Los dos años que le restan a Gabriel Boric en la presidencia, tendrá que olvidarse de visitar Buenos Aires. Un arribo oficial a la ciudad de la furia después del triunfo del liberal, Javier Milei, que entrará el próximo 10 de diciembre a la Casa Rosada, es impensable cuando el mandatario electo al otro lado de la cordillera lo considera un “empobrecedor”.
No es un secreto que para Milei la izquierda de la cual forma parte Boric es una “plaga” que originó a la “Unión Soviética Latinoamericana”. Estar lejos es su promesa de gobierno y la cumplirá, asegura. Nada de pasear por Recoleta, fotografiarse con las Madres de Plaza de Mayo, andar comprando libros en Palermo, recorrer los barrio de La Boca, San Telmo, Puerto Madero o ver juntos un partido de fútbol como le prometió a Alberto Fernández.
La posición de Milei tiene amplios motivos. Cree que Boric no emula a Hugo Chávez, sino al régimen cubano de los hermanos Castro. Según su compañera de fórmula en Libertad Avanza, Victoria Villarruel, Boric “está cuestionado como máxima autoridad política en Chile. Es un Gobierno que nos resulta sumamente difícil de entender”, sostiene.
Cancillería chilena bajo presión
El triunfo de Milei presiona a la Cancillería chilena desde ahora. Al ministerio de Exteriores de Boric bajo el mando de Alberto van Klaveren, le corresponderá maniobrar con la diplomacia que faltó durante la recepción de las cartas credenciales del embajador de Israel, Gil Artzyeli, a quien se le dejó plantado en La Moneda sin previo aviso. “El gobierno debe nombrar cuanto antes a nuestro embajador en Argentina y debe tratarse de una de persona experimentada que tenga todas las condiciones para estrechar lazos políticos y comerciales entre ambos países”, señala el exembajador de Chile en Argentina, Nicolás Monckeberg en El Líbero.
Reunir el perfil es un desafío para Boric, cuando la cuota de la delegación la tiene el Partido Comunista. Esta tolda mantuvo hasta el pasado 24 de septiembre a Bárbara Figueroa, quien dejó el cargo para asumir las riendas de la secretaria general de la organización.
A casi dos meses de la vacancia del puesto, comienza a imperar la tensión por una designación estratégica pero esperar una decisión de Boric en esa dirección parece inviable cuando privilegia su ideología en estos menesteres. El envío de su compañero del Frente Amplio, Sebastián Depolo como embajador en Brasil durante la administración de Jair Bolsonaro lo dejó en evidencia.
Depolo vociferaba que Bolsonaro era “peor que Trump” e incluso, lo consideraba el “inicio del fascismo”. Las críticas lo sentenciaron a esperar diez meses -hasta la toma de posesión de Luiz Inácio Lula da Silva- para ejercer el rol. Sin embargo, el anuncio de Lula en tiempo récord del “beneplácito” a las credenciales de Depolo -tres días después de su juramentación- sólo lo empujó el interés por la reactivación de la Unión de Naciones Suramericanas (Unasur) en la cual Chile es necesaria.
Un vecino de interés
En el caso de Argentina, habrá que meditar más. El programa de gobierno de Milei favorece a Chile al impulsar la economía libre, el fomento del comercio internacional y de las exportaciones. Ver salir los productos argentinos por el Pacífico desde los puertos chilenos sería un “todos ganan” a corto plazo. A ello, se suma que la activación del gasoducto recientemente inaugurado en Argentina podría impulsar la exportación de gas a Chile y avanzar a una mayor integración energética.
“Como presidente de Chile trabajaré incansablemente por mantener a nuestras naciones hermanas unidas y colaborando para el bienestar de todos” promete Boric por redes sociales pero ¿bastarán las palabras para tender puentes con Milei?
La respuesta a la interrogante es no. La prudencia será indispensable para no trastocar el Protocolo N°61 que rige el proceso de integración económica entre Argentina y Chile, que comenzó en 1995, y alcanzó el libre comercio en 2014, el Acuerdo de Complementación Económica 35 MERCOSUR-Chile (ACE 35) y el Acuerdo para Evitar la Doble Tributación (en vigencia desde octubre de 2016).
Balanza de cuidado
Con estos marcos, el comercio total entre ambas naciones alcanzó en 2022 los USD 5.797 millones, un 60,7% superior a 2019. En dicho período, la Argentina registró exportaciones a Chile por USD 5.020 millones, con un crecimiento del 63,5% respecto a 2019, e importaciones por USD 778 millones, un 45% superior a 2019.
En materia de inversiones, la Argentina es receptora del 16,6% del total invertido por Chile en el mundo (alcanzando un monto de USD 22.512 millones). Las inversiones con capitales chilenos se diversifican en varios sectores: servicios, alimentos y bebidas, metalmecánica y metalurgia, industria química, energía, forestal y minero y con impacto positivo en el empleo. Para las empresas argentinas, el mercado chileno se ha transformado en un destino estratégico en materia de franquicias, posicionándose como el tercer destino en este campo después de Paraguay y Uruguay.