Cada 8 de marzo encontramos convocatorias de feministas a marchar por los derechos de las mujeres. Conocido como el «Día Internacional de la Mujer» supone que convoca a toda mujer solo por serlo. No obstante, es necesario seguir desenmascarando su origen, lo que nos permite advertir que la fecha está viciada ideológicamente. Por tanto, a esta altura ya no resulta extraño que, tanto en la teoría como en la práctica, los feminismos contemporáneos busquen profundizar los falsos antagonismos entre hombres y mujeres, pero también entre las mismas féminas.
No es novedad que la agenda feminista ha tensionado los imaginarios del sentido común, algunas veces basándose en diagnósticos reales, pero que son explicados por sesgos ideológicos y, por consecuencia, sus soluciones también.
Dicho de otro modo, efectivamente aún está pendiente en nuestra sociedad erradicar la violencia que puede llegar a sufrir una mujer. No obstante, los feminismos suelen señalar que la causa de esta situación se debe a un sistema político que la oprime, por lo cual, dentro de las soluciones que proponen está refundarlo por uno anticapitalista, antineoliberal, y antipatriarcal.
Por ello, ya no es novedad que las feministas en sus marchas exclamen que «el capitalismo va a caer», o incluso que «Chile será la tumba del neoliberalismo». No obstante, no consideran en su explicación múltiples causas como el abuso de alcohol, la drogadicción, la fragmentación de la familia, la relativización de la moral, los problemas de salud mental, la obtención del placer y ocio instantáneo pero vacío y efímero, entre otras numerosas aristas.
Muchos artículos suelen afirmar que el origen del 8M se remonta al lamentable incendio de una fábrica textil en Nueva York, el 25 de marzo de 1911, hecho en el que fallecieron principalmente mujeres trabajadoras. Si bien este es uno de los acontecimientos que alimenta las narrativas feministas, es dable encontrar su génesis en la Segunda Internacional, fundada en 1889, conformada por sectores marxistas y socialistas.
Para los comunismos, la solución a la precariedad en la que vivían el proletariado —su sujeto político por excelencia— es su emancipación del capital(ismo), al abolir la propiedad privada tras la dictadura del proletariado. En ese contexto, la Segunda Internacional resolvió que el 1° de mayo se conmemorará el Día Internacional del Trabajador.
En este punto, es necesario reflexionar en torno a dos de estos términos: «Internacional» no quiere decir universal, pues, tal como se lee en el Manifiesto Comunista, se establece la noción de internacionalismo (recordemos la frase «proletarios de todos los países, uníos»). Por otro lado, «Trabajador» no alude a toda persona que se desempeñe en cualquier actividad laboral ya que, por ejemplo, y para ese entonces, la naciente burguesía tales como comerciantes o artesanos, no eran sujetos a defender. Es decir, la noción de «trabajador» es equivalente a la de «proletariado». Por lo que la génesis de este día se cimienta en la noción de opresores y oprimidos, propios del comunismo.
Sin embargo, los feminismos de inicios del siglo XX, también se nutren de la narrativa de opresores y oprimidos, por lo que —y parafraseando a Friedrich Engels—, en el matrimonio y el hogar, la mujer sería el proletariado, por tanto, el sujeto oprimido, y por extensión el hombre sería el burgués, es decir, el sujeto opresor.
Estas narrativas alimentaron los discursos de las mujeres comunistas de ese entonces, como Rosa Luxemburgo y Clara Zetkin, fundadoras de la Liga Espartaquista, antecedente directo a la conformación del comunismo como partido en Alemania. Por ello, sostenían que el matrimonio sería una institución nuclear del capitalismo, por lo que abogaban por su degradación. Asimismo, la anarquista Emma Goldman empujaba la idea de una emancipación sexual, tesis que también compartía Zetkin —aunque Lenin afirmaba que era una moral repugnante porque, desde su percepción, eran valores burgueses—.
Por consiguiente, las líderes comunistas de ese entonces buscaron un espacio dentro de la Segunda Internacional, para teorizar cómo sería esa «nueva mujer» comunista, como nos diría Alexandra Kollontai. Por ello, crearon la «Internacional de Mujeres Socialista», instancia que les sirvió para demandar la conmemoración de un día «Internacional» de la mujer «trabajadora». Es decir, no se buscaba conmemorar a toda mujer por serlo, sino solo a aquellas que tuviesen conciencia de clase y que antagonizan con las denominadas mujeres burguesas.
Por otro lado, en los Estados Unidos, el Club de Mujeres de Chicago, vinculado al Partido Socialista estadounidense, se aventuró a realizar el primer «Woman’s Day» el 03 de mayo de 1908. Aunque no hubo consistencia en la fecha, ya que al año siguiente lo realizaron el 28 de febrero.
Por su parte, los comunismos europeos recién se organizaron el 19 de marzo de 1911 para conmemorar el día «internacional» de la mujer «trabajadora», días antes de que ocurriera el ya mencionado incendio a la fábrica textil de Nueva York (25 de marzo).
Sin embargo, esta agenda se reactiva posteriormente a la Segunda Guerra Mundial. Por lo que los países bajo la dominación soviética fueron los primeros en instalar el día «internacional» de la mujer «trabajadora» los 8 de marzo, día que será adoptado como oficial por la UNESCO en 1975. Por ello, poco a poco, sus países miembros han adoptado conmemorar este día.
En definitiva, el 8M desde sus orígenes no ha buscado representar a todas las mujeres, y eso aún se observa en la actualidad. Pues, se ha constatado que los discursos que emergen en estas marchas marginan a las mujeres que no entran en los imaginarios de la mujer de izquierdas.
En el caso chileno, las izquierdas frenteamplistas y comunistas han perdido la credibilidad ciudadana por su ineficiencia en la gestión estatal y por los escándalos de corrupción que han protagonizado, a lo que se suma el descontrol de la seguridad pública.
Ante este escenario, la Coordinadora Feminista 8M (CF8M) ha moderado su tono en comparación a años anteriores, y están reclamando mayor seguridad a propósito del crimen organizado. Pero, explican que esta situación se debe al capitalismo y al patriarcado, es decir, no reconocen el timorato actuar del presidente Gabriel Boric en materia de seguridad pública.
En definitiva, los feminismos en nada han contribuido a mejorar las condiciones femeninas. Las políticas con enfoque de género solo se traducen en despilfarro de los dineros fiscales, mientras en Chile ha aumentado la violencia hacia la mujer bajo un Gobierno que se hace llamar feminista. La violencia intrafamiliar, tanto en 2022 y 2023, cada año registra más de cien mil casos. Los casos de violación en los últimos dos años —justo los del gobierno frenteamplista en alianza con el comunismo— se han registrado la mayor cantidad de casos desde la creación del Ministerio de la Mujer (2016).
En consecuencia, adherir a los feminismos y al 8M nada tiene que ver con defender a la mujer. Pues, son movimientos capturados por las izquierdas desde sus orígenes y continúan con dicha narrativa en la actualidad. Por ello, la CF8M sostiene en el comunicado de este año que este día apunta a la «solidaridad popular y feminista: contra el sistema patriarcal y capitalista». Además, demandan que Chile rompa sus relaciones diplomáticas con Israel, y lo tildan como un «Estado genocida». ¿Esto apunta al bienestar de las mujeres o es una lucha política? Juzgue usted mismo.