MIAMI- Cuando parece conocerse todo lo concerniente al peligro que implica China para la seguridad nacional de Estados Unidos, llega la noticia de que organizaciones militares de la nación asiática están comprando tecnología de punta estadounidense, creada por firmas norteamericanas subvencionadas con millones de dólares del Pentágono.
Indirectamente, nuestro país está haciendo posible que los chinos comunistas estén mejor preparados en el terreno militar. Es la conclusión de «The Washington Post» («The Post»), tras una exhaustiva investigación sobre el tema.
Destino final de subvenciones millonarias
A pesar de los controles de exportación de EEUU, diseñados para evitar las ventas o reventas a entidades extranjeras consideradas una amenaza para la seguridad nacional, firmas privadas chinas adquieren tecnología estadounidense especializada y revendiéndosela a entidades militares de su país.
El asunto empeora tras conocerse que esa tecnología existe, en buena medida, gracias a subsidios y contratos millonarios otorgados a empresas locales por el Departamento de Defensa (DOD, por sus siglas en inglés), en su afán de fomentar la innovación de vanguardia, según The Post.
Para llegar a esas conclusiones, The Washington Post rastreó más de 300 ventas realizadas desde 2019 «mediante el análisis de solicitudes de contratos y documentos de adjudicación emitidos por grupos de investigación militar a la vanguardia de los programas de misiles hipersónicos de China (muchos de ellos en una lista negra de exportaciones de EEUU)».
The Post también habló con seis científicos chinos que trabajan en laboratorios militares y universidades. Bajo condición de anonimato, dichos investigadores dijeron que «el acceso a la tecnología estadounidense con aplicaciones en el diseño y la prueba de misiles» es «casi ilimitado». O sea, que en este delicado terreno, que tanto tiene que ver con la defensa de nuestro país, los chinos comunistas se están aprovechando.
En cuanto a las 300 ventas, el diario refirió que correspondieron a tecnología de origen estadounidense, como por ejemplo el «software» de ingeniería aeronáutica altamente especializada, comercializado a decenas de entidades chinas involucradas en los programas antes mencionados.
«Los científicos que trabajan en la extensa red de academias chinas de investigación militar y las empresas que las ayudan, dijeron en entrevistas que la tecnología estadounidense llena vacíos críticos en la tecnología nacional y es clave para los avances en el armamento chino», subrayó The Post.
Citado por el diario, un científico chino que trabaja en un laboratorio universitario a cargo de pruebas para vehículos hipersónicos, dijo que, «en este caso, la tecnología estadounidense es superior». Es decir, los chinos reconocen que no pueden «hacer ciertas cosas sin tecnología extranjera, [pues] no tienen la misma base técnica».
¿Vamos a permitir que parte de la tecnología defensiva, fruto del talento nacional experto en la materia, termine en China? Eso está sucediendo ahora -afirma The Post gracias al «fantasma del Pentágono, [que está] subsidiando los avances militares chinos».
En opinión de Iain Boyd —director del Centro de Iniciativas de Seguridad Nacional de la Universidad de Colorado, que realiza investigaciones computacionales sobre programas hipersónicos— esta situación «es muy inquietante, porque la conclusión [a la que se llega] es que la tecnología usada para la hipersónica militar fue financiada por los contribuyentes de EEUU y terminó en China».
Tal como puntualiza The Post, el flujo constante de software de alta gama, que va hacia un área crítica de investigación desde la que el Ejército chino amenaza con superar a Estados Unidos, no hace más que reafirmar el desafío que tiene Washington de evitar que dicho brazo armado explote la innovación norteamericana.
Alcance de los programas de armas hipersónicas
«The Washington Post» dijo en su reporte que el programa de armamentos hipersónicos consiste en «una gama de tecnologías emergentes que pueden impulsar misiles a más de cinco veces la velocidad del sonido y potencialmente evadir las defensas actuales».
Asimismo, explicó que para construir un misil hipersónico los científicos deben resolver problemas de física avanzada relacionados con el vuelo de este tipo de arma, como las pruebas en el túnel de viento y los lanzamientos en vivo, que realmente son muy costosos.
Según los expertos chinos que hablaron con The Post, «el uso de software estadounidense comercial, resultado de años y décadas de investigación y desarrollo, minimiza el tiempo y los recursos necesarios para tales pruebas», razones que, como ya sabemos, están asociadas al robo de nuestra propiedad intelectual (PI) por parte de la China comunista.
Otro aspecto que trascendió en la investigación es que, aparte de la lucha existente entre Washington y Pekín por sobresaltar en la carrera armamentista, la PI estadounidense que llega a China «también tiene aplicaciones en la industria aeroespacial comercial, así como en otros campos en los que China y Estados Unidos compiten, incluido el diseño de motores de aeronaves».
De acuerdo con la fuente, «la tecnología que se está comprando incluye varias formas de software de ingeniería asistida por computadora, como el software de aeroelasticidad, que se puede usar para simular y analizar las condiciones físicas extremas que experimentan los vehículos aéreos».
El diario añadió que «otras ventas incluyen hardware, como interferómetros, utilizados por los científicos para capturar datos de alta precisión en pruebas de túnel de viento».
En este sentido, científicos estadounidenses dijeron que la simulación asistida por computadora, es un paso fundamental antes de avanzar al túnel de viento y a las pruebas en vivo de armas, como los propios misiles hipersónicos.
Controles de exportación de EEUU
Los controles de exportación de EEUU prohíben cualquier venta de productos estadounidenses a China, y su reventa dentro de la nación asiática, si se sabe que se utilizarán para desarrollar un misil o estarán destinados a una entidad restringida.
Sin embargo, parte de nuestra tecnología «arriba a grupos militares chinos y entidades restringidas a través de firmas intermediarias chinas, algunas de las cuales anuncian abiertamente relaciones con armas y grupos militares en sus páginas web», puntualizó.
Paralelamente, el diario remarcó que bajo la orientación del Departamento de Comercio de EEUU, los exportadores locales son responsables de determinar si su distribuidor vende a una parte restringida o comercializa algo para un uso prohibido.
En este sentido, citó al subsecretario adjunto de administración de exportaciones de ese departamento, Matthew S. Borman, quien puntualizó: «Lo que siempre les hemos dicho a las empresas es que no pueden cegarse y simplemente decir: se lo vendo a un distribuidor, no sé qué van a hacer con eso. La primera responsabilidad recae en las empresas. Y si no asumen esa responsabilidad, cometen una violación».
«The Post» explica que la restricción general de exportación se aplica a empresas u organizaciones incluidas en la Lista de Entidades, que prohíbe las ventas a compañías consideradas un riesgo para la seguridad nacional y que no hayan obtenido un permiso previo de parte del Gobierno de EEUU
Esa lista ya incluye aproximadamente 600 corporaciones chinas tras la adición de siete firmas agregadas en agosto pasado.
En esa fecha, el Departamento de Comercio, a través de su Oficina de Industria y Seguridad, dijo que tales empresas fueron sumadas a la lista por realizar actividades contrarias a la seguridad nacional de EEUU, entre ellas, el apoyo a los esfuerzos de modernización militar del régimen de China.
Empresas de EEUU en el ojo público
Según descubrió The Washington Post, alrededor de 50 empresas estadounidenses están en el ojo público porque, desde 2019, les han estado vendiendo productos a firmas privadas del gigante asiático, que han servido de intermediarias en la comercialización de tecnologías de misiles para organizaciones militares chinas.
Utilizando bases de datos de adquisiciones del Gobierno chino y otros documentos contractuales, el diario no sólo identificó a compañías locales involucradas y varios de los productos vendidos, sino también a revendedores chinos vinculados con la transferencia de tecnología avanzada.
Entre las empresas estadounidenses en cuestión se encuentran: Zona Technology, con sede en Arizona, y Metacomp Technologies, con sede en California. Según la fuente, ambas le vendieron un software de simulación aerodinámica a intermediarios chinos que terminó en la Academia China de Aerodinámica Aeroespacial (CAAA, por sus siglas en inglés).
Dos científicos militares chinos, familiarizados con el programa, dijeron que la CAAA fue fundamental en la prueba de misiles hipersónicos de China 2021. Aunque el diario no pudo determinar si dicho software se usó en ese ejercicio, sí recalcó que entre sus usos potenciales se halla la simulación de condiciones para una prueba de la vida real, como la realizada por el gigante asiático el año pasado.
Mediante la prueba en cuestión, los chinos enviaron a la órbita baja un cohete (conocido como Sistema de Bombardeo Orbital Fraccional) que transportaba un vehículo hipersónico con capacidad nuclear, demostrando así una capacidad espacial avanzada que tomó por sorpresa a la inteligencia estadounidense, tal como informó en su momento el Financial Times.
Taylor Fravel, experto en política de armas nucleares chinas, dijo a ese diario en aquel entonces que «un vehículo de planeo hipersónico armado con una ojiva nuclear podría ayudar a China a «invalidar» los sistemas de defensa antimisiles estadounidenses, que están diseñados para destruir misiles balísticos entrantes».
El segundo al mando de la Fuerza Espacial de los Estados Unidos, general David D. Thompson, dijo a ‘The Washington Post’, por su parte, que nuestros satélites «están bajo ataque todos los días» y que EEUU está realmente en un punto en el que «nuestros sistemas espaciales pueden verse amenazados».
El portal Alerta Digital, entretanto, señaló que el misil lanzado por China recorre una milla por segundo, hecho «que lo hace muy difícil de detectar con los radares terrestres o el sistema de radar espacial. Solo al final del vuelo es posible encontrarlo, por eso los sistemas de intercepción de misiles no podrían destruirlo antes de alcanzar su objetivo».
Retomando la investigación realizada por The Post, según lo que ha trascendido, la firma estadounidense Zona Technology le vendió el software a Hifar Technologies, un proveedor de tecnología militar con sede en Pekín, que fue el que se lo revendió a CAAA. Al parecer, Hifar no oculta que vende ese tipo de productos a más de 50 fabricantes de misiles chinos, a quienes llama “socios de cooperación”.
Cabe mencionar que entre esos “socios” se hallan: la propia CAAA, el Instituto de Investigación de Misiles Aire-Aire de China, la Academia China de Tecnología de Vehículos de Lanzamiento, el grupo de misiles del Ejército Popular de Liberación y el Centro de Desarrollo e Investigación Aerodinámica de China.
En cuanto a Metacomp Technologies, su asesor legal, David Habib, dijo que «la firma no tiene conocimiento sobre si esas empresas adquirieron o transfirieron el software a otros, ni [tampoco acerca de] cómo lo hicieron, refiriéndose a la CAAA y a otro grupo militar chino».
Por lo que señaló «The Post», «tanto Zona como Metacomp tienen contratos de servicios de investigación y desarrollo con la Fuerza Aérea de EEUU, [por tanto], al ser contratistas del Departamento de Defensa, deben cumplir con los controles y las sanciones de exportación aplicables, de lo contrario, corren el riesgo de perder el contrato o, incluso, de ser incluidos en la lista negra como contratistas».
«Ambas compañías han recibido subvenciones del programa de Investigación e Innovación para Pequeñas Empresas (SBIR, por sus siglas en inglés) del Pentágono», que otorga dinero para apoyar el desarrollo de tecnologías que ayuden a elevar las capacidades de defensa de EEUU.
En cuanto al monto otorgado a las dos empresas estadounidenses en calidad de subvenciones, la fuente señaló que Zona Technology recibió 31,6 millones de dólares, mientras que Metacomp Technologies recibió unos 13,9 millones.
Una tercera empresa norteamericana involucrada en este asunto, es Pensilvania Ansys Inc., firma que, en 2020, le vendió un software a Pekín Iwintall Technology Co. Ltd. a través de la subsidiaria Pera Global. Gracias a esa operación, el producto cayó en manos del Instituto de Tecnología de Pekín, una de las principales universidades de defensa de China, ya ubicada en la lista negra comercial.
Según Ian Stewart, director ejecutivo del Centro de Estudios de No Proliferación de Middlebury College, en Washington, «está claro que los controles [de exportación] deben expandirse al software y la tecnología con usos en [misiles] hipersónicos. Y, como regla general, los productos o las tecnologías sensibles nunca deben enviarse, ni venderse a través de distribuidores».
Tanto la industria tecnológica estadounidense como sus productos clave necesitan ese respaldo. Ya sabemos que los distribuidores tienden a lavarse las manos, máxime si son chinos y peor aún, si entre sus “clientes” figuran entidades de corte militar que responden al régimen de Pekín.
Las empresas exportadoras de EEUU deben indagar quiénes están detrás de las firmas privadas chinas que les compran y que, a su vez, son abiertamente cómplices de los objetivos militares de China. Si tiran de los hilos correctos y a tiempo pueden cortar el suministro tecnológico que alimenta el voraz apetito militar de China comunista. No sólo el bolsillo es lo que importa, hay responsabilidades y leyes que cumplir.