lunes, noviembre 25, 2024
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El Bote de la corrupción

Omar Estacio,

Los corruptos más corruptos del universo y sus alrededores decidieron organizar un crucero del guiso y del cuánto hay pa’ eso; del peculado, la prevaricación y del cohecho; de los sobornos, la colusión y de los sobreprecios en los suministros a las diferentes tiranías y narcotiranías; de los saqueos en criptomonedas contra los languidecientes recursos de PDVSA, del Arco Minero, de lo poco que queda de los activos de las empresas de la CVG.

¿No existe el tour de las quinceañeras? Las señoronas de Cáritas, ¿no programan cada verano su excursión por las islas griegas, en pro de los fondos para los huerfanitos pobres? Si el “Bote del Amor”, ha gozado de tanta fama internacional ¿Por qué no habría de gozarla el “Bote de la Corrupción”, que es una actividad más rentable que andar amándose los unos a los otros a diestra y siniestra?

Aparte de todo, nunca es malo oxigenar las neuronas depredadoras con una buena temporada de aire oceánico; de intercambiar tecnología depredadora y ponerse al día, mar afuera y adentro con los avances de la Inteligencia Artificial y la fuerza bruta natural en materia de evasión de las alertas rojas de Interpol, de los escuadrones policiales anticorrupción y del periodismo de investigación.

Los lectores ya lo habrán adivinado. Cierta narcotiranía, forajida, desvergonzada y supuestamente bolivariana, fue la que envió el mayor número de pasajeros al Bote de la Corrupción. Por algo es el país o expaís con mayor porcentaje de delitos contra el patrimonio público por cada dólar a la redonda.

La travesía marchaba sobre ruedas. O sobre una ola y parte de la otra. Pero al tercer día, un imprevisto perturbó la tranquilidad de los jacarandosos turistas de sus consabidas prepagos y de los proxenetas que las acompañaban.

– Atención, atención, señoras y señores, irrespetables, pasajeras y pasajeros: -se escuchó a través de los altavoces- Lamentamos interrumpir la orgía pero estamos en emergencia. Navegamos en medio del océano Pacifico. Los estancos, del uno al cien de nuestro bote, hacen agua. Imposible pedir auxilio, porque estamos incomunicados. A causa de la inundación, nuestro sistema de radio ha tenido varios cortocircuitos. En el último puerto que tocamos, algunos, irrespetables pasajeros, se pasaron de listos y vendieron las balsas de salvamento para poder apostar más fuerte en el casino. No queremos ser agoreros, pero hace cinco minutos esos antipáticos roedores, que evitamos llamar por sus nombres, no sea cosa que algunos de los irrespetables pasajeros se den por aludidos, han saltado por la borda. Dudamos que, ningún irrespetable pasajero, sepa hacerlo pero creemos que lo único que nos queda es rezar.

Cuando los frustrados navegantes se presentaron ante Pedro, el santo se encontraba de pésimas pulgas:

-!Ya, ya! – les dijo, parándolos en seco, con su brazo derecho en alto. Evítense las excusas. Sé perfectamente quienes son ustedes, donde estaban y qué hacían en el momento en que la nave se fué a pique. Llenen estas planillas y esperen en silencio mientras se decide su paradero eterno.

Transcurren una, dos, muchas horas. Cunde el pánico entre los integrantes de aquella gavilla. Algunos intentan a través de sus celulares mover influencias que los releven de ser remitidos, directo, a las colonias móviles del Infierno. Inútil. En la antesala del Cielo, como en buena parte de Venezuela, no hay señal para esos infernales aparatejos.

De pronto, las puertas se abren de par en par.

– Pasen todos – les dice san Pedro de muy mala gana

Se produce una exclamación general.

– ¿Todos. Todos, sin ninguna clase de excepción?

– Sí, todos. ¡A sentarse a la diestra y siniestra de Dios Padre, del Hijo, del Espíritu Santo! Pero cuidado con tratar de abusar de la Virgen María! Presidentes y jefes de Estado de sus respectivas repúblicas y republiquetas; primeros ministros; integrantes de los gabinetes ejecutivos; generalotes y mayores generalotes, irrumpieron en el Cielo, como río en conuco.

– !Se los dije, te lo dije! – se jactaba el más exaltado- yo le mandé a ofrecer, su “ñereñere” a Papá Dios y ya ven. A nadie le amarga el dulce.

Miguel Arcángel, ese santo que siempre representan enojado con una espada en la mano, al mirar aquel bochorno increpa al inocente Pedro.

– ¿ Cómo se te ocurre darle entrada a esa chusma?

– ¿Y qué quieres que haga? -se excusó el portador de las llaves que cierran o abren aquellas puertas – Si desde que aquí nombraron en el departamento de admisión a un tal Güiliam Saab Tarek (*) pa’l infierno no mandan sino a los más pendejos.

@omarestacio

Fuente: Diario las Américas

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