JUAN DAVID VÉLEZ,
La visita del presidente de Colombia, Gustavo Petro, a su homologo Joe Biden generó una gran expectativa: dejó un gran despliegue mediático, mostró una euforia colectiva de quienes acompañan al mandatario colombiano y causó preocupación en sectores de la derecha en Colombia y el resto del continente americano.
No era para menos que esta visita generara tanta expectativa para los colombianos y latinoamericanos. Gustavo Petro, elegido apenas hace 10 meses, llegaba a la Casa Blanca para visitar al presidente Biden, quien protocolariamente ha demostrado una actitud respetuosa, democrática e incluso generosa con todos los mandatarios latinoamericanos, sin importar su ideología. Sin embargo, es Petro quien, con discursos desafiantes en la ONU y otros escenarios, ha sido sumamente duro contra los Estados Unidos, el capitalismo americano, las políticas migratorias e incluso con comparaciones absurdas con prácticas nazis.
Ese discurso antiamericano, utilizado durante décadas por dictadores de la talla de Fidel Castro y Hugo Chávez, lo emula muy bien Gustavo Petro. Esto nos llevó a pensar que la reunión podía tener momentos tensos, con cuestionamientos duros por parte del mandatario norteamericano hacia el líder de la izquierda colombiana; sin embargo, no pasó a mayores y se vieron más bien muchos abrazos, apretones de manos y fotografías, con los presidentes sonrientes.
El despliegue mediático de la prensa colombiana no tiene precedentes. Incluso algunos periodistas y analistas mostraron la reunión como un logro histórico de un presidente colombiano. La realidad es que, con excepción de Ernesto Samper –por obvias razones– todos los presidentes de Colombia en las últimas dos décadas se han reunido en la Casa Blanca con el presidente de turno en los Estados Unidos.
La relación de Colombia y Estados Unidos es histórica, fuerte y bipartidista. Han sido 200 años de enorme compromiso en causas comunes, donde el respeto a los principios democráticos, el Estado de derecho y los desafíos conjuntos han marcado una agenda amplia y exitosa.
En contraste, los medios norteamericanos poco se enteraron y comentaron de la visita del mandatario colombiano. Estados Unidos tiene hoy enormes desafíos en materia de política exterior, como lo es la guerra en Ucrania, el aumento en la tensión con China y Rusia y la crisis en la frontera con México. No ha sido el gobierno de Biden, precisamente, quien le ha puesto más atención a Latinoamérica. Medios norteamericanos que hicieron noticias sobre el encuentro, lo mostraron más como un acto protocolario y sin ningún tipo de impacto.
Lo que sí causó sorpresa fue la euforia en la que los gobiernistas colombianos celebraron la reunión entre Petro y Biden. A pesar de que en Colombia mantienen un discurso en contra de la potencia mundial, abogan por un modelo socialista y presentan el capitalismo como un sistema destructivo del planeta, se mostraron felices por la reunión de los mandatarios. Algunos autodenominaron a Petro como el líder mundial en la lucha climática y generaron una narrativa, absurda, sobre el papel dominante de Petro sobre Biden.
Sí cabe resaltar que es positivo para la relación histórica entre ambos países la reunión de los mandatarios. Muestra una vez más que hay más ruido por parte de algunos sectores políticos y mediáticos, que han tratado de dañar las relaciones bipartidistas con excusas cantinflescas y sacadas de los cabellos, que lo que realmente se discute en las esferas políticas entre Washington y Bogotá permite mantener una relación de hermandad, pragmática y permanente.
Por el lado de la oposición colombiana y los sectores de la derecha latinoamericana, sí vimos una preocupación colectiva en torno a la posición que toma Biden sobre asuntos tan delicados como los regímenes de Venezuela y Cuba, y la vocería que asume Petro sobre estas dictaduras a nivel mundial. No sorprende la cercanía ideológica y pragmática que tiene el triángulo Petro-Maduro-Díaz-Canel, sin embargo, que el resultado más importante de la visita de Petro a Washington sea el visto bueno de la administración Biden a la estrategia de Petro para salvar al ya desprestigiado régimen criminal de Maduro, es motivo de preocupación general de quienes defendemos la democracia en todo el continente.
El tema de Venezuela es, sin duda, el mayor logro de la visita del presidente de Colombia. Increíblemente, son los asuntos de un país vecino lo que fortalece a Petro en su país, pero al mismo tiempo genera un impacto negativo a Biden, con miras a las elecciones de 2024. No cabe duda de que ese apaciguamiento con los regímenes latinoamericanos podría causarle enormes problemas en el estado de la Florida, donde vive y vota una enorme población del exilio cubano, colombiano y venezolano.
La reunión de los dos mandatarios será recordada como un acto protocolario de importancia en la relación histórica que tienen ambos países. Petro le sacará provecho en Colombia, mostrándose como un líder que tiene capacidad de reunirse con cualquier mandatario mundial. Será una narrativa que, sin duda, le será útil. Pero al mismo tiempo, los Estados Unidos dejará de ser el enemigo exterior que siempre buscan los caudillos de izquierda latinoamericana para justificar el fracaso de sus políticas. Esto podría ser un resultado, incluso involuntario por los asesores de Biden, que termine beneficiando a los Estados Unidos.