Hace 20 años, cuando comenzaba el proceso del kirchnerismo, desafortunadamente para el país, CFK representó la vanguardia para una buena parte de una generación. Pero como siempre ocurre, las cosas cumplen su ciclo. Y como también pasa, los que se aburguesan en las posiciones de privilegio suelen no darse cuenta de los cambios de era. Hoy, la vicepresidente de un gobierno fallido del que no se hace cargo, tiene que correr detrás de lo que hoy representa el cambio y la innovación en la vida política argentina. El problema, para ella, es que se dio cuenta tarde y ahora corre detrás de Javier Milei, casi con una desesperación evidente.
Desde hace tiempo que los partidarios del diputado libertario cantan que la casta tiene miedo. Desde entonces que Milei invita a debatir a Kirchner. Pero ella lo ignoró demasiado tiempo. Ahora es ella la que se tiene que “colgar” del referente de La Libertad Avanza para posicionarse en el debate actual.
Esta noche, en lo que sus partidarios denominaron como una “clase magistral”, con la excusa del lanzamiento de la escuela de formación política “Néstor Kirchner”, CFK hizo dos referencias concretas que están absolutamente entrelazadas. Aunque por ahora ella no lo termine de entender del todo. Por un lado dijo que la dolarización sería “peor que la convertibilidad” y también aseveró que ella no tiene el “miedo” que los libertarios aseguran que tiene “la casta”.
Aunque la dirigencia kirchnerista no termine de comprender la repetida pregunta de Milei a los periodistas sobre si están “a favor del robo” y asuman que el diputado habla de la tan usual corrupción, lo cierto que el precandidato presidencial va más allá con su cuestión: hace referencia a la extracción silenciosa y de guante blanco que sufre cada billete de los trabajadores a mano de la emisión espuria, para financiar un estatismo exacerbado.
Por estas horas, la política tradicional, la casta, para Milei, sí tiene miedo de una cosa muy concreta: que de la noche a la mañana se termine con esa fuente de financiamiento extraordinaria, que los beneficia a ellos y empobrece a la mayoría de los argentinos. Aunque los partidarios de la dolarización recurran a los datos de éxito como la suba de los salarios de Ecuador o la poca inflación de los países dolarizados, hay una cuestión contrafáctica que también hay que tener presente: ¿Qué desastre podrían hacer mandatarios como Rafael Correa, si en sus pasos efímeros por el poder contaran con la maquinita de imprimir billetes? Hoy, los ecuatorianos no sufren como los venezolanos por estas vueltas de la historia.
Cuando la política argentina tenga que manejarse con los recursos fiscales y no pueda recurrir a la gran ladrona de guante blanco, los intereses cambiarán la historia. Habrán perdido entonces uno de los principales privilegios, que enriqueció injustamente (ojalá pronto se comprenda que también ilícitamente) a unos a costa de otros.