Hughes,
Hay que ver en qué ha quedado lo de Tito. Primero era Tito Flavio Vespasiano, todo un emperador romano, después el mariscal Tito, autoritario, y luego ya el Tito Puente, entrañable percusionista salsero, un abuelillo, el Tito de Verano Azul, el Tito Floren y ahora llega el diputado (los medios esclavizados recalcan el ex: exdiputado) Juan Bernardo Fuentes, Berni, al que el tito convierte en algo cercano; denunciable pero menos. Es un corrupto, sí, pero es El Tito Berni, como un delantero fichado del Lanús. Para bien o para mal, el PSOE sigue siendo el partido de los españoles y en el tito Berni y sus cuates se ven dos cosas: primero, una cercanía antropológica que está encerrada en una frase del sumario, cuando uno de ellos avisa de que las chicas están abajo: «Baja ya, que están tremendas, ¡tremendas!». Ese «están tremendas» y, sobre todo, la repetición lopezvazquiana, el ‘tremendas, tremendas’ encierra algo valorativo que explica la fascinación puteril.
Cada corrupto, al final, pagada la hipoteca, el chalet y la universidad del niño lo que quiere es un cumpleaños de Ronaldo, llenar un hotel de chavalas, y cuando ya no quepan, llenar un chalet y cuando ya no sea bastante, colapsar una finca entera… Alguien del PP lo expresó muy bien: el «volquete de putas». Ese concepto. La mujer no sólo cosificada, sino convertida en objeto valiosísimo, inagotable, que pasa de variable discreta a continua, cuando ya no hay una, dos o tres, sino una especie de flujo, de cantidad indeterminada. Esta tensión entre el objeto y el ideal se ve en otra expresión del sumario: «chocho volador». Una amante es cosificada y reducida a su sexo, «chocho», sí, pero a la vez es un chocho mágico, fantástico, alado, volador, aerotransportable, capaz de todo; objeto sí, ¡pero objeto de fascinación!
Hay cercanía antropológica pero también una constante: las fotos en el hotel son, décadas después, idénticas a las de Roldán. El tipo humano es el mismo. Entre Roldán y Tito Berni, con Ábalos de eslabón intermedio, hay una estabilidad que desmiente todo. Desmiente a los agoreros que venimos hablando de un cambio antropológico y desmiente el propio progreso socialista, razón por la cual esto traerá cola. No hay un hombre nuevo, el hombre es siempre el mismo. Por tanto, el problema no es la corrupción, son las formas eróticas de esa corrupción. ¿Alguien hablará de ‘método heterodoxo de agilización de contratos’? ¿Alguien pedirá el indulto para Tito? No, sobre ellos caerá todo el peso de la censura porque son expresión de una vieja raza viciosa y puteril que el socialismo (o el suaviterismo liberalio) ya no se puede permitir.
Pero ¿por qué? ¿Por qué esa necesidad de hacerse fotos entre mujeres y en calzoncillos? La explicación quizás sea un rito, una forma de pacto. Vivimos en el gran consenso de los partidos, pero si hay una facción dentro de ellos, ¿cómo sella sus secretos acuerdos? La forma es ese ritual de fotos preorgiásticas. Es la manera de vincularse. Es como mezclar la sangre de dos heridas o como entrecruzar los penes. Sacarse fotos entre mujeres y semidesnudos es la manera de comprometerse y tenerse todos cogidos unos de otros. Eso se ve claro, sobre todo, cuando hay cocaína de por medio. ¿No es el gesto de esnifar un inclinamiento ritual? El que esnifa se arrodilla o se inclina reverente como el caballero que va a ser nombrado. ¡Acto de sumisión ritual y grupal es meterse una raya!
Tito Berni debería explicarlo así: nuestras fiestas eran la formalización de un pacto ante lo más preciado, lo que da sentido a todo, aquello de lo que no nos cansamos: la mujer cosificada convertida en mujer-oro, mujer-lingote, mujer-petróleo. ¿O acaso iban a irse a un notario? Ése es el sentido orgiástico-ritual del concepto «putas», «irse de putas». Las casas de putas son las notarías de lo informal. Y lo que al Tito y compañía les va a costar la libertad y el descrédito es ese sistema de valores. La corrupción se tolera, y hasta se acepta si es incolora, colectivista, aburrida y socializada, pero lo que no se puede hacer es corrupción putañera, actos de ofrenda a las escorts. Los dioses han cambiado y se considera inadmisible ese ritual ante las afroditas de catálogo. Primero porque desacredita el Gran Consenso mediante un pacto sacrílego que consagra una unión ¡no ante La Que Entre Todos Nos Dimos! ¡No ante la Constitución sino ante la Prostitución! ¡Actos Prostituyentes, poderes prostituyentes!
Es un acto ya inadmisible porque resulta demasiado irrespetuoso. Huye de la Constitución y sella sus compromisos, como en una masonería distinta, cachondona, ante el gran triángulo del chocho volador (¡son masones del coño!). Pero además de la irreverencia constitucional, en esa corrupción hay un elemento hetero-doxo, machista y cabrónido que ya es pecado civil. Los prostituidores, como diría una socialista, son transgresores civiles y no habrá indulto ni piedad con ellos. No son el hombre nuevo, sino el hombre antiguo: peludo, táurico, faunesco (queda lo saunesco) por sátiro, por caprino, es decir, por fauno que etimológicamente era, oh Tito, el favorecedor, es decir, el mediador. ¡Van a acabar con el diputado fauno!