Delegados de Petro viajaron a Cuba el viernes para intentar retomar las negociaciones -dejadas en punto muerto durante el Gobierno de Duque- con los terroristas del Ejército de Liberación Nacional (ELN). De acuerdo a información manejada por el medio colombiano Semana, el comisionado de paz de Petro, Danilo Rueda, el senador del Pacto Histórico, Iván Cepeda y el canciller del nuevo Gobierno, Álvaro Leyva, llegaron a La Habana para entablar rápidamente contactos con representantes de dicha guerrilla.
Es evidente que la llegada del presidente izquierdista a la primera magistratura colombiana ha supuesto un respiro para el ELN, que desde hace semanas no ha parado de enviar señales -e incluso cartas- de disposición a “negociar” con la naciente administración encabezada por alguien que en su juventud formó parte de la guerrilla terrorista del M-19.
Por su parte, Petro no se estaría guardando nada bajo la manga. Aunque ya su campaña presidencial avizoraba que recurriría a la búsqueda de la llamada “paz total” con los grupos que por décadas han causado muerte y destrucción en Colombia, no deja de ser llamativo el hecho de que, teniendo apenas un par de días en el puesto, una de sus primeras acciones de Gobierno sea justamente enviar una comitiva a entablar negociaciones con estos subversivos. Con mucha premura.
Vale recordar que los intentos de domesticar al lobo no son nuevos. En el caso del ELN, cuya existencia data de mediados de la década de los sesenta, se han tratado de materializar un puñado de procesos de paz que siempre han terminado en el basurero de la historia.
Por ejemplo, la organización Insight Crime deja entrever que la iniciativa petrista tiene antecedentes que se remontan a la década de los setenta, cuando el entonces presidente colombiano Alfonso López Michelsen trató de crear un canal para el desmontaje del grupo terrorista, cuyos cabecillas nunca accedieron a entregarse. Luego, en los noventa, el presidente César Gaviria llegó a intentar “diálogos de paz” con dicha guerrilla, que habiendo usado a la vecina Venezuela como escenario para los mismos terminó teniendo el mismo destino que la negociación propuesta por su antecesor.
Los presidentes que vinieron luego de Gaviria, el liberal Ernesto Samper y el conservador Andrés Pastrana, también exploraron la posibilidad de llegar a un entendimiento con dicho grupo terrorista para proceder a su desmontaje; iniciativas que tuvieron idéntico resultado que cuando López Michelsen y Gaviria lo intentaron. Incluso Álvaro Uribe y Juan Manuel Santos, quienes gobernaron posteriormente a Colombia, intentaron resolver el entuerto que significaba la existencia de este grupo subversivo en el país. Como era de esperarse, ninguno de los esfuerzos fructificaron.
Pero el asunto no va solo de la negativa del ELN a desmovilizarse, sino que incluso hay que tener en consideración que durante el Gobierno del presidente Iván Duque esta guerrilla incrementó su naturaleza criminal, protagonizando un atentado con un carro bomba que explotó en las inmediaciones de la escuela de cadetes de la Policía Nacional, en Bogotá. El atentado dejó más de una veintena de muertos y cerca de 80 personas heridas.
Naturalmente para el ELN es muy difícil decir adiós a las armas. Es previsible que este grupo ha hecho ya el cálculo de costos-beneficios que implica despedirse del mundo de la subversión, toda vez que ya una parte de las criminales Fuerzas Armadas Revolucionarias de Colombia (FARC) han tomado el camino de la supuesta lucha parlamentaria, mediante los métodos clásicos de la política. En dos platos: emprender la vía civilizada implicaría para los terroristas del ELN dejar a un lado las ganancias derivadas del tráfico de drogas, la extorsión e incluso el tráfico con minerales del que han tomado parte en la zona sur del territorio venezolano.
Un reporte reciente del International Crisis Group, afirma incluso que actualmente el ELN emplea una política de reclutamiento forzoso de venezolanos en territorio colombiano, aprovechando la crisis humanitaria que ha propiciado el chavismo y que ha expulsado del país caribeño a cerca de 2,5 millones de personas hacia Colombia. Así, los terroristas contarían con una estructura que asegura la subsistencia a estos grupos vulnerables, siempre y cuando se plieguen a la agenda de actividades criminales que protagoniza la guerrilla.
“A menudo están desprotegidos debido a su condición de indocumentados, desconocen la legislación colombiana y los derechos que les reconoce, e ignoran las reglas no escritas de las zonas de conflicto, tales como toques de queda y códigos de conducta impuestos por los grupos armados. En las zonas más conflictivas de Bogotá y otros centros urbanos, los migrantes sin dinero se ven envueltos en la violencia de las bandas criminales, el sicariato y el tráfico de drogas, entre otras actividades”, señala el informe del International Crisis Group.
Si se tiene esto en cuenta es más que evidente que el ELN no está, en modo alguno, pensando en poner coto o parar de golpe sus actos delictivos. Todo lo contrario.
¿Será acaso Petro el hombre que revertirá la tendencia histórica de la estafa que han significado los procesos de “paz” propiciados por el Estado colombiano para entenderse con el Ejército de Liberación Nacional? ¿O estamos, en cambio, ante una inmensa chapuza de la que no cabe más que esperar otro engaño en el que el ELN seguirá vivo, coleando y delinquiendo? Lamentablemente la evidencia y la naturaleza de los actores que promueven este proceso no dejan mucho espacio al optimismo.
Fuente: La Gaceta de la Iberosfera