LA HABANA.- En medio de una crisis económica agudizada por la escasez de combustible y de esfuerzos nulos desde la dictadura por escuchar los llamados de la Iglesia sobre la situación social de la Isla en los últimos años, representantes de la Conferencia de Obispos Católicos de Cuba (COCC) se reunieron este miércoles en el Palacio de la Revolución con el designado gobernante Miguel Díaz-Canel y otros personeros del Partido Comunista (PCC), incluida Caridad Diego, encargada de controlar los asuntos religiosos desde el Comité Central.
El encuentro ocurre dos meses después de la visita del cardenal Beniamino Stella, quien viajó a la isla en representación del papa Francisco, en el marco del 25 aniversario del histórico viaje apostólico a Cuba de Juan Pablo II.
Según una nota de prensa del régimen, el encuentro «forma parte de los intercambios que la dirección del país sostiene con diferentes sectores de la nación».
Hasta ahora, la Conferencia de Obispos Católicos de la isla no ha informado sobre el encuentro.
El dictador Díaz-Canel habló del Padre Félix Varela, y luego de que «ambas partes expresaran gratitud por la posibilidad del encuentro, se abordaron temas relacionados con la labor de la Iglesia Católica, la situación socioeconómica del país, el fortalecimiento de valores en la sociedad, entre otros asuntos de interés común», señaló el texto sin revelar mayores detalles.
Por el ente episcopal estuvieron presentes en el intercambio el cardenal Juan de la Caridad García Rodríguez, arzobispo de La Habana; el presidente de la Conferencia de Obispos Católicos, monseñor Emilio Aranguren Echeverría, obispo de Holguín-Las Tunas, entre otros representantes.
Acompañaron a Díaz-Canel el primer ministro, Manuel Marrero Cruz; el viceprimer ministro y titular de Economía y Planificación, Alejandro Gil Fernández; el miembro del Secretariado del Comité Central del Partido y jefe de su Departamento Ideológico, Rogelio Polanco Fuentes; Caridad Diego Bello y otros funcionarios del PCC y el régimen.
La grave crisis económica de Cuba obligó al régimen a retomar las negociaciones con Estados Unidos y el Vaticano para -una vez más- negociar la liberación de presos políticos a cambio de un relajamiento de las sanciones en momentos que el presidente de Estados Unidos, Joe Biden, ha anunciado su intención de reelegirse, reseña el portal web CiberCuba.
Reacciones
El designado gobernante Miguel Díaz-Canel es un político acomplejado, que se mueve cual cangrejo en un tanque de miel, confunde soberanía con oportunidad y desprecia aliados como el Vaticano, que apostó por una vuelta a casa de los encarcelados por el aldabonazo del 11J, por boca del influyente cardenal Beniamino Stella, enviado del Papa en enero y ex nuncio apostólico en Cuba.
La semana pasada el sacerdote cubano Alberto Reyes Pías, párroco de una iglesia en Camagüey, una de las figuras que más abiertamente ha criticado al régimen cubano, afirmó que solo la Iglesia católica está en condiciones de liderar un diálogo en la Isla.
En una entrevista posterior con Diario de Cuba, Reyes dijo que «la Iglesia tiene un papel fundamental en Cuba y en cualquier sociedad, que es predicar el evangelio».
«La Iglesia está haciendo lo que tiene que hacer, que es predicar el evangelio, que es inmensamente liberador. Además de eso, la Iglesia ayuda a pensar y ayuda a la gente a salir de ese letargo, de esa rutina, en la cual la vida se convierte en sobrevivir, en resolver los problemas del día. Yo creo que la Iglesia, a través de infinidad de escritos, de las redes sociales, encuentros, retiros, está ayudando a la gente a pensar y a tomar conciencia de quiénes son y de cuál es la situación y de qué se puede hacer. Lo otro que está haciendo la Iglesia es acompañar, está acompañado mucho a las familias de los presos políticos. Está acompañando mucho a personas que son perseguidas», apuntó.
El párroco de Camagüey, quien ha sido blanco de represión y actos de repudio de parte del régimen por su apoyo al pueblo y a la sociedad civil independiente en sus intentos de manifestarse pacíficamente en las calles.
«No hay ningún mensaje que puedas leer entre líneas, ninguna acción que pueda hacer prever, que se está preparando algún cambio. Con lo cual, el gran peligro es que esto termine en un estallido social violento que nadie quiere. Pero llega el momento en que las cuerdas se rompen, llega el momento que el nivel de aguante de un pueblo termina», señaló.