir en Cuba es complejo, además de los impagos, creo que el gobierno debiera aprobar un marco legal más transparente que invite a las compañías extranjeras a hacer negocios en el país. Son muchas piedras en el zapato. No se les puede pagar directamente a los trabajadores. Estos reciben salarios bajos de una moneda devaluada que no los incentiva a rendir al máximo. También se nota la poca profesionalidad de algunos empresarios locales. El gobierno tiene que hacer algo más que promesas si quiere que las inversiones extranjeras impacten en el desarrollo del país”, expresa un empresario mexicano.
Puesta en escena
Gustavo, profesor de economía jubilado, considera que “las ferias comerciales en Cuba forman parte de las puestas en escenas que tanto le gustan al gobierno. Es una forma de vender humo. Pero las leyes y estructuras económicas nuestras no están diseñadas para atraer a inversores extranjeros. Al contrario. Los espantan, sobre todo cuando se hacen públicos casos de empresarios que han sido procesados o les han incautados sus negocios”.
“Lo ideal, según el gobierno, es que anualmente se inviertan aproximadamente dos mil quinientos millones. Pero no se llega ni a un tercio de esa cantidad. Luego, debido a las estrafalarias finanzas y diferentes tipos de cambios de divisas, el mercado cubano que es de poco poder adquisitivo, no estimula a las grandes corporaciones a que abran sus chequeras. ¿Cuánto pudiera vender una tienda de Apple en La Habana? ¿O una constructora extranjera cuántos apartamentos podría vender? No muchos”.
“Para solucionar esas fallas sistémicas, hay que introducir reformas económicas de gran calado. Respetar la propiedad privada. Entregar tierras en usufructo por cien años. Solucionar los impagos por partes de las empresas locales e instituciones del Estado. Y tener un aparato jurídico imparcial. De lo contrario, muy pocas empresas querrán invertir en Cuba”, opina Gustavo.
Inversión condicionada
Lo ideal sería que emigrados cubanos inviertan en la Isla. Según cálculos de expertos financieros, solo en Estados Unidos, en el sector financiero, agrícola, producción de alimentos y bebidas, bienes raíces, energías renovables, software, construcción y transporte, el capital de exiliados cubanos con empresas exitosas o consolidadas superan los quince mil millones de dólares.
Para Ernesto, dueño de una pequeña tienda de equipos de buceo en la Florida, “el régimen no ha sabido, o no ha querido, utilizar al exilio como una herramienta eficaz para demoler el embargo. Siempre intentan hacer negocios priorizando sus intereses. Con la descapitalización industrial y la precaria economía que tiene Cuba se debiera potenciar las PYMES. Miles de familias participarían en esos pequeños negocios obteniendo salarios decentes y no tendrían que vivir del subsidio estatal. Pero las autoridades pretenden que los emigrados cubanos que inviertan, se plieguen a sus condiciones onerosas y no se opongan al gobierno”.
Mientras los jerarcas del régimen recorren Expo Cuba intentando atraer nuevas inversiones económicas, cientos de habaneros pagan el equivalente a ocho o diez dólares para conseguir una entrada al recinto ferial. Liudmila y Sheila, dos jóvenes prostitutas, no conocen de mercadeo empresarial ni tecnología punta, pero esperan visitar la feria para ver “si tenemos suerte y podemos ligar un yuma”.
“También para desestresarme. Me tomo unas cuantas cervezas y puedo mirar autos Mercedes Benz, televisores y móviles Samsung de última generación. Es una forma de huir de las colas y olvidarme que no tengo nada que comer por la noche. El capitalismo puede que sea muy malo. Pero produce artículos vistosos y de buena calidad”, apunta Sheila.
Como ella, muchos cubanos buscan escapar del tedio y la escasez visitando Expo Cuba y ver productos que jamás podrán comprar.