lunes, noviembre 25, 2024
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El diablo y las elecciones

Miquel Giménez,

Baudelaire sentenció que el mayor engaño del Diablo es hacernos creer que no existe. Esa mixtificación ha tenido tanto éxito que, a día de hoy, la gente cree más en los extraterrestres que en el Maligno. La Biblia nos describe a un Moisés encolerizado viendo al pueblo de Israel adorando a un becerro de oro. Nuestra sociedad no ha cambiado. Preferimos dirigir nuestras súplicas a un becerro cualquiera antes que volver nuestra mirada a la verdad. Y becerros hay tantos como ustedes quieran, pero la verdad es solamente una y no admite mixtificaciones. Seguramente, uno de esos becerros tan falsos como peligrosos, es el de la indignación de quien dice con el mismo aplomo de quien ha descubierto la panacea universal que no piensa ir a votar. Los argumentos son tan pueriles que darían risa si no fuese por el peligro que encierran. Todos son iguales, a mí no me engañan más, total luego pactan entre ellos, la política para los políticos y, el peor de todos, ya se apañarán.

Pero no son ellos quienes se apañan, somos nosotros quienes pagamos las consecuencias de permitir por acción o inacción que gobierne quien tanto daño nos hace. Somos nosotros, acostumbrados a refunfuñar y maldecir desde el sofá o la mesa de la cocina ante el televisor cuando dan las noticias, quienes hacemos dejación de la voluntad popular permitiendo que otros se apoderen de ella. Somos nosotros los responsables de la ruina de la nación, si no nos movilizamos en contundente, pacífico y mayoritario aluvión de votos para impedir que sigan gobernando aquellos que han hecho del Estado su feudo particular. Ya han visto que sucede con la compra de votos en Melilla y de lo que son capaces cuando intuyen que pueden perder el poder. Ante eso, el demonio, que existe, nos murmura al oído que seamos audaces, rebeldes, intrépidos y no vayamos a votar. Que eso no va con nosotros. Que todo es una mentira, un cuento, un engaño pergeñado para justificar a unos partidos que no representan a la gente de la calle. Los negacionistas de las urnas, que no son pocos, se tragan los edulcorados embustes quedándose en sus casas mientras que los otros, que saben lo que se ventila en las elecciones, acuden en masa todos a una a votar a los suyos. A su becerro de oro, al que les garantiza una sociedad sin valores, sin ética, sin más horizonte que servir a los de siempre.

Es por eso que todos tenemos la obligación de persuadir a los abstencionistas de que acudan a votar. Debemos hacerlo porque el momento es tan grave que aquí ya no caben interpretaciones personales ni rabietas, por muy justificadas que estén. Existen formaciones que sintonizan con esa indignación, justa, repetimos, de quien no quiere ir a votar y es menester que sean mayoritariamente apoyadas por la gente de a pie, por la gente limpia de espíritu, por la gente trabajadora. No se queden en casa este próximo domingo. Si lo hacen, tendrán al demonio sentadito justo a su lado en el sofá. Y quién sabe para cuanto tiempo…

Fuente: La Gaceta de la Iberosfera

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