LAS TUNAS, Cuba — Este jueves, cuando debía permanecer de luto, la cultura cubana está de fiesta en la isla; cual payasada histórica, maximizada por un espejo burlesco, mostrándonos uno de sus colmillos de caníbal. Otra vez, como cada año, aparece el decreto del difunto Fidel Castro declarando “Día de la Cultura Nacional” en Cuba el 20 de octubre.
Así fue como un régimen totalitario que desde bien temprano prohibió todas las manifestaciones libertarias, pretendió rendir homenaje al himno nacional y a su autor, Pedro “Perucho” Figueredo, fusilado por el colonialismo español del mismo modo que desde el año 1959, y hasta el día de hoy, la dictadura castrense asesina, encarcela o destierra a sus opositores.
Y no es casualidad que este 20 de octubre coincida con una proclama que desde hace varios días artistas, intelectuales, periodistas y una variopinta fauna de amanuenses han firmado, negando que en Cuba se reprimen las libertades individuales y los derechos civiles todos. Sobre esos rubricantes del totalitarismo castrocomunista nada tengo que decir cuando respecto a ellos José Martí ya dijo: “Todas las tiranías tienen a mano uno de esos cultos, para que piense y escriba, para que justifique, atenúe y disfrace: o muchos de ellos, porque con la literatura suele ir de pareja el apetito del lujo, y con este, viene el afán de venderse a quien pueda satisfacerlo. Por casa con coche y bolsa para queridas vende la lengua o la pluma mucho bribón inteligente”.
La colonización de la cultura cubana —entiéndase la conversión del folclor de un país libre en el carácter dependiente, y la sumisión de una nación a un régimen totalitario— data desde el mismo año 1959, cuando el castrismo tomó el poder. Unas veces de forma encubierta y otras públicamente, el régimen vulneró las libertades de los ciudadanos; pero no fue hasta el 30 de junio de 1961 que el entonces primer ministro, Fidel Castro, definió su “política cultural” en la Biblioteca Nacional diciendo a un grupo de escritores y artistas allí reunidos: “Dentro de la revolución, todo; contra la revolución, ningún derecho. Y esto no sería ninguna ley de excepción para los artistas y los escritores. Este es un principio general para todos los ciudadanos”.
Llevará años investigar, cuantificar y calificar los daños causados a la nación cubana por esa sentencia castrista, que prosigue cumpliéndose rigurosamente hasta el día de hoy.
Para comprender esos delitos de lesa humanidad cometidos por la dictadura castrocomunista por más de 60 años, es imperioso conocer que, desde el punto de vista antropológico, el término “cultura” tiene dos significados:
La capacidad humana, evolucionada, para clasificar y representar la experiencia a través de símbolos y actuar de forma creativa, imaginativa.
Las diferentes maneras en que las personas viven en distintos lugares del mundo, representando sus experiencias desde puntos de vistas creativos, estéticos.
La Declaración Universal sobre la Diversidad Cultural de la UNESCO expresa que la cultura “debe ser considerada como el conjunto de los rasgos distintivos espirituales y materiales, intelectuales y afectivos que caracterizan a una sociedad o a un grupo social y que abarca, además de las artes y las letras, los modos de vida, las maneras de vivir juntos, los sistemas de valores, las tradiciones y las creencias”.
Luego, la cultura de una nación no son sólo la literatura y las bellas artes (danza, escultura, pintura, música, poesía, arquitectura, oratoria). La cultura de una nación no la hacen sólo sus escritores, pintores o músicos; sino que un pueblo lleva la cultura de ser en sí mismo para definirse como nación.
Cuba es el Himno de Bayamo, la bandera de Narciso López y el escudo de la llave del golfo; pero también es lechón asado, congrí y yuca con mojo; es música de cámara y tambor; es la elocuencia de Carlos Manuel de Céspedes, el Padre de la Patria, y es el verbo encendido de José Martí. Cuba es choteo y dicharacho, y vista así la cultura cubana, plural, es que podemos entender cómo y por qué fue destruida por gente antinatural, empingorotada como son los mandamases castrocomunistas, reconocibles aun en la más absoluta oscuridad por sus palabras tiesas, como salidas de un troquel. Ojalá más temprano que tarde, sin hipocresía, podamos rendir homenaje a Perucho Figueredo y a todos los que dieron la vida por una Cuba libre que sigue colonizada. Ojalá.
Por: ALBERTO MÉNDEZ CASTELLÓ