Después de meses bloqueo, y al cabo de cuatro días frenéticos de negociaciones, el Congreso de Estados Unidos ha aprobado este lunes por la noche, in extremis, un nuevo paquete de estímulo a la economía por valor de 900.000 millones de dólares, para ayudar a las familias y a las empresas a afrontar la devastación económica provocada por la crisis del coronavirus. El rescate está contenido en una colosal pieza de legislación, de 5.593 páginas, que incluye también la financiación del Gobierno hasta septiembre y rebajas de impuestos a numerosas empresas durante todo el año que viene. La ley contempla un desembolso total, en conjunto, de 2,3 billones de dólares.
La legislación ha sido aprobada primero, pasadas las 21.00 (hora de Washington) por la Cámara de Representantes. “Sí, hay más trabajo que hacer, y costará dinero, pero protegerá los empleos y, más importante aún, responderá a las necesidades del pueblo estadounidense: acabar con este virus y hacerlo de una manera que nos lleve a todos al futuro de manera segura”, dijo la líder de la mayoría demócrata en la Cámara baja, Nancy Pelosi. Horas después, justo antes de la medianoche (hora local) el Senado aprobó el paquete de ayudas.
El paquete aprobado en la noche del lunes, la primera gran inyección de dinero público desde abril, es uno de los más grandes de la historia, aunque no llega a la mitad de la cuantía que se desembolsó en la ley de estímulo aprobada en marzo. Las ayudas contempladas en aquel paquete estaban ya expirando y el bloqueo en el Capitolio estaba dejando a millones de estadounidenses sin ayuda federal.
El acuerdo llega cuando Estados Unidos sufre más que nunca el azote de la pandemia, que se ha cobrado ya más de 317.000 vidas en el país, y cuando acaba de arrancar la gran operación de inmunización, con la vacuna de Pfizer administrándose desde la semana pasada y la de Moderna desde este mismo lunes.
La legislación deberá ser rubricada por el todavía presidente Donald Trump, pero es la huella de su sucesor, el demócrata Joe Biden, la que ha marcado el resultado. Sin haber estado presente directamente en las negociaciones, su equipo ha llevado el proceso en total coordinación con los negociadores demócratas. El presidente electo ya ha dicho que no considera que los términos pactados sean suficientes para responder a la envergadura de la crisis y, en particular, quiso que incluyera importantes ayudas a las administraciones estatales y locales que finalmente no han podido consensuarse. Pero Biden ha querido presentar el paquete como un ejemplo del tipo de acuerdo bipartidista que ha prometido que perseguirá durante su presidencia.
“Soy optimista respecto a que podremos estar a la altura del momento, juntos”, dijo el presidente electo el domingo por la noche, en un claro mensaje a los republicanos de que su empeño será trabajar con ellos.
Las medidas contempladas en el paquete incluyen un suplemento de 300 dólares semanales (durante 11 semanas) a las prestaciones por desempleo y una nueva remesa de cheques entregadas a la mayoría de los estadounidenses adultos, como la que se repartió en primavera, pero por un montante en esta ocasión de 600 dólares (la mitad que el anterior). Hay también ayudas a las empresas, y fondos para los colegios, centros de salud y arrendatarios que se enfrentan a desahucios. Y se incluyen 69.000 millones de dólares para la distribución de la vacuna contra la covid.
Las ayudas, de ahí la menor cuantía del montante total, son más bajas que las aprobadas en primavera y su duración es más corta. Por eso, en la recta final de la negociación, surgieron las voces críticas, temerosas de que el paquete no sea suficiente para propulsar a la economía hacia una recuperación que, como se ha visto en recesiones anteriores, tiende a ser más costosa que lo inicialmente previsto. Sobre todo cuando, como en este caso, la factura de la crisis ha repercutido de manera desigual en la sociedad, gravando con más intensidad a las minorías y a los colectivos más desfavorecidos.
Se trata de una inyección de dinero federal que proporcionara una ayuda que necesitan desesperadamente, en este arranque de un duro invierno, millones de hogares y negocios que llevan meses luchando por la supervivencia. Será un empujón para aguantar hasta que llegue una recuperación que ya se vislumbra gracias a las vacunas que ya están recibiendo los primeros estadounidenses de la lista. Pero llega tarde para muchas empresas y difícilmente ofrecerá un sustento a millones de desempleados para aguantar hasta que se recupere el mercado laboral.
Una de las grandes nubes en el horizonte es que los legisladores no han logrado un acuerdo para aprobar ayudas a las administraciones locales y estatales, lastradas por un descenso de los ingresos y un aumento del gasto para combatir la crisis sanitaria, que ya han tenido que despedir a cientos de miles de trabajadores y tendrán que recortar aún más. Con la economía todavía rehén del virus, pronto hará falta más ayuda federal. Y, aunque los demócratas quieren ver el paquete acordado como un primer parche para evitar la destrucción a corto plazo, la resistencia de los republicanos y lo difícil que ha sido alcanzar este acuerdo sugieren que tardará en llegar, si es que llega, más ayuda de Washington.
Junto con el paquete, se ha aprobado un plan para mantener financiado al Gobierno hasta septiembre, por un montante de 1,4 billones de dólares que, sumados a los 900.000 millones del paquete de estímulo, forman un coloso de 2,3 billones y el último logro legislativo del Congreso antes del final del año. La legislación llega al límite de que el Gobierno se quedara sin financiación y justo dos semanas antes de que se constituya el nuevo Congreso salido de las urnas el pasado 3 de noviembre.