Stephen Colbert es un comediante. Sí. Pero considerando que desde hace años, con la aparición de The Daily Show with Jon Stewart (de donde Colbert salió) y la caída en la credibilidad de los medios tradicionales, la audiencia norteamericana ha optado por obtener, consumir y creer más a comediantes que a periodistas de oficio.
Entonces gente como Colbert, tal vez el más agudo de los anfitriones de los late night shows (Jimmy Fallon es tan inteligente como una papa cruda –ojo, no sé si frita es más inteligente, pero supongo que cruda es mucho menos-), posee un alto nivel de credibilidad a la hora de emitir juicios políticos que, no hay sorpresa alguna, son completamente anti-Trump, en su programa transmitido por CBS.
Por eso, la entrevista realizada el jueves, si bien no levantaba mayor expectativa en cuanto a la manera en que Colbert pudiera tratar a Biden, tampoco suponía que lo que estaba a punto de ocurrir era una de las lamidas de botas más grandes en la historia televisiva de ese país. Porque es bueno recordar la destrucción que el propio Colbert realizó a Fallon, tras la entrevista que éste le realizó en 2016 a Donald Trump. Fue un chiste que Colbert se disfrutó casi dos semanas.
Pues, si bien aquella entrevista de Fallon fue, por usar un término halagador, estúpida, lo de Colbert ni siquiera fue una entrevista. En realidad era… ¿estaré exagerando?, ver los ojos de una quinceañera iluminados por corazones al ver a su príncipe azul… o, en este caso, senil.
Un mal chiste
El centro de toda la conversación fue victimizar a Biden. Mostrarlo como el pobre buen hombre a quien el lobo feroz –de extraña cabellera– trataba de maltratar. ¡Buh-juh! Pero no había manera alguna de que Colbert pasara por alto –aunque optó por pasarlo de lado- el “asunto” de Hunter, el hijo pródigo de Joe Biden.
Y, bueno, si usted no conoce la historia, tan jugosa pero nefasta, como darle un buen mordisco a una hamburguesa y descubrir que la carne está podrida, se resume en que el genio Hunter dejó su computadora donde no debía y ahí encontraron… heeeeey. Alto. Usted no necesita saber más. Porque solo eso de que el hijo de Joe Biden deja su computadora personal por ahí, sabiendo que todo lo negro, malo y feo en lo que tanto él, como su padre, están involucrados (desde las drogas de Hunter hasta los negocios con los peores mafiosos del mundo en los que mencionaba a su viejo), es causal para –si estuviéramos en el lejano Oeste–, llevarlo a la horca y… pues, ya saben el final.
Pero Colbert lo abordó así: “Usted sabe que la gente que quiere hacer ‘ruido’ en Washington, usará a su hijo en contra suya. ¿Cómo se siente al respecto y qué tiene que decirle a esas personas?”. Sí. En serio. Lo juro con la mano derecha sobre la Biblia. Esa fue la pregunta que hizo el gran Stephen Colbert.
Faltó añadir, aquí, pensando en voz alta, detalles como: ¿por qué demonios su hijo tiene en su computadora toda la evidencia de que él es un adicto a la pornografía, drogas y está involucrado en lo que sea que esté involucrado (nada legal) con la mafia de Ucrania y pedía que le pagaran a USTED, señor presidente electo. Además: ¿qué clase de imbécil deja su computadora, ESA computadora, reparando y jamás va a buscarla; por favor dígame, del 1 al 2, ¿qué tan idiota es su hijo?
Pero supongo que la pregunta de Colbert era la más adecuada para estos tiempos en los que nadie dice lo que piensa ni piensa lo que realmente siente.
Entonces la respuesta de un Joe Biden tan tranquilo como si estuviera recostado en una silla playera en Cancún, fue: “No me preocupa ninguna de esas acusaciones hechas contra él. Porque simplemente son para usarlas en mi contra”, dijo Biden. “Él es un adulto. Y es el hombre más listo que conozco, quiero decir, es su pura capacidad intelectual. Mientras él esté bien, nosotros (la familia) estaremos bien”.
Y si esta respuesta no es… no. No puedo compararla con nada de este mundo. Pero lo que Colbert le respondió a Biden fue algo tan insólito como ver –por primera vez en la historia– a dos marcianos teniendo una conversación: “Usted es un gran hombre. Mejor que yo”, dijo con dramatismo Shakespierano el alguna vez sardónico y temible Stephen Colbert.
Seguramente, en algún lugar –sórdido, quiero pensar– Hunter, el hombre más listo que el llamado presidente electo –su papá- conoce, sonría, hilarante y desquiciado.