Formalmente el proceso electoral 2024 iniciará a finales del presente año; sin embargo, tanto el oficialismo como la oposición han adelantado sus métodos internos con el fin de que, llegada la fecha, ya cuenten con el perfil que los representará ante la ciudadanía.
A diferencia de otros comicios, es la primera vez que los procesos han saltado de la arena partidista a la arena social, ya que día a día se generan diferentes noticias e incluso ejercicios de rendición de cuentas —desde el ámbito económico a lo político— sobre lo que ocurre en los recorridos de aquellos que aspiran a ser candidatos a la Presidencia de la República.
Pese a los intentos por frenar tales actividades, tanto el Instituto Nacional Electoral (INE) y el Tribunal Electoral del Poder Judicial de la Federación (TEPJF) impulsaron algunas medidas que los partidos y la sociedad civil participante deberán de seguir, previo a que inicie el proceso para la sucesión presidencial.
No se pueden hacer llamados explícitos al voto.
Los actos populares no deben tener como fin último buscar la precandidatura a la titularidad del ejecutivo.
No se pueden dar a conocer propuestas con carácter electoral.
No se pueden realizar manifestaciones de aspiración electoral.
Los partidos políticos deben tener un control estricto de los recursos utilizados durante todo el proceso interno.
El “dedazo” o el “tapado”
Aunque en el presente los dos bloques se adelantaron a los tiempos que establece la ley electoral, tal como se mencionó, es la primera vez que el proceso de ambos frentes en su mayoría es público, un hecho que por años fue demandado por la ciudadanía, debido a que se ponía en duda la democracia mexicana ya que apuntaban que un supuesto grupo reducido tomaba las decisiones que influían en toda la ciudadanía.
Pensamientos que se profundizaron en el imaginario colectivo, principalmente, en los años donde el Partido Revolucionario Institucional (PRI) gobernaba cada resquicio del Estado mexicano, fue en aquella época que nació la idea del “dedazo” o el “tapado”, tema que fue materia de estudio no solo en el país, sino en algunas otras naciones.
Aunque el mito nunca fue aceptado por las autoridades, se decía que cada presidente mexicana decidía quién sería la persona que lo sucedería, esto entre una serie de personajes que poco a poco iban teniendo popularidad con la población o que obtenían respeto y poder al interior del sistema político.
Sin embargo, de acuerdo a lo que explican algunos académicos, el asumir la presidencia tras un “dedazo” traía consigo la responsabilidad de continuar con los planes, proyectos y reformas sociales que en la administración anterior habían consolidado.
La idea del “dedazo” nació con Plutarco Elías Calles, fundador del Partido Nacional Revolucionario (PNR) —antecedente del PRI—, debido a que cuatro presidentes después de su gobierno supuestamente habrían sido su decisión, episodio histórico que es conocido como El Maximato.
“El que quiera la silla presidencial que se forme”
Desde la década de los treinta del siglo pasado hasta las elecciones federales anteriores, se mantuvo la idea de que el tricolor seguía replicando el mito; sin embargo, la derrota en las elecciones del 2000, 2006 y 2018 obligaron a que el proceso se modificaran los procesos partidistas no sólo a nivel nacional, sino en lo local, tanto así que en 1999 por primera vez la militancia del Estado de México votó para designar a Arturo Montiel como el candidato oficial.
Las encuestas
Con la derrota del PRI a inicios del siglo se abrieron nuevos métodos de organización partidista, entre los que destacaron aquellos donde los institutos políticos involucraban a la militancia en la toma de decisiones, con el fin de que las decisiones contaran con respaldo.
El principal impulsor de dichas medidas fue el Partido de la Revolución Democrática (PRD) —fundado por la corriente democrática que abandonó al tricolor a finales de los años ochenta—, entre las medidas que se dieron a conocer estuvo la encuesta, principalmente en los procesos internos donde participó el ahora presidente Andrés Manuel López Obrador (AMLO).
Con ese método en 2011 consiguió la candidatura a la presidencia, en aquella ocasión compitió con el actual aspirante a coordinador de los Comités de Defensa de la Cuarta Transformación, Marcelo Ebrard Casaubón. Este antecedente marcó el presente del Movimiento de Regeneración Nacional (Morena), debido a que así elegirán a su posible candidato el próximo año.
Sin embargo, este método no sólo estará presente con el oficialismo, sino también con la oposición. El Frente Amplio por México aseguró que el 50% de su decisión dependerá de una encuesta, mientras que el segundo será una votación directa en donde participarán aquellos que se registraron en una plataforma para apoyar a los aspirantes.
Los procesos de sucesión, sin importar el cargo, en México siguen levantando suspicacias entre la ciudadanía, puesto que algunos sectores de la población dudan de tener participación directa, además del alto abstencionismo que se ha presentado en los comicios, por lo que los métodos actuales podría marcar una nueva tendencia para los procesos posteriores.
El adelantar tiempos electorales, recorridos por el país, presentación de planes —no promesas de campaña—, respaldo de militancia, mítines y múltiples conferencias de prensa son elementos que, en los tiempos del priismo recalcitrante, parecían imposibles debido a la institucionalidad, es decir, la idea de que los asuntos partidistas no tenían que salir del círculo rojo.
Pese a la rigidez priista, esto no evitó que hubiera disputas de los inconformes por lo alcanzar determinada candidatura, el ejemplo más claro de esto es la fractura de la corriente democrática en 1988 o incluso la formación de Morena tras los desencuentros al interior del PRD, por lo que un proceso sin alborotos sigue siendo la deuda pendiente de los grupos políticos.
Las declaraciones de Marcelo Ebrard, las impugnaciones de Miguel Ángel Mancera o Jorge Luis Preciado, los señalamientos de favoritismo a Xóchitl Gálvez o Claudia Sheinbaum, respectivamente, son los escándalos que ya han marcado a esta nueva forma de gobierno, por lo que serán los retos a mejorar tanto para la oposición como para el oficialismo.