lunes, diciembre 23, 2024
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El derrumbe de la izquierda española podría anticipar la caída del kirchnerismo

El #4M fue un duro golpe para el kirchnerismo español, pero también para la versión original, que sufrió a manos de la Corte Suprema de Justicia. Técnicamente, las dos situaciones serían diferentes, la primera con una elección local y la segunda con un fallo judicial. Pero detrás de lo evidente, hay un fuerte denominador común detrás del derrumbe madrileño de Pablo Iglesias y el traspié del Frente de Todos en el máximo tribunal: el desgaste de una gestión nacional fracasada.
La muerte política de Iglesias, aunque pueda parecer prematura, no deja de ser previsible. Es que la apuesta de Podemos tenía todas las de perder, si apuntaban realmente a transformar España en lo que ellos consideran virtuoso. La agrupación tuvo un exitoso desempeño inicial, al capitalizar la indignación ciudadana y desembarcó muy bien en la política representando el partido del descontento izquierdista, vestido de modernidad cool.
Pero luego de desembarcar en el parlamento nacional y europeo, Pablo Iglesias y sus amigos se animaron a ir por todo. Podían disfrutar la “testimonialidad” de un partido minoritario pero el temor al desgaste, la ambición de poder y un error de cálculos, los llevaron tanto al Gobierno como al fracaso.
El error de cálculos en cuestión tiene que ver con un análisis político precario y una conclusión equivocada: la de pensar que si su admirado kirchnerismo llegó a la cima de Argentina, ellos podrían hacer lo mismo en España. Pero, aunque el espacio de Cristina Fernández y el de Podemos sea bastante parecido, a Iglesias le faltó la columna vertebral del poder: la estructura análoga que haga las veces del peronismo.
Kirchner, sin el peronismo, no llegaba ni a ser diputada. Y el peronismo, que no es más que una fuerte maquinaria de poder que corta transversalmente a toda la Argentina, no tiene ideología. Mientras que CFK garantice los espacios de poder, se le respalda. Corre también para Alberto Fernández, pero pasó también con Carlos Menem o Eduardo Duhalde. Cuando la cabeza no sirve más, simplemente se corta.
Cuando la primera versión del kirchnerismo amagó con ir en serio por todo, el peronismo le dijo basta. Su actual aliado hoy, Sergio Massa, fue incluso quien la doblegó en las urnas, cuando se comenzó a discutir la posibilidad de una reforma constitucional. A Cristina no le daba el cuero para volver sola, por lo que agachó la cabeza y aceptó compartir una incómoda coalición que hoy naufraga sin rumbo. Todo sea en nombre de la tranquilidad en el ámbito judicial. Pero esa es otra cuestión. Lo importante es que sin peronismo no hay kirchnerismo. Iglesias no tiene nada semejante en sus espaldas.

La coalición de gobierno en España de la social democracia y la izquierda tenía todas las de perder. Simplemente por el error conceptual de un programa económico que no funciona. En Argentina tampoco funciona, pero hay una estructura de poder que “aguanta los trapos”, hasta que pueda lavarse la cara y presentar otro proyecto político distinto. La existencia de un partido tradicional como el PP, que supo leer lo que pedía el electorado enojado, y un nuevo partido como Vox, que se animó a representar a la derecha sin tapujos, jubilaron tempranamente a un Iglesias abatido.
Pero más allá de Madrid, más allá de la discusión local y más allá de Díaz Ayuso y Monasterio, lo que hubo detrás de la paliza electoral fue el agotamiento ante una gestión nacional fracasada, que ya tiene fecha de defunción. Detrás del fallo de la Corte Suprema en Argentina, también hay un hartazgo de fondo y es el rechazo al Frente de Todos.

¿Solamente un fallo judicial?

Si hay algo que le molesta al kirchnerismo es que estos fallos sean políticos. Lamentablemente, en parte lo son. Ojo, hay que aclarar que también son justos. El dictamen de ayer es inapelable desde el punto de vista del derecho. Pero sería ingenuo pensar que el máximo tribunal está, como correspondería, desacoplado por completo de la opinión pública.
La Corte Suprema de Justicia, que ayer defendió la autonomía de la Ciudad de Buenos Aires a la hora de abrir las escuelas, emitió un fallo sin desperdicio. El mismo dice que Alberto Fernández no presentó suficiente evidencia científica para cerrar las aulas y que una pandemia “no es excusa” ni para ostentar la suma del poder público, ni para avasallar la independencia de los distritos de un país federal. Algo habrá tenido que ver que el cierre propuesto por Fernández y Kicillof generó indignación total e incluso fue rechazado por casi la mitad de los mismos votantes kirchneristas, según reveló una encuesta hace unos días.
De la misma manera que la caída de Podemos en Madrid tiene que ver con un gobierno nacional “con el boleto picado”, en Argentina las encuestas anticipan que el oficialismo podría sufrir un duro revés en las elecciones legislativas de este año. La Corte, que no tenía ningún apuro ni obligación de expedirse en tiempo récord, puede que le haya dado un tiro de gracia a una gestión que, además de no pegar una, se encuentra dividida por los duros enfrentamientos y contradicciones, que quedaron en evidencia con la crisis de Martín Guzmán y el subsecretario de Energía.
Fuente: PanamPost

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