LA HABANA.- Todo el mundo en Cuba recuerda qué estaba haciendo la mañana del domingo 11 julio de 2021, cuando en el poblado de San Antonio de los Baños, a 37 kilómetros, al oeste de La Habana, cientos de personas comenzaron a protestar reclamando libertad, comida y servicios públicos eficientes.
Sergio, un residente de la zona que participó en la marcha, cuenta a DIARIO LAS AMÉRICAS que “la protesta fue espontánea, nadie la convocó. Se venía cocinando días antes. Ya desde el viernes 9 un grupo de personas fueron a la sede del partido comunista del municipio a pedir una mejor asistencia médica para enfrentar el COVID, se solucionaran los problemas del abasto de agua, los continuos apagones y la distribución de medicamentos y alimentos. Ningún funcionario del partido nos atendió. San Antonio parecía una zona de guerra. Hambre y necesidades por todas partes”, afirma y concluye:
Cansados
“Y debido a la inflación que provocó la errática Tarea Ordenamiento implementada por el gobierno para supuestamente revalorizar la moneda nacional, los precios se habían disparado. El domingo 11 de julio, desde las nueve de la mañana, en el parque principal del pueblo, ya había pequeños grupos de personas descontentas. Nadie pagó a los que protestamos, tampoco fuimos influenciados por cubanos de Miami. Antes de salir a protestar, la gente se había quejado en las instituciones del Estado. Pero no cogían ni el teléfono. O te caían a mentiras. La génesis de la protesta en San Antonio fue por la mala gestión del gobierno local en el enfrentamiento de la pandemia, el alto costo de la vida y el cansancio de vivir en un sistema roto”.
A las diez de la mañana de ese día, decenas de personas caminaban por las calles del poblado exigiendo una mejor gestión pública y coreando consignas contra el gobernante Díaz-Canel. Los vecinos grababan con sus teléfonos móviles la protesta de ciudadanos iracundos. Pero a Yoan de la Cruz, 21 años, se le ocurrió trasmitir por Facebook Live la marcha.
Se hizo viral
“Vamos a caminar to’el mundo. Vamos a caminar poripallá. A gritar to’el mundo. Ahí, cojones”, se escuchó decir en el video. De pronto entra en pánico. Y borra el audiovisual. Pero ya era tarde. Miles de personas en Cuba y en el extranjero lo habían compartido. Después del mediodía el video era viral. Ese y otros videos generaron, por efecto dominó, que en más de 60 ciudades de la Isla miles de ciudadanos salieran a la calle a protestar contra el régimen. Yoan presagió lo que le pasaría.
“Creo que me van a meter preso mamá”, dijo de la Cruz cuando entró a casa nervioso, y de un tirón cerró la puerta. La madre, Maribel, intentó calmarlo. “A nadie lo meten preso por hacer un video”. No se equivocó Yoan. El viernes 23 de julio, a las cinco de la tarde, la patrulla policial número 151 se estacionó frente a su casa. “Coge tu celular y monta”, ordenó uno de los policías. Yoan obedeció sin resistirse.
Ocho años por un video
A fin de cuentas, durante doce noches había vivido esa escena, una y otra vez, en su cabeza, describió el periodista independiente Darío Alemán en una crónica publicada en el sitio digital Yucabyte. Tres meses después, la Fiscalía lo acusó por presunto desacato y le pidió ocho años de cárcel. El único delito de Yoan fue grabar una manifestación que apenas estuvo dos horas en Facebook.
A más de 800 kilómetros al este de San Antonio de los Baños, en el municipio Palma Soriano, provincia Santiago de Cuba, Sheila, madre de dos hijos, se estaba lavando la cabeza cuando su esposo entró gritando al baño y le dijo: ‘Nena, se jodió esto, en San Antonio y otros lugares la gente se ha tirado pa’la calle’. Ella recuerda que eran las doce y pico del mediodía. «Me enrollé una toalla en la cabeza y salimos a la calle con mi cuñada, mi esposo y los dos muchachos. Nadie nos vino a buscar para que protestáramos. Ni siquiera éramos disidentes. La dura realidad fue las que nos hizo oponernos al gobierno. La situación era, y es, muy dura. Dos años después de las marchas las cosas están peor. Los alimentos cuestan tres veces más caros y los salarios no alcanzan”.
A pocos kilómetros de Palma Soriano, en la ciudad de Santiago de Cuba, una gran cantidad de hombres y mujeres caminaba por una avenida rumbo a la Plaza de Marte, sede del partido provincial, voceando Patria y Vida, Libertad y Díaz-Canel Singao. En Holguín, Las Tunas, Camagüey, Santa Clara y Matanza miles de ciudadanos se habían sumado a las protestas. La Habana, con sus más de dos millones y medio de habitantes, no fue de las primeras en salir a las calles.
Sobre las dos de la tarde Luis Manuel Otero, artista visual disidente, me envió un WhatsApp: “Voy para el Capitolio. No puedo estar en mi casa mientras la gente se tira a la calle pidiendo libertad”. Otero fue detenido antes de llegar al Capitolio. Las protestas se replicaron en casi todos los municipios habaneros. Las más numerosas fueron en Centro Habana, Cerro, Diez de Octubre y Arroyo Naranjo.
Nieves, 36 años, estaba viendo la final de la Eurocopa de fútbol cuando escuchó los gritos de un gentío caminando por la Calzada Diez de Octubre rumbo a Vía Blanca. “Eran miles de personas que venían de Luyanó, San Miguel de Padrón, Mantilla y hasta del Cotorro. Vivo a pocas cuadras de la Esquina de Toyo, que fue donde se armó la gorda. La protesta era pacífica. Gritábamos contra el gobierno y principalmente contra Díaz-Canel. Había una buena onda. Personas que no nos conocíamos compartíamos un poco de agua y conversábamos entre nosotros como si nos conociéramos de toda la vida. En el cruce de Toyo con la Calzada de Luyanó fue que empezó el jaleo”, dice y añade:
Balas contra el pueblo
“La policía no nos dejaba pasar. Ya para esa hora, pasada las tres de la tarde, comenzaron a llegar los antimotines en unos camiones enormes, con unos guardias que eran unos desalmados. Avanzaban por la Calzada de Diez de Octubre disparando a la muchedumbre para que le gente se dispersara. Al principio pensé que eran balas de salvas o de goma. Hasta que vi la humareda y un par de heridos. Ahora las autoridades hablan de la violencia de los manifestantes por haber volcado dos carros de patrullas y tirar algunas piedras contras las tiendas MLC que son muy impopulares. Pero ocultan que le tiraron al pueblo con arma de fuego. Eso nunca se lo voy a perdonar al gobierno”.
Osiris Puerto Terry, 50 años, recibió tres disparos a bocajarro por parte de un oficial de la policía especializada. A continuación, su relato:
“Resido a pocas cuadras de Toyo. Estaba compartiendo con unos amigos cuando comienzan las protestas. Dejo el teléfono móvil y la bicicleta en casa de un vecino, pues la cosa estaba caliente. Llegando a la esquina de Santa Emilia y Diez de Octubre, había un grupo de manifestantes, cruzo la acera de enfrente para, bordeando los portales, dirigirme a mi casa. Cuando voy a cruzar la calle viene un grupo de policías que estaban disparando con armas de fuego a la población. Me escondo detrás de una columna, cuando un oficial me hace el primer disparo, que rebota en la columna. Un vecino me abre la puerta del edificio donde intentaba buscar refugio. Cuando yo voy a entrar el policía hace un segundo disparo que me impacta en el pie derecho, arriba de la tibia, casi llegando a la rótula de la rodilla.
«Me caigo en el piso, no puedo pararme, y el oficial realiza un tercer disparo que me da en la espalda. Comienzo a pedir auxilio y una vecina del edifico sale y dice: ‘es Osiris el que está tirado allí’. Entonces dos hombres me socorren, bajo la balacera, me dan los primeros auxilios y me llevan para adentro del edificio. Estaba soltando mucha sangre por la espalda. Y un dolor como si me quemara. Coquín, como le dicen al vecino que me socorrió, me tapa la herida y me monta en un carro para llevarme al hospital Calixto García. Antes de entrar al hospital, los policías que estaban allí me dieron golpes, y cuando llega los médicos y cirujanos del grupo número cuatro que ese día once de julio estaba de guardia, le preguntan: ‘¿van a salvar al contrarrevolucionario ese?”.
Mataron a boca de jarro
Al día siguiente un policía ultima de un disparo por la espalda a Diubis Laurencio Tejeda, de 36 años, vecino de La Güinera, barriada al sur de La Habana. Para sofocar las protestas el régimen desató una minuciosa represión. Los que protestaban fueron apaleados por grupos paramilitares afines a la dictadura. Según Cubalex y Justicia 11J, el número de detenidos fue de 1.484. La mayoría jóvenes, también varios menores de 17 años, un grupo de mayores de 60 años y un centenar de mujeres. Alrededor de la mitad de los detenidos el 11J, que recibieron excesivas sanciones (entre 5 y 20 años de prisión), permanecen encarcelados.
Han transcurrido dos años del 11J. Las causas que las originaron no solo se mantienen, se han agravado. La solución al descontento ha sido emigrar. Más de 400.000 cubanos se han marchado del país desde 2021. Y otros 380.000 han hecho trámites para viajar a Estados Unidos por un parole humanitario. A pesar de intensificarse el hostigamiento contra los que critican al régimen en las redes sociales o lideran protestas en sus barrios y pueblos, el malestar ciudadano ha aumentado.
Después del 11J se han sucedido 236 manifestaciones en toda la isla, 33 de las cuales han ocurrido en junio de 2023. Sin un liderazgo visible, pues una cifra considerable de opositores y activistas han sido forzados al destierro por el régimen, la revolución ciudadana que comenzó el 11 de julio de 2021 no ha podido ser sofocada. Los cubanos de a pie perciben que algo va a pasar. Es cuestión de tiempo.