La declaración del Frente Sandinista, el partido de gobierno en Nicaragua, como ganador del cien por ciento de las alcaldías durante las elecciones municipales celebradas el 6 de noviembre pasado, ha sido interpretado como el paso definitivo hacia el partido único que Daniel Ortega pretende instalar en Nicaragua.
“Estamos ante un régimen de partido único”, afirma el miembro del Consejo Político de la organización opositora Unidad Nacional Azul y Blanco (UNAB). “El pluripartidismo”, dice, “no es solo que haya varios partido políticos, sino que haya competencia electoral entre esos partidos, lo cual obviamente ya no existe en Nicaragua porque esta aniquilado el sistema electoral, subordinado totalmente al régimen”.
Durante estas elecciones municipales, que han sido denunciadas como “farsa electoral” por la oposición, el partido de gobierno compitió contra otros cinco partidos, generalmente pequeños y que han mostrado afinidad con el gobierno. Popularmente se les conoce como “partidos zancudos”, por la actitud colaboracionista al partido de gobierno y por los recursos que reciben del presupuesto público.
El Consejo Supremo Electoral (CSE) declaró al Frente Sandinista, el partido de Daniel Ortega, como ganador en los 153 municipio del país, la totalidad de las alcaldías en disputa, con el 73.7 por ciento de los dos millones 108 mil 003 votos, en el 99.13 por ciento de las Juntas Receptoras de Votos (JRV) escrutadas hasta la tarde del lunes pasado.
Sin embargo, el organismos independiente de observación electoral Urnas Abiertas afirmó que la abstención en estos comicios ascendió al 82.7 por ciento de los 3.7 millones llamados a votar en las que llamó “las peores elecciones de la historia”. El organismo observó las elecciones a través de una red clandestina de 1600 ciudadanos.
“Este año se documentó una estrategia de coacción del voto sin precedentes, las personas fueron controladas y vigiladas una a una, para garantizar que asistieran a las urnas junto a sus familiares, por otra parte también se tuvo información de un gran número de personas que asistieron a votar por miedo de las represalias que podía significar la evidencia de que no asistieron a votar”, señala Urnas Abiertas en su informe.
Para las anteriores elecciones municipales, en 2017, el gobernante Frente Sandinista se hizo de 135 de las 153 alcaldías en disputa, a través del control total del aparato electoral y la eliminación del principal partido opositor de ese tiempo, el Partido Liberal Independiente (PLI), cuyos sellos fueron entregados legalmente a otro grupo político en una oscura maniobra judicial.
Aún con la mayoría de las alcaldías en su mano, en julio pasado, el régimen de Ortega se tomó militarmente las cinco alcaldías donde se eligieron alcaldes del partido opositor Ciudadanos por la Libertad (CxL), aduciendo que la agrupación política ya no tenía personería jurídica. Las cinco alcaldías pertenecen a bastiones tradicionalmente opositores de los municipios de Murra, Pantasma, San Sebastián de Yalí, El Cuá y El Almendro.
Las asignación del cien por ciento de las alcaldías fue la gran sorpresa de la jornada porque se esperaba que algunas alcaldías fuesen entregadas a los partidos colaboracionistas para simular el juego electoral.
“Si en las elecciones pasadas dejó 18 alcaldías para los partidos satélites, esta vez considero que les va a dejar menos, tal vez la mitad de lo que les dejó en las elecciones pasadas”, dijo a la víspera el analista político Eliseo Núñez, quien sin embargo advirtió: “Cualquier resultado, incluso uno adverso al Frente Sandinista en algún municipio, solo se puede producir porque fue decidido desde antes por el partido de gobierno”.
Para Héctor Mairena en Nicaragua se vive “un sistema autoritario y totalitario” y “prácticamente de partido único”. “Ahora ni siquiera guardó las apariencias dándole a algunos partidos aliados algunos gobiernos municipales. Todo el Estado, incluyendo el ámbito municipal, está marcado por la ilegitimidad. El año pasado aniquiló las elecciones (presidenciales) y las redujo a una farsa, lo ha repetido ahora con la farsa electoral municipal. La adjudicación de las 153 alcaldía es una concreción de ese modelo”.
El sistema de partido único para Nicaragua es un viejo sueño de Daniel Ortega. El dictador nicaragüense tiene como modelo de “democracia” al sistema cubano y considera que “los partidos políticos sirven para dividir a la sociedad”. Así lo expresó hace 13 años, el 22 de abril de 20009, en el programa Mesa Redonda, de la televisión cubana.
“En Cuba hay democracia, y una democracia en la que no se divide al pueblo, porque en las democracias que nos han impuesto a nosotros, desde el momento que se propician partidos, se está propiciando la división de los pueblos, división que ha llevado incluso a guerras entre partidos”, dijo entonces.
“Cuba tiene un modelo donde no se divide al pueblo cubano entre verde, rojo, amarillo y anaranjado. No, simplemente es el pueblo cubano, sus ciudadanos, sin esas banderas partidistas y sin esas campañas donde juegan los intereses de los grandes capitales. El pueblo cubano es el que elige a sus autoridades, sin la estridencia de las elecciones en las democracias burguesas impuestas por occidente, son impuestas porque ahí están los yankis, los europeos en una misma dirección. ¿Por qué? Porque es la mejor manera de dominarnos”.
“El pluripartidismo no es más que una manera de desintegrar a la nación”, concluyó. “Ese es el pluripartidismo, desintegrar a la nación, confrontar a la nación, dividir a la nación, dividir a nuestros pueblos”.
Más recientemente, el 14 de marzo de 2022, Juan Carlos Ortega Murillo, hijo de Daniel Ortega y Rosario Murillo, revivió el tema en un tuit. “El sistema de partidos políticos debe reinventarse o tomar el camino más sano, que es hacerlo desaparecer y establecer el modelo de partido único, empoderando a los gobiernos locales con mayor capacidad de gestión sobre el gobierno nacional”.
El sociólogo y antiguo miembro del Frente Sandinista, Oscar René Vargas, considera que Ortega busca establecer un sistema de partido único porque es el que, por ahora, le sirve para mantener el poder y no porque ideológicamente crea en él. “Daniel Ortega usará siempre el método que más le convenga para conservar el poder porque ese es su único objetivo. En 1999, cuando era oposición, andaba promoviendo un sistema parlamentario porque ahí miraba la puerta para regresar al poder como primer ministro. Ahora ni se acuerda del sistema parlamentario que proponía”.
“Su interés es permanecer en el poder y cualquier cosa que diga hoy mañana dirá lo contrario si le conviene. Es pendular”, añade Vargas.
Para Mairena, este avance comenzó tras la llegada de Ortega al poder en 2007. “Inició un proceso de concentración del poder y desmontaje de la institucionalidad democrática que se había venido construyendo con altibajos desde 1990″, dice. “Con el 2018 quedó desnudado el carácter autoritario y totalitario del orteguismo. Con el último periodo de Ortega, que inicia en el enero del 2022, se está procediendo a la institucionalización de ese estado autoritario y totalitario”.
Si en las elecciones presidenciales de 2016 Ortega eliminó al Partido Liberal Independiente (PLI), en ese entonces el principal partido de oposición, para las elecciones presidenciales de 2021 se fue a fondo: ilegalizó a los tres partidos que mostraron alguna independencia, eligió un tribunal electoral compuesto solo por personas leales a él y mandó a arrestar a siete ciudadanos que pretendieron participar como candidatos de la oposición.
El régimen dejó con vida a seis partidos que han mostrado alguna afinidad con Ortega y que no representan peligro real de competencia.
“Yo no creo que Ortega dé el paso de aniquilar a estos partido que le son funcionales, colaboracionistas, que lo único que hacen es chupar el presupuesto del erario. Probablemente mantenga esa formalidad. Pero, ante la comunidad internacional está claro que la competencia electoral en Nicaragua ha sido aniquilada”, afirma Mairena.
Eliseo Núñez considera que en Nicaragua aun falta para que se instale un sistema de “partido único” formalmente. “Los sistemas de partidos únicos tienen un marco jurídico específico que mandata que las elecciones se den dentro del partido único y no fuera de él. Habría que cambiar la Constitución. Ese paso no ha decidido darlo todavía Ortega, pero yo sí creo que va por ese camino, es el camino más cómodo para tener todos los controles del Estado. Lo poderes emanan del partido y no del ciudadano”.