SONIA SCHOTT,
Independientemente de lo que el presidente Joe Biden intente hacer en los próximos dos meses que restan de su gobierno, la realidad es que el entrante presidente Donald Trump está esperando llegar a La Casa Blanca para cambiarlo todo, blindado con la aprobación popular.
Su victoria electoral fue tan abrumadora, desafiando todas las predicciones, que estará en una posición de inmenso poder cuando reemplace a Biden el 20 de enero.
Por una parte, Trump podrá asegurarse de que ninguno de los cargos penales en su contra jamás llegue a los tribunales, y desde ya ha dado muestras de que la inmigración ilegal será uno de sus temas prioritarios después del reciente anuncio de Tom Homan, su exdirector interino de Inmigración y Control de Aduanas, quien servirá como «zar de la frontera» en su administración entrante.
Otros temas, no menos importantes, tendrán que ver con las guerras en Ucrania y Gaza que definirán el reacomodo geopolítico de fuerzas.
Quizás más que cualquier otro mandatario, desde Ronald Reagan, el presidente número 47 tendrá el poder de implementar cambios políticos decisivos en sus primeros 100 días de gobierno.
El Partido Demócrata ha sufrido un golpe muy duro tras la derrota de Kamala Harris, además de perder el control del Senado. Esta circunstancia favorecerá a Trump para avanzar en su agenda, sin preocuparse de las tácticas dilatorias de los opositores legislativos.
Aunque siempre es importante que el Congreso mantenga su espacio para limitar los alcances del poder, la victoria del 5 de noviembre da a la nueva administración luz verde en la toma de decisiones.
La diferencia entre Trump y Harris fue de más de cuatro millones de votos, lo que no dejó espacio para las dudas republicanas como en 2020.
Biden ahora se encuentra en este periodo de transición o “lame duck” que se aplica a funcionarios electos cuyo mandato aún no ha expirado, pero no habiendo sido reelegidos, carecen de ese apoyo político para implementar nuevas iniciativas.
Sin embargo, la historia ha demostrado que no es un impedimento para que, durante la transición, los mandatarios tomen decisiones importantes.
En 1961 resultó electo el demócrata, John F. Kennedy, sin embargo, Dwight Eisenhower, el presidente saliente, rompió las relaciones con Cuba un 3 de enero, o cuando George W. Bush, aprobó rescates para fabricantes de automóviles, faltando poco para dejar la presidencia.
Por lo pronto, la administración Biden ofrecerá solo 400.000 acres durante una próxima venta de arrendamiento de petróleo y gas en el Refugio Nacional de Vida Silvestre del Ártico (ANWR) de Alaska, una medida pensada en favor del medio ambiente que se tomó luego de la elección de Trump para limitar el desarrollo de petróleo y gas en Alaska.
Sin duda, Biden también podría querer avanzar en las dos grandes crisis internacionales que han marcado su periodo presidencial.
Por un lado, tratar seguir armando a Ucrania para luchar contra las fuerzas de ocupación rusas e intentar negociar un alto el fuego en Gaza y en el Líbano. Siendo realistas, la dura derrota electoral que sufrió limita sus posibilidades.
Inevitablemente, el primer ministro de Israel, Benjamín Netanyahu y los presidentes de Rusia, Vladimir Putin y Volodimyr Zelensky, de Ucrania, estarán más enfocados en los próximos movimientos de Trump, como para querer aceptar medidas diplomáticas de un mandatario al que solo le quedan ocho semanas de gobierno.
A juzgar por sus declaraciones anteriores, es probable que Trump le dé a Netanyahu lo que necesite para derrotar a Hamás y Hezbolá, pero bajo un límite de tiempo para detener los combates; por otra parte, presentar un plan de paz a Putin y Zelenski que ponga fin a la guerra, congelando las conquistas territoriales de las tropas rusas y ofreciendo a Kiev algún tipo de garantía de seguridad a futuro, que no incluiría la membresía en la Organización del Tratado del Atlántico Norte (OTAN).
Biden nunca estuvo en posición de presionar a Putin sobre la guerra en Ucrania porque no hubo un canal de comunicación con el líder ruso. Trump, en cambio, se ha jactado de poder hablar con el Kremlin prometiendo negociar un acuerdo a 24 horas de asumir el mando.
Sea lo que sea, por ahora hay optimismo de que las guerras en curso puedan terminar el próximo año, cuando llegue Trump oficialmente al poder.