Imaginemos que a una persona que gana 1000 pesos por día (en un país sin alta inflación) es asaltada llegando a su domicilio y le quitan la billetera, donde tenía 700 pesos que le quedaban. Comparemos el caso al de otro argentino que no sufre ningún atraco, pero que la política monetaria hace que a fin de mes sus pesos compren un 30 % menos de bienes y servicios que el mes pasado. Aunque ambas situaciones son inaceptables, ¿a quién le quitaron más? La respuesta es obvia.
Sin embargo, el kirchnerismo ha insistido con la idea que los déficits no son necesariamente malos y que emitir dinero para financiarlo es una oportuna política monetaria. Que alguien distinga como dos fenómenos distintos la sustracción de un billete a la manipulación monetaria que le quita poder de compra a los papelitos, lo único que hace es hablar de su ignorancia supina en materia económica. Claro que a nivel político esto no es ignorancia, es interés. Al imprimir sin tener que rendir cuentas, la burocracia se hace de más recursos sin tener que pasar por la incomodidad de subir los impuestos. Claro que la inflación es un flat tax, que paradójicamente tiene el efecto de un “impuesto progresivo” a la inversa para todos los tenedores de pesos. Es decir, los que más lo sufren son los que poseen menos unidades monetarias. Lógicamente, los más pobres.
El mundo ya ha saldado esta discusión y ningún país civilizado se discute las causas de la inflación (aunque todos en menor o mayor medida todos tienden a recurrir al robo de guante blanco). Existe incluso una muy interesante película llamada “Los falsificadores”, que es basada en una historia real, donde se muestra que los nazis planeaban usar como arma de guerra la falsificación masiva de billetes, con la finalidad de crearles inflación a las economías enemigas. Pero el kirchnerismo insiste que se trata de una respetable política pública para nuestro país.
Hace un año, Ricardo Manuel Rojas, prestigioso escritor, jurista y columnista invitado del PanAm Post, escribió “La inflación como delito”. Allí, el exjuez penal propone algo tan revolucionario como de sentido común: que los funcionarios que incurran en políticas inflacionarias (que no es otra cosa que robarle a la gente) tengan la misma penalidad que un ladrón tradicional. Incluso hasta sería justo decir que los populistas que recurran a la “maquinita” sean condenados con el agravante de un robo en particular: el que no le permite a la víctima defenderse bajo ningún punto de vista.
Lógicamente, la propuesta entusiasmó a Javier Milei, que en campaña hizo difusión del libro de Rojas en todos los medios nacionales. Es que la idea del texto es absolutamente compatible con la propuesta de política monetaria del libertario: ninguna. Es que, como dice Alberto Benegas Lynch (h), la banca central no tiene ninguna posibilidad de éxito en su labor. El proceso de mercado es dinámico y cualquier relevamiento de datos sobre la demanda de dinero, cuando el burócrata la obtiene, la información ya está caduca. Por lo tanto, en caso de no querer sacarle beneficios a la emisión, si expande la base monetaria por encima de la demanda de los individuos, se equivoca. Si la retrae por debajo de las preferencias, lo mismo. Y si por milagro logra acertar y dar en el blanco, ¿para qué intervino en un primer lugar y no dejó que el mismo mercado se encargue de la oferta y demanda de dinero?
Esta tarde, los medios confirmaron que Milei piensa enviar al Congreso un proyecto donde propone penar con cárcel a los funcionarios que incurran en emisiones monetarias para financiar al Tesoro. En “criollo” se podría decir que hay que meterlos en cana por chorros.
Aunque la inflación todavía es alta, comienza a desacelerarse. Muy pronto será de un solo dígito. Si los planes del gobierno funcionan, ya sea con dolarización o sin, el drama inflacionario será un mal recuerdo, como en la década del noventa. La diferencia es que la actual gestión está pensando en medidas de corte definitivo, como la supresión del peso definitivamente. Los casos de otros países mostraron que cuando se termina con la maquinita, la gente no quiere volver atrás. Ni el demagogo populista de Rafael Correa pudo reemplazar el dólar por el viejo Sucre.
Ahora, diputados y senadores, que tendrán que votar por el sí o por no, deberán contestar una pregunta: “¿Vos estás a favor del robo? Los que voten en contra de este proyecto sí lo están.