El hecho de ver a Guillermo Lasso luchando de atrás para remontar una diferencia de 26.000 votos contra «Yaku» Pérez y así entrar a la segunda vuelta para enfrentar a Andrés Arauz, el delfín de Rafael Correa, es garantía de algo: los ecuatorianos con espaldas suficientes como para jugar fuerte y salvar al país de un eventual desastre, no lo hicieron y paradójicamente serán los primeros perjudicados de una nación que empiece a transitar la senda del populismo duro.
Ecuador hasta ahora ha tenido buena suerte en momentos clave. Por un lado, no podemos dejar de mencionar y recordar que la llegada de Correa se dio en un país dolarizado. Si el populismo alineado al chavismo hubiese contado con la maquinita de imprimir billetes, la desgracia ecuatoriana pudo haber sido, en el peor de los casos, de índole venezolana. En el mejor, pudieron haber sufrido solamente el colapso monetario/inflacionario que tiene la Argentina.
Pero como si esto no fuera suficiente fortuna, también tuvieron la suerte de la traición de Lenín Moreno a Correa, de quien se desprendió luego de ganar las elecciones. El expresidente y prófugo seguramente tomó nota, por lo que difícilmente Andrés Arauz tenga en agenda moverse en la misma dirección. Parece que la buena fortuna del pasado contribuyó para que los ecuatorianos decidan continuar jugando con fuego.
El balotaje en el que Argentina se jugaba la vida
A diferencia de lo que ocurrió en Ecuador, cuando en Argentina la moneda giró en el aire, cayó en el peor de los lados. El domingo 27 de abril de 2003, luego de la transición de Eduardo Duhalde a la fallida gestión de Fernando de la Rúa y la Alianza, tuvieron lugar las elecciones presidenciales que llevaron al kirchnerismo al poder.
Como era de esperar, el resultado no arrojó un ganador en primera vuelta, por lo que se debía celebrar el balotaje semanas después. La segunda vuelta nunca se realizó. Carlos Menem quedó de primero con el 24,45 % (4.741.202 votos), mientras Néstor Kirchner consiguió el segundo lugar con el 22,25 % (4.313.131 votos). Lo cierto era que la elección fue por el segundo puesto. Menem, si no conseguía el objetivo en primera vuelta, no estaba en condiciones de ganarle a nadie la segunda. Por este motivo, al ver las encuestas de cara al balotaje, renunció a la contienda.
El que quedó de tercero fue Ricardo López Murphy, con el 16,37 %, lo que se traducía en 3.173.584 votos. De haber sido el economista liberal quien accediera al balotaje, ya sea con Menem o con Kirchner, la elección finalizaba, sin ningún lugar a dudas, con el bulldog presidente. La cuenta es más que clara: si jugaba contra «el pingüino» Kichner, se llevaba gran parte de los votos de Menem, pero también la totalidad de las facciones “panradicales” que sumaron más del 16 % (algo más de tres millones y medio de votos).
Ahora, si le tocaba medirse contra Menem, no sólo se llevaba todo el resto (con lo que le sobraba) sino que también le mordía votos de la primera vuelta al riojano.
Y es que muchas personas que hubieran preferido votar por López Murphy, lo hicieron en favor de Menem, ya que las encuestas lo ubicaban primero, para tratar de impedirle la llegada al poder a Kirchner. Con el resultado puesto, hicieron lo contrario. Hace casi 20 años, sobre un padrón electoral de más de 25 millones de personas, Argentina se suicidó por 1.139.547 votos.
Si algo corona este lamento, es el maná del cielo que recibieron los Kirchner, con los precios internacionales por las nubes de todo lo que Argentina podía ofrecerle al mundo. Una eventual gestión de López Murphy por entonces podría haber cambiado el rumbo del país por mucho tiempo. Ya está. Es historia. Ojalá que los ecuatorianos no tengan que llorar sobre la leche derramada de acá a algunos años.
Fuente: PanamPost