Las cifras de desempleo y de otros índices económicos en Estados Unidos desencadenaron el 5 de agosto un «pánico generalizado» en casi todos los mercados bursátiles del mundo.
Ese día, Wall Street cerró con más de 1.000 puntos de pérdida en el Dow Jones, su principal indicador. El compuesto tecnológico Nasdaq cayó 576,08 puntos, o 3,4% y el índice S&P 500, de las mayores empresas, culminó en un descenso de 3% ó 160,23 puntos.
En Japón,el índice Nikkei 225 se precipitó 12,4% ese lunes, su peor día desde el Lunes Negro de 1987.
¿Cuáles son algunas de las causas de esta reacción en cadena?
Este tipo de “golpes sorpresa” provoca secuelas amargas para el valor del dólar estadounidense y para la confianza en general sobre la economía estadounidense, un legado muy peligroso que deja el gobierno de Joe Biden y Kamala Harris, bajo la tutoría de élites que persiguen la desestabilización universal y el descalabro de la primera potencia económica, política y militar del planeta.
El pánico no ocurrió de forma casual y menos, únicamente, como efecto de una cifra de desempleo de 4,3% que no avala una reacción de esta magnitud.
La incertidumbre
El temor parte de muchas interrogantes y dudas en los últimos casi 4 años con un mando en la Oficina Oval que abogó por abolir la industria del petróleo y ejecutar proyectos sociales e inversiones en sectores improductivos e irrentables, sin garantías de recuperación de fondos.
A pesar del impacto directo y brutal de la pandemia en la economía estadounidense en 2020, el expresidente Donald J. Trump entregó a Joe Biden un país completamente diferente a la situación económica que atraviesa hoy EEUU.
La incertidumbre respecto a la actual administración en Washington ha reinado durante todo el mandato presidencial, caracterizado por un paquete de políticas económicas fallidas.
Trump dejó una economía en plena recuperación, calificada de asombrosa por muchos analistas, luego de la recesión instantánea que creó la crisis sanitaria mundial del llamado COVID-19.
La extensa lista de medidas de urgencia fomentadas por el gobierno del expresidente republicano revirtió en apenas meses una situación crítica, no sólo para EEUU sino para la mayoría de las naciones en el mundo.
Entre las principales acciones estuvieron la reducción a 0%-0,25% de la tasa referencial de interés, 2,2 billones (trillions) de dólares de respaldo y rescate de las pequeñas y medianas empresas; incrementó de manera enérgica la compra de bonos del Tesoro durante medio año por un valor mensual de más de 600.000 millones de dólares, además de entregar liquidez suficiente a las instituciones financieras para enfrentar los retiros de créditos, entre otras operaciones.
La diferencia
El 2020 terminó con 1,2% de inflación, una deuda de 28 billones (trillions) llevada a este nivel por las ayudas financieras federales para enfrentar la pandemia de COVID-19, de lo contrario hubiese estado por debajo de los 24 billones.
Los volúmenes de venta de viviendas se dispararon en 2019 y 2020. En este último, las cifras subieron a 820.000 propiedades, el mejor dato en los últimos años.
Las ventas minoristas crecieron un 2% al cierre de 2020 junto a la producción industrial que lo hacía a un ritmo del 1,6% desde octubre de ese año y continuó hasta diciembre, en medio de una crisis en la cadena mundial de suministros a causa de la paralización de las producciones en Asia y Europa por la pandemia.
Lo anterior demostró la solidez en que se encontraba la economía estadounidense frente a los serios problemas a nivel internacional y a pesar de su dependencia de la cadena de suministros en muchos sectores de la economía.
Desde la llegada de Joe Biden a la Casa Blanca, las cifras económicas de Norteamérica iniciaron un giro de 180 grados en franco retroceso, tras firmar más de 70 órdenes ejecutivas en menos de dos semanas. El único propósito fue revertir la sorprendente recuperación económica en la que avanzaba el país bajo la guía de Trump.
Fallidas políticas
Los resultados no pueden ser peores con una inflación récord en casi cinco décadas de 9,1%. Analistas independientes y conservadores estiman que superó el 11%, pero Washington no podía continuar alarmando al mundo.
La Reserva Federal, después de un año sin tomar partido en los niveles inflacionarios, decidió actuar y emprendió una escalada en las tasas de interés hasta llevarlas al rango presente: 5,25%-5,50%, el peor desde hace 22 años.
A partir de aquí inició un sutil, pero evidente “reajuste” de estadísticas; de hecho, con dos trimestres consecutivos en negativo del Producto Interno Bruto (PIB), el gobierno de Biden negó lo que técnicamente se califica como recesión económica.
A pocos meses de dejar su mandato, la realidad es diametralmente opuesta a hace cuatro años:
Las ventas de viviendas en EEUU disminuyeron en un 19% durante 2023, alcanzando el nivel más bajo de los últimos 30 años, con un total de 4,09 millones de unidades vendidas, según los datos de la Asociación Nacional de Agentes Inmobiliarios (NAR).
Este descenso, que sobrepasa incluso las cifras registradas en la crisis hipotecaria de 2007, marca el punto más bajo en la actividad de ventas del sector inmobiliario sin terminar 2024, donde prosigue la misma tendencia.
Los elevados tipos de interés hipotecarios, el alto costo de vida y de la vivienda junto a la escasez de inventario limitaron las posibilidades de compra de millones de interesados y necesitados de un techo propio para escapar de las inconveniencias de las rentas y sus elevados precios.
La deuda actual de EEUU supera los 35 billones (trillions) de dólares.
En octubre de 2023, la tasa hipotecaria llegó a los 7,90%, la peor en varias décadas y en abril de 2024 aún se encontraba en 7,29%.
Debido a la sistémica caída de ventas durante más de dos años y a otros índices económicos, los bancos han decidido reducirlas a la espera de una recuperación del mercado que sigue sin ocurrir. En la actualidad se encuentran en 6,55%.
La producción industrial sufre una contracción histórica desde hace 19 meses, 14 de ellos de forma consecutiva, sin entrar en detalles en la crisis bancaria del 2023 con la quiebra de 4 importantes bancos, la crisis de mano de obra en 2022, y los más de 200.000 millones depositados en Ucrania que se suman al descomunal gasto federal presupuestario de este gobierno, el mayor en la historia de EEUU.
El costo adicional de la frontera sur de EEUU por la irresponsable y política de «Puertas Abiertas» supera los 600.000 millones de dólares en sólo tres años de forma directa e indirecta, además de las graves consecuencia aún por definir a corto, mediano y largo plazo para la seguridad nacional
El desempleo
El mayor impacto de la pandemia fue en el mercado laboral; sin embargo, la reacción positiva bajo el mandato de Trump resultó impresionante. Del 13% a mediados de año, pasó al 6,5% en el último trimestre. Pero antes de la crisis sanitaria, en septiembre de 2019, el desempleo era de 3,5%, el nivel más bajo en 50 años.
El gobierno de Trump creó en tres años más de 6,3 millones de empleos en diferentes sectores de la economía.
A pesar de que la propaganda de los grandes medios de prensa de izquierda y de la Casa Blanca citan el empleo como un gran logro de Biden, la cifra de desempleo nunca ha bajado del 4%.
Esta ha sido su bandera en economía junto al aumento de salarios que se ha esfumado con los altísimos precios de consumo y motivado por la crisis de mano de obra fomentada por Biden-Harris mediante casi 3 billones (trillions) de ayudas excesivas e innecesarias bajo el pretexto del COVID-19 en pleno declive.
Una persona en California, por ejemplo, llegó a recibir sin trabajar en su casa 1.200 dólares por semana hasta seis meses y extensible por un año, otra de las causas de la inflación que cumple casi cuatro años y que el gobierno afirma que ha descendido al 3,3%.
Mientras, los consumidores siguen sin ver el sustancial alivio que avala la Reserva Federal.
El desempleo se contuvo en cifras bajas durante estos tres años porque, entre otras razones, existía un “colchón” de puestos de trabajo disponibles en el país. El dato llegó hasta los 11,9 millones de vacantes, un elemento que apenas citan los medios liberales como contención del desempleo.
Otra de las estadísticas que ofrece la administración Biden es la cantidad de empleos creados, muchos de ellos a tiempo parcial (part time).
En estos momentos, el 65% de los estadounidenses vive día a día y 30 millones tienen hasta dos empleos para poder costear sus necesidades básicas como salud, vivienda, educación, alimentación y productos de primera línea.
Y cada vez más aumenta la cantidad de personas con hasta tres empleos para sortear la crisis financiera en la que viven, después de la llegada de los demócratas y de la izquierda radical a la Casa Blanca.
Susto justificado
A pesar de todo el análisis panorámico anterior, que incluye reveladoras estadísticas del severo daño que la administración Biden-Harris ha hecho a la economía de EEUU, las entidades federales, la gran prensa liberal, Wall Street y la Casa Blanca se han encargado durante más de tres años de decirle al mundo que la economía estadounidense es sólida y crece a un ritmo vertiginoso y con escasos riesgos.
Washington ha sido sumamente cauteloso en dar cifras negativas de un solo golpe en aras de evitar el pánico generalizado que los mercados bursátiles experimentaron tras informar que el desempleo había subido al 4,3% en julio junto a la contracción industrial casi crónica.
Al parecer, los inversionistas tuvieron un despertar repentino y muy efímero en medio de la oscuridad. Al siguiente día, los mercados regresaron a la peligrosa normalidad y la prensa desvió la atención sobre medidas de Japón para hacer subir el valor del yen.
Quienes sufren y perciben lo contrario son los estadounidenses, cuya mayoría ha visto mermar su poder adquisitivo en más del 22% a causa de la inflación.
Las familias estadounidenses tienen que desembolsar como promedio unos 7.000 dólares adicionales cada año en productos y servicios básicos, bajo la administración Biden-Harris.
El 5 de agosto analistas e inversores despertaron con el gran susto que ha contenido Washington durante tres años; y que lo ha manejado a través de tendencias económicas creadas o controladas, fondos especulativos en Wall Street, la propaganda en los medios, el valor de los bonos del Tesoro, entre otras medidas detrás del telón del gran teatro político en que se han convertido los mercados bursátiles.
La violencia y el efecto devastador del llamado y supuesto “aterrizaje suave” de la economía de EEUU, en el que siguen creyendo los inversionistas, lo sufre directamente – desde hace casi cuatro años- la gran mayoría del pueblo estadounidense.
Las cifras que da el gobierno trazan un panorama idílico y esperanzador, pero la realidad hoy en EEUU es completamente diferente y decadente comparada con apenas cuatro años atrás bajo el gobierno del presidente 45 Donald J. Trump; a pesar del crudo impacto de la pandemia en 2020.
Al dejar a un lado tendencias políticas, partidos o ideologías, nadie puede decir con justeza y sensatez que los estadounidenses “disfrutan” ahora de una mejor economía y un mejor país que antes de enero de 2021, cuando Biden y Harris llegaron con muchísimas dudas a la Casa Blanca.
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