Sin resultados positivos que mostrar, el presidente de Colombia, Gustavo Petro, cuestionó duramente la política de seguridad de su homólogo salvadoreño Nayib Bukele, al calificar como «campo de concentración» la cárcel de máxima seguridad a la que el Gobierno de El Salvador trasladó la semana pasada a unos 2.000 presuntos pandilleros. Si bien las medidas implementadas por el mandatario centroamericano han despertado preocupación en una larga lista de organizaciones defensoras de los derechos humanos, la oferta de «perdón social» del jefe de Estado colombiano para alcanzar una supuesta «paz total» solo se ajusta al discurso victimista de la izquierda que no garantiza la seguridad ciudadana sino más bien termina beneficiando a los delincuentes.
Las propuestas de Petro en materia de seguridad han sido absurdas, ridículas y hasta motivo de burla en el exterior. Y es que a finales de enero el mandatario colombiano prácticamente propuso como fórmula mágica para reducir el crimen dejar de contar algunos delitos, lo que sirvió para chistes en un programa de televisión mexicano.
«Bravo, qué lógica impecable. Funciona muy bien su idea. Mira si le cambiamos el nombre a ‘secuestro’, por ‘masaje terapéutico’, ¡pum! adiós al secuestro, ya no va a haber ni uno», dijo uno de los presentadores. Y en medio de risas, el otro le respondió: «A los robos no hay que llamarlos ‘robos’, sino ‘masturbación’. Y así puedo decir yo ya me masturbaron cuatro veces este año».
Con Petro, ser pillo paga
Desde la campaña electoral ya Petro asomaba sus ideas laxas en materia penal. Fue así como propuso el polémico «perdón social» para absolver a acusados de corrupción y sumar apoyos a su candidatura. Una vez en el poder empezaron a surgir las absurdas propuestas en materia de seguridad desde el Ejecutivo. Que un ladrón de celulares, por ejemplo, pueda librarse de la cárcel dándole a la víctima un celular nuevo y pagándole seis meses del plan fue la magnífica iniciativa del ministro de Justicia, Néstor Osuna, para acabar con el hacinamiento carcelario. Por supuesto este disparate solo sirvió para inundar de memes las redes sociales.
Mayor indignación generó el propio Gustavo Petro cuando a mediados de septiembre del año pasado anunció su intención de pagar a jóvenes que tengan prontuario criminal con el fin de sacarlos de la violencia a cambio de que estudien, lo que él calificó como «un cambio de recursos para no entrar o dejar de estar en bandas». Es decir, mientras el expresidente Iván Duque premiaba la excelencia académica con el programa «Ser pilo paga», el líder del Pacto Histórico manifestó que prefiere desembolsar una inversión millonaria superior al billón de pesos colombianos para los 100.000 jóvenes que salgan beneficiados con su iniciativa, entregándole a cada uno 800.000 pesos (unos 200 dólares) para que dejen de delinquir. ¡Insólito!
La lucha de Bukele contra las pandillas
Las propuestas de Petro en materia de seguridad explican por qué se opone a la lucha contra las pandillas que ha emprendido Bukele, que bajo el régimen de excepción, aprobado hace un año, tras una escalada de asesinatos, su gobierno ha detenido a más de 64.000 personas acusadas de ser pandilleros, de las cuales 3.300 han sido liberadas. Entonces, para el mandatario colombiano sería mejor sacar a la calle a los restantes 60.700 detenidos y darles 200 dólares a cada uno, es decir, destinar 12,1 millones de dólares para financiar a la delincuencia.
«Ustedes pueden ver en redes las fotos terribles –no me puedo meter en otros países– del campo de concentración de El Salvador, lleno de jóvenes, miles y miles, encarcelados que le da a uno escalofríos», dijo Gustavo Petro durante el acto de inauguración de la ampliación de la Universidad Distrital Francisco José de Caldas de Bogotá.
Los «jóvenes» a los que se refiere Petro son los presos sin camisa que aparecen en las fotos que circulan en redes sociales, donde se aprecian los tatuajes característicos de las pandillas salvadoreñas encabezadas por las maras salvatrucha.
«Yo creo que hay gente que le gusta eso, indudablemente, ver a la juventud dentro de las cárceles y creen que eso es la seguridad y se disparan las popularidades, indudablemente».
Una política controversial pero efectiva
Y es que efectivamente el presidente Nayib Bukele es el líder latinoamericano con mayor opinión favorable (92 %), según una encuesta de la firma costarricense CID Gallup que precisamente el mismo Gustavo Petro compartió en las redes sociales para celebrar que él aparece en séptimo lugar con 57 %.
Aunque organizaciones humanitarias salvadoreñas, la Procuraduría para la Defensa de los Derechos Humanos (PDDH), Amnistía Internacional y el Comité Contra la Tortura de la Organización de las Naciones Unidas (ONU) han expresado «profunda preocupación» por la inauguración de esta nueva cárcel en El Salvador, han reportado casos de atropellos y detenciones arbitrarias y han denunciado existencia de ‘escuadrones de la muerte’ dentro de la policía y las fuerzas armadas, no se puede negar que el crimen se han reducido notablemente en el país centroamericano.
La clara tendencia a la baja de la violencia en El Salvador se evidencia en las cifra récord de más de 300 días con cero homicidios. Al finalizar la tercera semana del mes de febrero, la policía salvadoreña registraba una disminución de 79,3 % en los asesinatos en comparación con el mismo periodo del año anterior. Números que Gustavo Petro no tiene para mostrar.
En Colombia se han duplicado los secuestros
El más reciente informe «Seguimiento a indicadores de seguridad y resultados operacionales» del Ministerio de Defensa de Colombia muestra que en enero de 2023 hubo una reducción de 6 % en los homicidios en la nación sudamericana en comparación con el mismo mes del año anterior, pero los secuestros registraron un aumento de 100 %, el hurto a personas se incrementó 26 %, el hurto simple subió 18 % y el hurto a residencias mostró un alza de 14 %.
Los resultados demuestran que la política del «buenismo» con la delincuencia solo beneficia a los delincuentes. La violencia que persiste en el México de Andrés Manuel López Obrador evidencia el fracaso de su decisión de poner fin a la guerra contra el narcotráfico y, en su lugar, apostar por la iniciativa bautizada románticamente como «más abrazos y menos balazos».