IBÉYISE PACHECO,
Tal vez Luis Rubiales, presidente (ahora suspendido) de la Real Federación Española de Fútbol termine arrepentido de su soberbia luego del beso forzado a Jenni Hermoso, jugadora estrella del equipo español campeón del reciente Mundial de Fútbol. Tal vez. Lo cierto es que le ha costado caro.
El penoso incidente ha ocupado los espacios de opinión del mundo entero dividiendo posiciones, activando fanatismos y hasta enfocando sospechas que ponen en duda la honestidad del gremio que maneja los hilos del mundo futbolístico.
Polarización aparte, el evento ha de ser tomado como una oportunidad para exigir nuevas reivindicaciones y recordar la general minusvalía de las mujeres, así como para activar apoyo para miles de víctimas de abusos sexuales, de torturas, de vejaciones.
Una de cada tres mujeres en el mundo es golpeada, obligada a mantener relaciones sexuales o sometida a abusos durante su vida, según cálculos de expertos.
Mujeres perseguidas, detenidas, censuradas, amenazadas, violentadas, sometidas a grandes sufrimientos y humillaciones, enjauladas, como escribió la rapera afgana Sonia Alizadeh, quien fue vendida por 8 mil euros, para casarla a los 9 años. A ella la música la salvó. El rap “Novias en venta”, “niñas vendidas que vivirán enjauladas como un cordero criado para alimentar a otros”, derivó en el documental “Sonia” que fue Premio Gran Jurado en Sundance.
También las mujeres activistas, las que defienden los derechos de otras, enfrentan el peligro por luchar contra la discriminación y exigir igualdad.
En Venezuela, donde no hay estado de derecho, hay abusadores, y también torturadores y asesinos de mujeres.
Destaca entre los maltratadores locales un ser resentido que manifiesta constantemente misoginia desde un espacio de televisión transmitido y financiado por el Estado venezolano; su nombre es Diosdado Cabello, diputado, vicepresidente del Psuv. Nada explica la razón de su obsesión por atacar públicamente a figuras del sexo femenino, en su mayoría profesionales, sin distingo de clase social o edad. Su objetivo es denigrar, alterar hechos y multiplicarlos por medio de bots que en redes sociales garanticen su difusión en perjuicio de ellas.
En ocasiones, protestar contra Diosdado ha terminado en actos de agresión. Así lo sufrieron cuatro estudiantes de la Facultad de Ciencias Jurídicas y Políticas de la Universidad de los Andes que habían manifestado su molestia el 3 de noviembre del año pasado por la visita de Cabello a Mérida. A ellas les fueron arrancadas las uñas de sus manos como castigo.
La fijación negativa de Diosdado es de percepción general. “Las degrada, humilla, arrincona, siempre su objetivo es una mujer. Creo que tendría que tratarse ese problema que tiene, en especial contra aquellas que están muy distantes de ser sumisas”, precisó recientemente la colega Sebastiana Barráez.
En estos tiempos Diosdado explaya su misoginia contra las dos precandidatas a las primarias, Delsa Solórzano y la temida por el oficialismo María Corina Machado, además amenazada directamente por otro militante del oficialismo, el gobernador del estado Trujillo Gerardo Márquez quien le anunció que recibiría “unos coñazos” si se le ocurría pisar su territorio.
En Venezuela para esta fecha, 20 mujeres, de un total de 288 presos políticos, están siendo castigadas física y psíquicamente. También, decenas de madres lloran a sus hijos muertos, o sufren las humillaciones de visitarlos en prisión. Habría que sumar las lágrimas por los hijos que han migrado, por los padres fallecidos por falta de atención médica, por la desesperación de no tener para comer. Eso también es tortura.
A veces, familias completas se desbaratan. Habría que imaginar el dolor de Lisbeth Oyoque, exesposa del general Raúl Baduel, que falleció con la angustia de ver a dos de sus hijos presos. Meses después su exmarido también moriría.
Los cuerpos de las torturadas quedan vencidos a pesar de sobrevivir. La juez María Lourdes Afiuni, presa de Hugo Chávez, fue pateada, violada, entregada a sus verdugos ¿cómo su cuerpo no iba a generar un cáncer?
Y las madres como Beatriz, en la incansable búsqueda de su hijo Hugo Marino, un buzo profesional desaparecido desde abril de 2019 sin que el régimen se ocupe de darle algún tipo de respuesta.
O la fatalidad de Emirlendris Benítez que lleva cuatro años presa siendo inocente, con un cuerpo que cada vez le responde menos, solo por haber estado en el lugar y en el momento equivocado. Ya lleva un aborto ocasionado por torturas, y dos hijos convertidos en recuerdo.
Sí, de cualquier malla sale un ratón.