Ramiro Grau Morancho,
Hace años tuvimos la desgracia de tener un presidente del gobierno llamado José Luis Álvarez Zapatero, muy conocido en su casa, a la hora de comer.
Era un hombre sin futuro ni beneficio, y pensó que tenía que buscarse nuevas fuentes de ingresos para cuando dejara la presidencia, o más bien fuera echado de ella, que a los socialistas hay que echarles de las instituciones con aceite hirviendo.
Los ex presidentes tienen “derecho” a una pensión vitalicia del 80% de lo que cobre en todo momento el presidente del Gobierno efectivo, además de a coche oficial, varias personas nombradas por él a dedo, pero que pagamos todos, un despacho oficial en un edificio adecuado, es decir, de categoría, etc.
Pero como todo ello le pareció poco a Zapatero, reformó la Ley del Consejo de Estado, en su propio beneficio, y estableció que los expresidentes podrían pasar a ser consejeros natos del Consejo de Estado, simplemente con pedirlo, de por vida, y con el salario correspondiente.
Una forma de cobrar dos sueldos, más bien sueldazos, del Estado.
Y a vivir, que son dos días.
Zapatero legisló en su propio beneficio, y hay otros ex presidentes, creo recordar que Aznar y Rajoy, que no han hecho uso de ese privilegio, o han renunciado a él.
El Consejo de Estado viene regulado por el art. 107 de la Constitución, que dice textualmente lo siguiente:
“El Consejo de Estado es el supremo órgano consultivo del Gobierno, Una ley orgánica regulará su composición y competencia”.
La última presidenta, sanchista, ha sido declarada inidónea por el Tribunal Supremo, a virtud de recurso de la Fundación Hay Derecho. ¡Bravo por ellos!
Pero el régimen sanchista sigue erre que erre, y nombra a una señora, Carmen Calvo, que nos dará tardes de risas, pues es una auténtica nulidad jurídica, y hasta política.
Fue vicepresidenta del gobierno con Sánchez y ministra de cultura con Zapatero, en su caso, más bien de incultura.
Nada tengo contra ella, personalmente, aunque mi opinión sea muy negativa, pero todos los que hemos estudiado e investigado un poco, en el ámbito universitario, sabemos que no es una persona sobresaliente, sino una más, del montón.
Por no ser, no es ni siquiera catedrática, a pesar de que sus hagiógrafos así lo manifiestan.
Y es lógico. Siempre se ha dedicado a la política, en esa Andalucía que era un feudo de la PSOE, prácticamente con derecho de pernada, durante más de cuarenta años…
Más que el régimen franquista.
Comienza, pues, su égida, dentro de la máxima preocupación para las personas que aspiramos a vivir en un Estado de Derecho, y no de desecho, como el actual.
Sus primeras declaraciones diciendo que “la amnistía es perfectamente constitucional”, son ya muy preocupantes, pues dice lo contrario de lo que decía hace unos pocos meses, y revelan una total ignorancia del Derecho Constitucional, materia de la que es profesora titular.